sábado, 19 de abril de 2014

"Infiernos" e INFIERNO

“Descendió a LOS INFIERNOS”
             Hoy es “ese día”. Jesús, muerto, y sepultado su cuerpo, bajó a los INFIERNOS. Así lo expresamos en el CREDO. Y más de uno sigue sin entender esa “bajada”.
             Pongamos los conceptos en claro:
             “Infierno”, genéricamente expresado, indica ausencia de Dios…, donde Dios no está…, donde no puede gozarse de la felicidad de su Presencia.
             El Infierno de los condenados es la ausencia absoluta y eterna de Dios; la imposibilidad de que Dios esté presente alguna vez. Responde a la hipótesis de alguien que, en su vida, apartó a Dios de tal manera, que no lo quiso presente nunca y de ninguna forma. Rechazó a Dios y el camino enseñado por Dios.
             Por esa misma hipótesis, quien SE AUSENTÓ LIBRE Y VOLUNTARIAMENTE de Dios, será respetado en su libertad. No quiso; no tendrá nunca la imposición de Dios. NO VERÁ JAMÁS a Dios. “Condenado” es palabra derivada del latín: damnum (=daño). El daño más espantoso es perder toda esperanza (como define Dante en la “Divina Comedia”). Nadie condenó; se hizo daño a sí mismo el que no quiso a Dios…, y ahora él mismo sufre la desesperanza que le carcome por dentro [el gusano de la conciencia], porque vive una permanente ausencia…, como “empinado” siempre para poder ver…, y sin alcanzar nunca la “altura” necesaria para siquiera asomarse. “Entre vosotros y nosotros hay un abismo infranqueable, de modo que no puede pasar nadie de aquí a allí, ni de vosotros a nosotros”. (Parábola contada por Jesús).


             “Los infiernos” –así en plural- es la situación de quienes murieron antes de la redención de Cristo, y AÚN no han podido ver a Dios, porque el Cielo quedó cerrado por el pecado. Cuando Jesús ha realizado la redención por su muerte y en la esperanza cierta de su victoria, desciende a los infiernos que, automáticamente dejan de serlo, porque la Presencia de Jesús abre ya las compuertas de la muerte y subiendo Él al Cielo, se lleva cautivos de su amor a los que estaban cautivos… No sufrían pero no gozaban. Vivían, eso sí, la esperanza de la Promesa de Dios: esperaban el advenimiento del Redentor del mundo. Y en este instante en que irrumpe Jesús “allí”, la Promesa se hace PRESENCIA, los infiernos se hacen Cielo. Dios está presente.

HAY VARIAS ENTRADAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!