jueves, 17 de abril de 2014

17 abril: Jueves Santo

JUEVES SANTO

Hemos llegado al JUEVES SANTO. Lo liturgia de hoy empieza fundamentando en la historia sagrada de Israel lo que hoy celebramos: el pueblo hebreo (israelita), esclavizado en Israel, es liberado por Dios por hechos prodigiosos. Ellos preparan la salida de su esclavitud con una comida en la que seguirán unos pasos muy concretos: un cordero sin tacha, que se sacrifica y se come sin desperdiciar nada, y en familia, Y su sangre, marcando las puertas de los hebreos para que nada malo les ocurra. Y se comerá como quien está para emprender camino…, el PASO, la pascua, por la que dejarán atrás la esclavitud y serán pueblo libre llevado por la mano del Señor.
Y Pablo –en el primer escrito cristiano- nos trasmite (término muy especial para expresar que nada inventa; que todo viene de la mismísima realidad que ha sucedido), y que Pablo, a su vez, ha recibido: que el Señor Jesús, la noche de su pasión, tomo pan y dijo: ESTO ES MI CUERPO que se entrega; tomó una copa de vino y la pasó, diciendo: ESTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE –ALIANZA ETERNA- que se derrama por vosotros. CUANTAS VECES LO HAGÁIS, vivís este momento, hasta que Yo vuelva. Había, pues, un NUEVO CORDERO que se sacrifica, Jesús en persona, una NUEVA SANGRE que se derrama y señala al creyente en Cristo, y lo pone a salvo.  Y un encargo realmente impresionante: que los apóstoles seguirán realizando el mismo gesto, la misma acción, hasta que vuelva el Señor al fin de los tiempos: EL SACERDOCIO CRISTIANO ha quedado instituido.
El Evangelio llevará todavía a más…, si “más” fuera posible…, ¡y lo es! Que Eucaristía (Cordero, Sangre liberadora, sacerdocio…, en definitiva “Pascua”) están exigiendo a todo creyente en Cristo vivir el AMOR Y EL SERVICIO DE AMOR. El “lavar los pies” es un acto a revivir también, a la par que la misma Eucaristía. Lavar los pies era un gesto de criados, siervos, esclavos… Y no habrá plena presencia de Cristo si no se expresa abiertamente en el amor mutuo y de servicio a los demás. [Que no cabe duda que es un reto tremendo a quienes vivimos h
oy el Jueves Santo].

Jueves Santo es antesala del “viernes santo”. Y por tanto de la cruz de Jesucristo. O sea: de Jesús clavado en la cruz. O SEA, DE VIVIR AL VIVO EL TERRIBLE SUPLICIO DE Cristo, que está muriéndose, asfixiado por falta de oxígeno en sus pulmones, porque respirar supone cada vez un espasmo de dolor en brazos y pies, únicos apoyos para poder levantar el pecho. Jesús, en su inmenso sufrimiento, angustiado por esa carencia de ventilación de sus pulmones, ha guardado silencio… ¡Es que no puede ni hablar! Reza. Y su rezar no puede ser otra cosa que el doloroso/confiado Salmo 21, que comienza con palabras muy explícitas del sentimiento de Jesús: Dios mío, Dios mío –doble llamada del alma que clama en dura esperanza-: ¿por qué me has abandonado?, a pesar de mi gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito y no respondes…, aunque tú habitas en el santuario, esperanza de Israel… Mezcla de angustia y esperanza, de dolor extremo y de abandono. Casi que es una oración musitada, de la que quedó audible sólo el comienzo, para dejarnos sumidos en el más profundo misterio. Para darnos pie a nuestro propio rezo cuando las nubes nos cubren el horizonte y la tormenta descarga sobre nosotros. También entonces se reza…, ¡se reza!, en gemido dolorido y en abandono confiado. Un misterio que parece “contra natura”…, pero que el que mira al Cristo de la Cruz, empieza a encontrarle luz al final del túnel.
Tras ese silencio, una afirmación…, una mirada en lejanía…, una realidad evidente: ¡Tengo sed! Y el soldado caritativo que le acerca la esponja mojada, que Jesús no llegó a beber aunque agradeció el gesto tocándola con sus labios. Poco podía hacer aquel hombre…, pero ese “poco”, lo hizo. No deja de ser un “icono” de reclamo para todos. Lo fácil que es decir: “no puedo”…, rendirse ante la dificultad…, dejar la vida correr (“tirar de a vida; matar el tiempo”). Entre la mofa hacia Jesus de los otros soldados, éste de la esponja intentó hacer lo que podía hacer. Era “un poco muchísimo” aunque pareciera inútil. La sed física de Jesús por su pérdida de sangre y su fiebre tan alta, no la solucionaba aquel soldado. El gesto, la pequeña aportación delicada, HUMANA, sí tuvo su efecto en Jesús. No estaba muriendo inútilmente. No se estaba perdiendo su sangre. Entre el grupo de sus deudos y el ladrón de su izquierda, más el gesto de este soldado, empezaba a encontrar Jesús un comienzo de alivio a su boca reseca como una teja. [¿Quién se apunta? Porque no es demasiado lo que hace falta hacer… Pero HAY QUE HACER ALGO].
Con lo que ha sucedido hasta aquí –Jesús puso el 99’999% y el 0’001 que añadieron aquellos detalles…, Jesús se da por satisfecho, y ve ya que TODO LO HA CUMPLIDO. Que ahora puede ya morir en paz. Que está en marcha un movimiento liberador de Israel y del mundo entero. Y aunque su cuerpo ya apenas podía hacer nada, agarrotado por el dolor y la tensión muscular paralizante, Jesús “se compuso  sí mismo”…, se preparó a abandonar este mundo, y como un trueno que cae de pronto y deja admirados a todos, da un fuerte grito, y dice: EN TUS MANOS ENTREGO MI ESPÍRITU. A continuación, como el que domina hasta ese mismo momento de su entrega total, inclina la cabeza, se pone en posición de último descanso y expira.

Es un momento que no deja seguir… Sencilla y únicamente, caer de rodillas y adorar.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad2:43 p. m.

    Su meditación estremece.La ilusracíón ,para meditar y ahondar.¿merezco,merecemos,tanto dolor?¡qué me pides a cambio?nada,AMOR ,ENTREGA.....Yo Señor te digo "GRACIAS"y hago mías las palabras del Salmo:Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad..

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