lunes, 28 de abril de 2014

28 abril: El SOPLO del Espíritu

Lunes 2º tiempo pascual
             Hech. 4, 23-31. Se está gestando la primera persecución contra la naciente Iglesia. La curación del tullido ha desencadenado un movimiento de entusiasmo en las gentes del pueblo, y los consiguientes recelos en los dirigentes religiosos, por dos motivos: uno, que ese Jesús –cuyo nombre pretendieron borrar- está en boca de todos, porque en su nombre se ha hecho aquel milagro. Otro, dentro de unos criterios particulares de los sacerdotes, pertenecientes a la secta de los saduceos, que se encuentran con que ese Jesús muerto por la sentencia de ellos, ahora es predicado como resucitado, cosa en la que ellos no creen.
             Por eso cuando Juan y Pedro cuentan a los compañeros lo sucedido en la detención que ellos han sufrido por esos hechos anteriores, ellos recuerda que está escrito: “¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos planean un fracaso. Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y su Mesías?”
             En efecto así había sido cuando sacerdotes, Herodes y Pilato, con el pueblo mismo de Israel, habían matado a Jesús Ahora surge la amenaza contra ellos, los discípulos y apóstoles, mientras el brazo del Señor sigue repartiendo bienes en esos signos y prodigios que sanan las dolencias del pueblo.  Oraron al Señor con todo ese sentimiento de fondo y una ráfaga intensa de Espíritu Santo hizo temblar el lugar y nuevamente los llenó de esa fuerza y vigor que son dones propios del Espíritu de Jesús, para que anunciaran con valentía las riquezas de Dios.

             Jn 3, 1-8: Ha llegado a Jesús un fariseo de buena fe. Viene de noche, escondiéndose de sus compañeros fariseos. Y saluda a Jesús con un reconocimiento sincero: “Sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro, porque nadie puede hacer las obras que tú haces si Dios no está con él”.
             Jesús sabe ver que este hombre no viene con fingimientos… Que es un fariseo con un sentido religioso verdadero, y por eso le responde con lo que es básico para un cambio de actitud religiosa. Y le dice, como expresión “de gancho” para un rabino, muy ducho en este tipo de discusiones: “Te lo aseguro: el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”.
             Nicodemo recoge el guante y continúa en la misma línea: “¿Y cómo puede uno, siendo ya viejo, volver a nacer? ¿Es que tiene que volver al seno de su madre?”  Bien sabía el fariseo que su pregunta era “infantil”. Y sin embargo era la que mantenía el tono iniciado por Jesús. Por eso, en efecto, “obliga” a que Jesús clarifique y concrete.
             Y Jesús contesta: “Te lo aseguro: el que no nazca de agua y Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios”  ¡Ya está más claro! Se está hablando de una “puerta de entrada” a ese Reino: un Bautismo que se realizará con agua (como es propio) pero con la fuerza divina del Espíritu de Dios.
             Y ahora viene, por parte de Jesús, la explicación fundamental de ese ESPÍRITU SANTO. Juagando con la palabra hebrea ruaj, de múltiples sentidos “volátiles”, Jesús le va a ir entremezclando Espíritu (inmaterial), soplo, aliento, viento… Porque al llegar el Espíritu a la persona, es coo el viento que sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de donde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.

             Esté preciosamente descrito: cuando el Espíritu Santo, la Gracia de Dios, la acción de Dios, llega a la persona, le empuja fuertemente en una dirección… Y sin embargo ni sabe uno cómo ha llegado, ni sabe adónde le lleva. No sabe uno cómo le ha llegado, Porque el Espíritu viene de los más inesperados “orígenes”. Unas veces vendrá de una hermosa y profunda oración, otras de alguien que habló y trasmitió –quizás sin saberlo- impulsos buenos; otras veces fue un momento duro, no deseado, inexplicable, de esos que hasta pueden tambalear a la persona; a veces de un  enemigo y hasta de una desgracia. [“Para el que ama a Dios, todo le conduce el bien”, aunque no sepa de donde le ha venido aquello…].
             Y tampoco sabes a dónde va. Los impulsos del Espíritu son misteriosos. Inician el camino y lanzan en una dirección…, pero no sabe nadie hacia dónde seguirán después, qué irá marcando ese Espíritu que sopla dentro. Y vive el verdadero creyente en ese vértigo del “hoy” sin saber la dirección de “mañana”, aunque camina (o vuela) en plena seguridad de que el Espíritu siempre da cosas buenas

             Nicodemo ya no va a hablar más: está embobado escuchando a ese maestro (que así lo reconoció él al saludarlo) pero del que nunca pensó que podía ir tan lejos y tan clarificador del misterio que se encierra en el Reino de Dios. Porque ese es el secreto del Reino: que el ser humano no puede manejarlo a su antojo, ni a su comodidad, ni según planes o ideas preconcebidas. Sólo cuando el alma se decide a “nacer de nuevo, con el agua y el Espíritu”, es cuando verdaderamente el Reino de Dios “está aquí”. Y ese recorrido requiere de una acogida muy humilde de lo que va viniendo, a sabiendas de que Dios actúa y hace su obra. Ese Espíritu que hace retemblar el lugar donde estaban los apóstoles…

1 comentario:

  1. Ana Ciudad4:58 p. m.

    Las palabras de Jesús a Nicodemo son un horizonte sin límites para el adelantamiento en nuestra vida interior siempre que nos dejemos llevar por las inspiraciones del Espíritu Santo.Jesús quiere de nosotros una transformación completa,un nacer de nuevo a la vida de la gracia:tenemos que despojarnos del hombre viejo....

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