sábado, 12 de abril de 2014

12 abril: Sentencia de muerte

Viendo Pilato que no adelantaba nada
             Reconozco que es una de las frases que me hace más daño en todo este proceso. Pilato –salvo su aparición en escena, en la que deja un buen sabor de hombre cabal, de juez justo- ha sido un verdadero desastre: un hombre que ha jugado varias barajas a la vez y no podía saberse a qué carta quedarse. Pero en cuanto entró en la fase final de esta historia, Pilato se mostró un hombre muy pendiente de no quedar mal, y haciendo el ridículo paso tras paso; hablando una cosa y haciendo otra. Un individuo del que ya no se puede uno fiar, porque tiene una capacidad de mentira y de hacer como que quiere…, pero sin tomar nunca la decisión adecuada. Un hombre que chaqueteó, dio constantes pasos atrás, reculando siempre que debía tomar una decisión. Y no la tomó. Jugó vergonzantemente, y dejó sus cartas  tan boca arriba, que los judíos –sacerdotes y pueblo- pudieron averiguarle el juego sin necesidad de mucha sabiduría. Bastaba verlo tan “pobre hombre”, tan cobarde, tan pusilánime, tan veleidoso…, que sólo quedaba que irle cortando salidas.
             Y Pilato se derrumbó. Y como de alguna manera tenía que “lavarse la cara” ante él mismo, viendo Pilato que no adelantaba nada… ¿Qué iba a adelantar si sus pasos fueron de cangrejo, siempre hacia atrás? Se contraponen los dos términos: adelantar es ir hacia adelante. Pilato reculó siempre. Y por eso –aparte de lo ladinos que fueron los senadores ancianos-también es muy verdad que Pilato fue un muñeco de trapo…, con marcha atrás.
             …se lavó las manos: como “no adelantaba nada”, pegó el tirón… HACIA ATRÁS: Se declaró “inocente de la sangre de ese justo”, y realizó el rito cobarde de “lavarse las manos”, gesto que ha quedado en la historia para definir a la persona cínica, que tira la piedra y esconde la mano, al cobarde que no afronta su responsabilidad. Y desde luego, bien que se retrató con su declaración de “ser inocente” mientras dejaba al justo en las manos de los enemigos…, al pie de los caballos… Su palabra final: “Vosotros veréis” es la dejación de toda su responsabilidad de juez, de administrador de justicia, de humanidad. Con sus “manos limpias” (¿?), entrega a la muerte de cruz al JUSTO.
             ¿Y cómo vivía Jesús todo eso? ¿Por qué ahí es donde está lo importante. El que es justo, clemente y compasivo…, el que vivió siempre haciendo lo que agrada al Padre…, el que pasó por el mundo haciendo el bien…, debió vivir cada instante de esos con pavor, indignación por el pisoteo de la Verdad, y con mucha profunda lástima hacia el NO-HOMBRE, Realmente Pilato es digno de lástima, por más que uno experimente una sensación de rechazo profundo al hombre creador de mentiras… Pero Jesús, que es bueno de Corazón, no podía quedarse en lo que le indignaba a Él también, y a la vez que su “pavor en torno” (que repetía el de Jeremías”), también tenía una mirada lastimosa hacia ese  hombre de papel.
             Y en su “pavor” estaba ese: “Vosotros veréis”, que era ya su sentencia de muerte. Pilato, con sus manos lavadas, formaba la sentencia a muerte de cruz de ese “inocente”. Y Jesús sintió un terrible escalofrío por todo el cuerpo. Estaba cerrándose el círculo. Humanamente había perdido la apuesta. Vino para liberar a Israel de la opresión del mal…, y el mal había tomado la iniciativa y lo conducía a Él a la muerte de cruz…, a silenciarlo para siempre…, a quitárselo de encima… Visto aquí, en nuestro mundo, es una humillación muy dolorosa. Apostó fuerte, se enfrento a la maldad y a la mentira…, no quiso dobla la rodilla ante “el dueño del mundo, que lo posee y lo da a quien él quiere”, y ese demoníaco dueño ha dicho: hasta aquí hemos llegado; ésta es mi hora. Y Jesús va a pagar así de caro no haber condescendido, no haber sabido “vivir la vida”. Apostó por el Padre… ¡Pues que venga ahora Dios y los salve…!  Y Jesús siguió creyendo totalmente en Dios, mientras su alma lloraba y su Padre no enviaba las legiones de ángeles. Este momento de espera, mientras sacan precipitadamente de prisión y camuflan la falsa sentencia de Jesús con la de dos malhechores, es un momento eterno. Jesús está de pie…, tambaleándose…, sin poder casi sostenerse…, y su mente dando vueltas sobre tantas cosas…, concibiendo ya la idea de que “no saben lo que hacen”… Es todo tan demasiado injusto, tan demasiado diabólico, tan inhumano, tan absurdo…, que Jesús no puede menos que tener en su cabeza un tiovivo de imágenes y pensamientos…, esos pensamientos que en Jesús brotan juntamente del corazón.
             Vio como se retiraba Pilato, el gran derrotado de aquella tragedia real. Derrotado y sin sentido la tal derrota. Al fin, Jesús defendía una causa, y podía tener el reconocimiento de la historia. Hasta los mismos judíos –en todo su error culpable- defendían una postura. Hombres malos de esta película, pero –en definitiva- protagonistas. Pilato se fue de la escena sin aplausos de nadie. Cuando se encontrara cara a cara con su esposa, que le había encomendado no meterse contra ese hombre…, no me puedo imaginar cómo pudo mirarla…; cómo lo miró ella… Habría salido incólume en su posición política. Pero como hombre, gobernador y juez…, quedó como una piltrafa. Pienso que su esposa fue suficientemente esposa como para no hincarle más el clavo. Pero ella misma tuvo que sentir vergüenza ajena.


En la liturgia de hoy se está mascando ya la Pasión y el sentido de la Pasión. Jesús se ha tenido que ocultar. Caifás, diciendo más de lo qie pretendía decir, ha sentenciado de antemano que conviene que uno muera por el pueblo y que no perezca la nación entera. La 1ª lectura (Ez 37, 21-28) resalta el triunfo de David, la creación de una sola nación, y lo perpetuo –eterno- de su reinado. Y como David no es eterno, está pasándose el testigo a Jesús, quien –muriendo por la nación, UNO POR TODOS, salvará a la humanidad entera, CON TRIUNFO ETERNO.

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