miércoles, 2 de abril de 2014

2 abril.: AMOR y BAJEZA

Amor de Dios.- Bajeza humana
             Un bello relato en la 1ª lectura (Isaías 49, 8.15), en el que Dios se deshace en expresiones delicadas y amorosas hacia su Pueblo. Con ese pueblo ha constituido alianza, lo ha defendido, lo ha liberado, lo ha mimado. Hasta el punto de tener con é sentimientos de madre… Y si fuera posible que una madre se olvidara de su bebé de pecho, todavía estaría firme e inalterable el amor de Dios.
             Porque, como dice Jesús –Jn 5, 17-30- Dios sigue en acción todos los días y mantiene su providencia amorosa sobre toda la humanidad. Jesús mismo expresa que todo el amor que Él vuelca sobre aquel pueblo, es un reflejo o manifestación visible del amor mismo del Dios del Cielo. Y llega a tanto esa delicadeza del Padre, que no enjuicia a nadie, sino que le deja el juicio al Hijo, ¡porque el Hijo es también hombre!, y está mucho más cerca a los problemas que hay en esa humanidad. Ya falta menos para que en este mundo se pueda palpar el amor de Dios.

             Pilato se ha quedado con las ganas de que Jesús diga algo, siquiera para defenderse de aquel conjunto de acusaciones. Jesús estaba pesando que ¿para qué, si las razones y explicaciones no sirven…, si la verdad no quiere ni saberse? Estaba Pilato así de confundido cuando uno de aquellos acusadores lanzó la idea de que ya venía desde Galilea alterando el orden, revolviendo al pueblo. No le interesaba demasiado a Pilato el cargo que acababan de hacer contra Jesús, pero “políticamente” le venía muy bien, porque saldaba varios problemas de una sola tacada: si Jesús era galileo, lo remitiría a Herodes, tetrarca responsable de las cosas de Galilea (y que, por razones de la Pascua inmediata, estaba en Jerusalén, y a dos pasos del pretorio). Con “habilidad política” se quitaba de en medio aquel engorroso caso de Jesús. Y tendía un puente a Herodes, con quien estaba peleado. Era una deferencia enviarle el caso a él… Y en efecto le reportó una renovación de  relaciones.
             Pienso que entre los mismos sacerdotes y senadores hubo malestar por aquel que había sacado a relucir el origen galileo de Jesús, porque el nuevo trámite era volver a empezar, cuando el tiempo apremiaba porque la pascua estaba a pocas horas… Y si sabemos entrar en el sentir de Jesús, era un sufrimiento nuevo –y agudo- por el que tenía que pasar. Herodes había matado al Bautista. Herodes era un tipo sin criterio ni voluntad…, que no fuera la propia veleidad y de lo que fuera más placentero y fácil… Se iba a ver ante “un zorro”…, “una raposa”…, como Jesús mismo lo había descrito. ¡Ese individuo indeseable era quien se había de hacer cargo de la causa de Jesús! Pero Pilato había aprovechado la oportunidad que le habían brindado para desaparecer hacia el interior de su Palacio, y ya no había apelación.
             Vuelven a atar a Jesús, y ahora con más disgusto y violencia interna (que descargan en Jesús como si Él fuera el culpable), vuelven grupas hacia Herodes… Pilato le ha enviado recado urgente y oportuno para que estuviese preparado porque le remitía a un preso muy mal visto por los judíos.  Herodes –que todo lo convertía en fiesta, en espectáculo, en placer de sus sentidos, pone en pie a toda su corte para asistir a un hecho insólito, de un hombre que es muy recio y hace cosas espectaculares…, y que ahora  él –mal visto por ese preso- lo va a tener en sus manos…, ¡incluso la vida misma de tal personaje!.
             Cuando llegaron los senadores, con el sumo sacerdote al frente, todavía tuvieron que esperar –con honda impaciencia por la premura de tiempo de que disponían- hasta que se abrieron las puertas de aquella sala. Herodes bien repantingado en su trono, los cortesanos y cortesanas ávidos de fiesta (aunque casi todavía medio dormidos), y los judíos que entran con Cristo por delante, bien custodiado.
             Herodes se muestra deferente con el preso, a quien quiere que lo desaten, Jesús con sus ojos clavados en el suelo (lo que el tetrarca interpreta como timidez o incluso vergüenza y pesar por aquellos epítetos expresados contra Herodes en otro momento)… Herodes trata de crearle al preso ambiente distendido y afable… Y los senadores que tanto más arrecian en sus acusaciones cuanto que menos decidido ven al “juez” para dictar sentencia de muerte. Y se producen tres mundos diversos: la verborrea de Herodes (que se juega su prestigio ante sus cortesanos); los judíos acusando sin parar; Jesús que no pronuncia palabra ni levanta la vista ante aquel personajillo que le pretende engatusar para que le haga allí unas cuantas obras prodigiosas que diviertan a sus amigos.

             No hubo ni un gesto en el rostro de Jesús, si no era la incomodidad de estar en aquella sala, la misma –quizá- en que se jugó la cabeza de un profeta para premiar a una bailarina y agradar a los comensales. Y como Herodes no estaba acostumbrado a perder, la fiesta que no tuvo por un sitio, se la buscó por otro. Era evidente que Jesús era un memo que no sabía aprovechar su gran oportunidad –tan gratuitamente- y optó el tetrarca por inventar su otra fiesta: vestir a Jesús con manto de burlas para que todos disfrutaran un rato riéndose del “tonto”… Los sacerdotes y ancianos saltaban por las paredes porque estaba perdiéndose un tiempo precioso… Y solicitaron poder retirarse… Y así lo hicieron, llevando por delante a Jesús con su manto de iluso, y entre las risotadas de las gentes, que ya estaban caminando por las calles de la ciudad.

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