martes, 29 de abril de 2014

29 abril: Rico en contenidos

Dos en uno
             Es lo que hoy nos ofrece, por una parte, la lectura continua, y por otra parte la fiesta de Santa Catalina de Siena, proclamada Patrona de Europa.
En la lectura continuada de estos días de tiempo pascual, tenemos uno de los “renglones” más significativos de todo el libro de los Hechos. En 4, 32-37 –repetimos lo leído el domingo pasado- se describe lo que son los CREYENTES. No dice si rezaban más o si cumplían mejor los mandamientos. Su característica identificativa era que pensaban y sentían lo mismo, y que poseían todo en común. Con ello daban solemne testimonio de,la Resurrección del Señor.
Partimos de que se habla de pequeñas comunidades; no de ese conjunto “anónimo” de una Iglesia de las nuestras, en las que cada cual tiene “su banco”, y viene a “oír su Misa”, y a “cumplir con el precepto” y, en cuanto le sea posible, a “ocupar su lugar preferente”… Aquello era otra cosa, y eso mismo hacía posible vivir una realidad de CREYENTES. Eran creyentes porque todos tenían un mismo pensar y un mismo sentir. No había “tuyo” y “mío”…, y no sólo en los bienes materiales sino en ese amor verdadero de unos hacia otros en lo que no cabía ni la murmuración, ni la palabra de doble sentido, ni la justificación propia, ni el critiqueo, ni los ojos sucios para ver siempre lo negro.
Creyentes eran porque poseían todo el común, porque no había riesgo de abusos, porque nadie podría sentarse a comer su pan, ¡porque NO ERA SUYO!, porque el que tenía daba al que no tenía. Y hasta con ese rasgo de grandeza como aquel José (Bernabé) que vendió su campo porque no podía permitirse a sí mismo tener “su” posesión mientras otros carecían de lo necesario.
Creyentes eran porque todo eso reflejaba diáfanamente su fe plena en la RESURRECCIÓN DEL SEÑOR, de la que ellos eran el testimonio vivo, el grito de la verdad que se encierra en la Resurrección de Jesús. Porque si Él resucitó, no lo podemos reflejar simplemente en una llamativa imagen, sino en la renovación (=hacer nueva) nuestra propia actitud.
NICODEMO ya no habla más en ese evangelio de su ida a Jesús. Ya es Jesús quien habla, porque Nicodemo se ha quedado a la escucha…, sin necesidad de seguir con sus preguntas. Y Jesús se va explayando… Jesús habla de lo que sabe; Jesús habla desde una mirada de Cielo; no repta en las cosas de la tierra. Lo que no significa que Jesús se ha subido a la estratosfera de una falsa mística, sino que no hay enfoque ni soluciones mejores a las cosas de “abajo” que cuando se mira de “tejas arriba”.
El error muchos es creer que por mirar las estrellas nos olvidamos de la tierra… Y la verdad es que –gracias a saber mirar hacia arriba- mantenemos el tipo en medio de las penurias de la vida… Y que porque miramos hacia arriba, podemos tender la mano hacia quien nos dio las bofetadas. Por eso Jesús acaba este tramo de su explicación llevando a Nicodemo al recuerdo de Moisés y la serpiente de bronce puesta en alto para que sanaran los picados de serpientes venenosas. También “el Hijo del hombre tiene que ser puesto el alto para que los envenenados por la serpiente, puedan ser redimidos. ¡Y serpientes…, las hay…, de muchas clases, de muchos calibres…!

Si nos remitimos a SANTA CATALINA DE SIENA, iríamos a la lectura de 1Jn, 1, 5 a 2,2. Ahí se hace el perfil aplicable a la Santa Patrona de Europa: En Dios no hay oscuridad. Si decimos que estamos unidos a Jesús pero nuestras obras no son verdaderas, mentimos y hacemos mentiroso a Dios. Eso le ocurre al que dice que no peca, al que justifica su error, al que busca esconderse tras sus mentiras de vida: Nos engañamos y no somos sinceros. La sinceridad exige que nos reconozcamos pecadores en realidades concretas personales; y reconociéndolas, seremos perdonados. Porque lo que San Juan está queriendo trasmitir no es la mentira que condena y falsea al mentiroso (y hasta la misma imagen de Dios), sino para que, si alguno peca, encuentre en Jesucristo al que nos comprende, nos ayuda y nos perdona de nuestros pecados. Él nos presenta así ante el Padre.
Y Jesús siente el júbilo (Mt 11, 25) de que los sencillos y humildes reciben la revelación del Padre en sus mismos corazones. Así lo quiso Dios… Y para que no quede la dificultad del recurso del pobre ser humano hacia la infinitud de Dios, Él se sitúa en medio como CORAZÓN misericordioso, vehículo para elevarnos hasta el mismo Dios. “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Y como la vida de la humanidad entera es una permanente lucha, Jesús mismo ofrece su suave yugo, su carga ligera…, la que se hace llevadera cuando se toma junto a Él. La invitación queda hecha: VENID A MÍ.


Dos platos fuertes para nuestra reflexión de hoy.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad12:33 p. m.

    Su comentario,padre,(como siempre) no puede ser más completo y directo a muchas personas que nos llamamos cristianos y católicos y quizá dejamos mucho que desear y camino por recorrer.Aprendemos mucho y sabemos agradecérselo.
    En cuanto a la fiesta que celebra hoy la Iglesia,Santa Catalina de Siena ´gran amante de la la Santa Madre Iglesia yque proclamó por todas partes la obediencia y amor al Romano Pontífice,y con palabras de la santa,rogamos a Nuestra Señora:"A TI recurro ,María,te ofrezco mi súplica por la dulce Esposa de Cristo y por su Vicario,a fin de que sea concedida luz para regir con discernimiento y prudencia la Santa Iglesia.".

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