domingo, 4 de agosto de 2013

Avaricia y codicia.-18º-C, T.O.

18º Domingo-C, T.O.
             Tema central: la avaricia y la codicia. Se abren las lecturas con una sentencia lapidaria: Vaciedad sin sentido; todo es vaciedad. Y dentro de la concepción pesimista de la vida del autor de este libro [Eclesiastés, 1,2 y 2, 21-23], hay una constatación real de la vida que le lleva a pensar de qué le vale el hombre trabajar, sudar, cansarse, pasar penas y fatigas…, hasta perder el sueño por la noche…  Y precisamente porque el autor está pensando en el sentido de lo meramente humano, concluye que todo eso que se hace, está vacío cuando se queda a ras de la vida terrenal.
             En el Evangelio tenemos una pequeña escena que abre paso al tema principal.  Jesús se encuentra con uno que viene a pedirle a Jesús que diga a su hermano que reparta bien la hacienda patrimonial.  Jesús le responde: ¿Quién me ha nombrado a mí juez entre vosotros?   [A veces se nos viene al pensamiento esta frase de Jesús, porque muchas personas acuden al sacerdote con pretensiones muy humanas de que él dirima entre personas. Y el sacerdote tiene que decir como Jesús: ese tema a mí no me incumbe]. No es quitarse de en medio sino que la misión de Jesús (y por tanto, del sacerdote no es entrar en temas que dependen de la racionalidad y el elemento puramente humano. El hombre tiene capacidad y medios para resolver sus problemas. Está capacitado para el diálogo, la reflexión, la racionalidad…  Y para eso se basta a sí mismo.  Otra cosa es que la pasión de cualquier tipo, ofusca, altera el equilibrio emocional, hace descarrilar de las razones, y entramos en el tema de la codicia y la avaricia.
             Jesús se vale de una parábola para hacerlo presente a muchos y para abrir a todos los campos donde avaricia y codicia se puede dar, de una u otra manera.  Y cuenta el hipotético casi del ricachón que ha obtenido una gran cosecha. Y al no tener dónde almacenarla, ordena tirar abajo sus silos y construir otros más grandes para almacenar tal cosecha.  Y cuando ya ha concluido esa obra –sólo pensando en sí y en tener más- se dice a sí mismo; “túmbate, come, bebe, y date buena vida”.  ¡Ya tiene para vivir sin hacer más!  Pero Jesús quiere advertir que nadie tiene asegurada la felicidad con los bienes humanos, y cuenta el mensaje que recibe aquel ricachón: ¡Necio!, esta misma noche te van a pedir la vida;  lo que has acumulado, ¿de quién será?  Pues eso le ocurre a todo el que no es rico ante Dios.
             Es evidente que Jesús expresa la raíz y el pecado de la codicia y la avaricia. El rico sólo ha pensado en sí mismo. Sólo ha visto la vida por el agujero de su comodidad y seguridad, como si ello le asegurara la vida y el bienestar.  No ha contado con que los bienes materiales son efímeros y que esa misma noche puede morir y todo ese caudal humano no le va a servir de nada.
             Seríamos miopes si nos quedáramos en “bienes materiales” como referencia directa de la avaricia de que aquí habla Jesús. Jesús tiene la mirada mucho más amplia y ya lo traduce San Pablo en la 2ª lectura: aspirad a los bienes de arriba; no a los de la tierra.  Porque habéis muerto [a ese mundo de apoyos materiales]  y vuestra vida está ya escondida en Cristo, en el que tenéis asegurado el verdadero futuro.  En consecuencia –y aquí comienza la enumeración de “tras avaricias y codicias” que no son las del dinero-, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la lascivia, la impureza, la fornicación… [un capítulo muy concreto y de una actualidad pasmosa;  muchas personas tendrán que hacer ese examen, y saber que por mucho que agranden “sus graneros” y quieran tragárselo todo, ¡necio!, hoy te van a pedir la vida].
             Sigue el capítulo de cualquier clase de pasión, codicia y avaricia, que es una idolatría.  Otra parada reflexiva. La peor pasión es la del amor propio desbocado, encerrado en el egoísmo de un YO que se siente superior, casi infalible, que nada tiene él que corregir…, y los otros son los que tienen que avenirse al modo de ser del egoísta.  Egoísta que no duda nunca de sí, que siempre se coloca en la cogolla…, que siempre va agrandando sus graneros porque de puro inflado, no cabe dentro de sí mismo.  Y ahí están todos los problemas familiares, las rupturas matrimoniales, los hijos víctimas…; ahí está todo ese mundo repelente del endiosamiento humano y de la absurda pretensión de poder vivir ya sin Dios, sin ley, sin enseñanza, sin procesos de educación para la convivencia…
             San Pablo exhorta a los fieles de Colosas a despojarse de la vieja condición humana, con sus obras…, a no seguir engañándoos unos a otros…, y a revestirse de la imagen de Cristo, que se va renovando conforme se le va conociendo mejor.   Es evidente que es el antídoto más completo contra el veneno de la avaricia y autosuficiencia humanas.

             Y todo eso, que ya tiene todo su valor en una oración meditativa, adquiere valor sacramental –que expresa y tiene fuera para realizar- una transformación en la persona: ese es el sentido de las lecturas en la celebración de la EUCARISTÍA, porque así es el mismo Dios, por su Espíritu Santo, quien nos mete este botón de fuego. una nueva evangelización –lo diremos una vez más- no consiste en usar más veces el Evangelio ni el sabérselo de memoria (como alguno dice)-, sino ese momento en que la persona siente que ese Evangelio le exige vivirlo tal cual es, lejos de la sordinas que tan fácilmente se ponen para evitar su exigencia.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:28 a. m.

    En el diálogo que sostiene el rico labrador consigo mismo interviene otr personaje,DIOS,que no había sido tenido en cuenta y que con sus palabras revela que este hombre se ha equivocado al programar su modo de vivir.
    Nuestro paso por la tierra,es un tiempo para merecer;nuestra vida es corta;nuestros días están contados y quizás algunos pensemos con nuestro modo de vivir que nuestro paso por la tierra haq de durar siempre.
    Estamos en manos de Dios.Dentro de un tiempo, quizá no largo,nos encontremos cara a cara con Ël.Vivamos vigilantes,porque no sabemos ni el día ni la hora.

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