viernes, 9 de agosto de 2013

9 AGOSTO: Conditio sine qua NON

9 agosto. Bases cristianas
             Hoy no queda mucha iniciativa de contemplación.  Ayer se quedó la Lectura continua en el punto álgido de Jesús que llega a decirle a Simón que se aparte de Él. Era lo más duro que podía decirle Jesús a aquel discípulo incondicional; fue lo que más sintió en alma aquel hombre que había pretendido –erróneamente- librar a Jesús, Mesías, de la pasión y la muerte.
             Pero esa Lectura continua retoma hoy el punto en donde lo dejó. Era muy consciente Jesús de que Simón se la había llevado, pero que todos los demás pensaban igual que Simón; que todos estaban a años luz de concebir un Mesías que padece, que cae en manos de sus enemigos, y que acaban matándolo.  Eso era como hacer un nudo en las ilusiones y ambiciones de un pueblo que tenía entendido que ser “Pueblo de Dios” era una prerrogativa tan grande como que su “mesías” iba a ser un ciclón que arrasa a los enemigos, mientras el pueblo de Dios sale victorioso. La propia larga historia de ese pueblo, que había pasado por los más espantosos avatares y humillaciones y padecimientos, avalaba que su Dios estaba siempre de su parte, y acababan venciendo. Si Jesús es el Mesías, los discípulos no pueden menos que estar seguros de que Jesús va a ser un caudillo victorioso.  Los estudiosos piensan que Judas Iscariote se dejó enrolar en aquellas filas de elegidos, porque su ideal belicoso contra los romanos encontraba en Jesús al “jefe” idóneo para combatirlos.
             Y he aquí que cuando la misma revelación de Dios a Simón declara a Jesús el Mesías, el Hijo de Dios vivo, y esa confesión merece una especial bendición de Jesús (con promesa de roca inexpugnable: “PEDRO”), todos ven llegada la hora esperada: la restauración del reino de Israel.  Jesús se vuelve contra Simón, que piensa como los demás, a lo humano, aunque el Padre le haya revelado cosas mucho más altas…, que Simón ni ha entendido de lo que se trataba.
             Entonces, tras ese punto tenso, con Simón destrozado, con el pellizco de ese “apártate de Mí”, Jesús se viene a ellos, se sienta como podía haberlo hecho el primer día, y comienza “la primera clase”, “los palotes”, el “abc”…, algo que tiene que quedar muy claro para todo creyente en Cristo: “Quien quiera venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo”. ¿Qué hay detrás de “sí mismo” para que haya que “negarlo”? Está todo el enemigo más acérrimo de Dios: el propio YO…, el amor propio, el egoísmo, el “yo” por delante y por encima de todo.  Por consiguiente: el obstáculo que bloquea la puerta para poder ir en el camino de Dios y de Cristo.
             La huida de todo lo que es padecer, quedar detrás, traer humillación…, es movimiento instintivo de todo ser. Por tanto, rival abierto de Jesús.  Gozar, tener, dominar, vivir placenteramente sin cortapisas…, todo eso se opone frontalmente a Jesús. Por tanto, hay que negar (dominar, doblegar, controlar, evitar…) todo eso que hace que haya siempre una rémora en el modo de seguir a Jesús. HAY QUE NEGARSE A SÍ MISMO.
             Eso supone –y ahí tienen los apóstoles la respuesta a su escándalo anterior- hay que tomar la cruz.  CRUZ es todo lo que contradice al instinto de gozar y dominar, más allá de lo que es el uso debido de esa Creación que Dios nos puso en las manos para dominarla.  Cruz que siempre nos viene grande…, larga…, no “a nuestra medida”.  Pero la que es MI CRUZ…, la que no permitirá Dios que nos rebase las fuerzas…, pero que es cruz. Y hay modos y modos de llevarla. Ahí apunta Jesús.  Porque en ese modo de llevarla –una vez controlado el YO-, está el desemboque gozoso de seguir a Jesús.   Por eso San Pablo ya no quiere saber otra ciencia que la de Jesús crucificado, y se gloría en la cruz de Jesucristo.
             Supone perder…, ceder…, pero no por una actitud masoquista, sino POR MÍ –dice Jesús-.  Lo que motiva esta nueva regla de vida es el amor a Jesucristo, la ilusión por estar con Él…, por llegar a identificarse con Él, para que siguiéndole en lo que cuesta, le sigamos también en su gloria. Yo cedo mi YO pero en mí se hace realidad la VIDA DE CRISTO. Por eso, la nueva regla es que quien pierde, gana;  quien quiere ganar en todo, pierde.  Y la explicación la pone Jesús diáfanamente: ¿De qué le vale a uno ganar el mundo entero si arruina y malogra su vida?  Nada podrá dar ahora a cambio.
             En cambio, Jesús mismo promete que será Él quien vendrá un día, entre ángeles –en el esplendor de su divinidad- para pagar a cada uno los intereses de aquello que negó, cedió, renunció voluntariamente, por el gozo de parecerse más a Cristo y hacerse una sola cosa con Él.
             San Ignacio de Loyola conduce al ejercitante no sólo a que sea “buena persona”, entusiasta enamorado de Jesús…, sino a elegir con toda decisión y libertad aquello que Cristo escogió…  Y ya vemos a través del Evangelio la que fue la elección de Jesús y la realidad de Jesús.
            

             Estamos –he dicho- ante el abc del evangelio…, los primero palotes de una vida cristiana…, y a su vez, el punto central de ser cristiano: seguir a Jesús dondequiera que vaya y por los caminos que Él marchó.  Que en ese IR CON ÉL está la locura del amor cristiano, la que no tiene fronteras ni a lo ancho, ni a lo largo, ni a lo alto ni a lo profundo, porque trasciende toda ciencia humana.

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