martes, 27 de agosto de 2013

"Ayes" de Jesús, 2

27 agosto: Nuevos lamentos de Jesús
El capítulo 23 de San Mateo encierra esas lamentaciones de Jesús, que comenzábamos a ver ayer, que se prolongan hoy, y que seguirán mañana. Es como esa explosión condensada en Jesús a través de tantos hostigamientos y de tantas falsedades del estamento “educador” de la vida religiosa de Israel. Esa enseñanza que chocaba siempre con Jesús y su enseñanza del Reino, y constituía el ariete de los fariseos para atacar a Jesús, unas veces con disimulada mala fe, otras tan de frente…, porque tenían una finalidad muy concreta: desprestigiar a Jesús y que la gente no se fuera tras Él,  Por otra parte, siempre “en nombre de Dios”…, desde la concepción materialista y belicosa que tenían concebida sobre el Mesías.
Los “ayes” de hoy son muy ilustrativos. Y me atrevo a decir que perfectamente repetibles en este momento actual. El primero va a acentuar la falsedad de quienes ponen la fuerza religiosa en una serie de prácticas. Y pueden ser unas prácticas mandadas o recomendadas o convenientes para ayudar a los fieles: pagar “el diezmo” (entendámonos en algo concreto: la cruz a favor de la Iglesia en la declaración de Hacienda; la ayuda a templos con la colecta dominical, o en la mayor envergadura de colectas específicas, y cosas concretas por el estilo).  Jesús dice que ese “diezmo” (de la menta, el anís y el comino) no debe olvidarse. Pero tampoco quedarse ahí, ni darse por satisfecho y por “tranquilo” al dar una limosna en la puerta de la Iglesia para aplacar conciencias.  Pero que hay algo que va más allá de esas prácticas, y que es un “más allá” que implica a la persona en sí misma: su misericordia, su sentir con el sentimiento del otro [con-padecer, o participar de los sentimientos del otro, alegre o triste]. También señal Jesús la importancia de la fidelidad a la Ley.
Es evidente que no se centra Jesús en lo que fuera sólo la materialidad de la ley antigua. Para Jesús hay otra LEY mucho más esencial que busca vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Por consiguiente, sobre los cumplimientos recomendados en “los diezmos”, y más allá (o abarcando esa misericordia y compasión), hay una ley suprema que es la voluntad de Dios.  Y esa voluntad queda expresada en Cristo, su vida, su obra, su Buena Nueva…, sus Sacramentos instituidos para vida que perpetúe su obra. Pero  ya no está tan escrita siempre, ni tan genérica que se plasme en un libro de aplicaciones.  La voluntad de Dios s una asignatura que se va descubriendo desde la oración sincera, esa oración que interroga por dentro y enfrenta al alma con la verdad profunda.  Eso no se “cumple”, no “queda hecho”, no es una “pastilla tranquilizante” porque ya quedó hecho. Es una búsqueda constante desde la sinceridad de la persona. Que era lo contrario de la hipocresía de los fariseos.
No digamos de esa piedad tan huera en sí misma de las velas, las flores, las “promesas” (que tantas veces ni se cumplen), el roce físico con la imagen, la obsesión por las “partículas”, o por el regreso a determinadas formas externas –muy externas- en las posturas de la Comunión…, las formas que a nada comprometen de devociones sentimentales o emocionales del momento.  ¿Estoy diciendo que no se hagan?  Estoy diciendo como Jesús dijo, y como hoy –en la crisis brutal económica- están haciendo muchos estamentos piadosos: cambiar “eso vacío” por la entrega de alimentos, la ayuda directa o indirecta, como es de ley (que dice la expresión popular). Y cuando todo eso no queda en filantropía y acción externa sino que responde a una conexión profunda del alma con Dios. Mientras se reduzca más a esas cosas, y se llegue incluso a ignorar que a dos metros se celebra la Santa Misa, es evidente que falla algo tan importante, que Jesús pronuncia su “ay” con el mayor sentimiento de su alma.
Una segunda queja de Jesús: filtráis el mosquito y os tragáis el camello; limpiáis la copa por fuera, mientras rebosáis por dentro de robos y desenfreno.  Si nos ponemos a bajar al concreto, estamos en los mismos argumentos… A Jesús le duele que las piedades, los detalles nimios, la mera costumbre, lo “que siempre se hizo”…, vengan a ser los puntos de apoyo de personas espirituales.  Y ponen la carne en el asador para defender esos “mosquitos”.  Luego, criticamos, juzgamos, condenamos, comentamos…; y se cometen auténticas faltas contra la convivencia familiar (silencios agresivos, ataques directos, ironías, desprecio flagrante…), contra los que llamamos “amigos”…, contra los hijos (su concepción, su gestación, su educación responsable), o en el plano social o político donde se habla mucho, se crean fobias insuperables…, pero no se afrontan las responsabilidades que se tienen en las manos: la participación activa-  El “camello” no se filtra, ni se analiza, no se piensa… Ya se ha constituido un entramado de inconsciencia e irresponsabilidad hasta el punto de haber saltado los cerrojos de la moral social, matrimonial, de la liviandad, de la falta de sentido hacia los demás…

Eso sí: se cuidan todas las apariencias. Una bondad de escaparate. La misma que Jesús puso ante los ojo de aquellos doctores y fariseos –tan religiosos, que limpiaba sus copas, platos ollas…, su restregar hasta el codo para purificación…, pero dentro está “la copa” más sucia de la cuenta. Jesús concluye: Limpia primero por dentro…, y quedará limpio por fuera.

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