viernes, 2 de agosto de 2013

2 agosto.- EN NAZARET

2 agosto.- Ntra. Sra. de los Ángeles
             Sirva el título de recordatorio de la fiesta mariana de este día.
             El Evangelio de Mateo continúa por un punto que es llamativo: quien ha estado enseñando el Reino de Dios, y viene –además- de haber estado por diversos parajes de Galilea haciendo los signos y dando las enseñanzas propias de ese Reino, se llega ahora a Nazaret, el lugar donde había desarrollado una gran parte de 30 años. Allí había jugado de niño, paseado y tenido sus ratos de descanso, y allí donde había trabajado codo con codo con tantos paisanos suyos…  Bien podemos pensar que viene cargado de ilusión por ese regreso a su patria chica. Más aún cuando ahora Él puede aportar algo a aquellas gentes que Él quiere y que las lleva tan cercanas a sus sentimientos más agradables.  Allí está su madre, y no puede caber la menor duda de que su corazón experimenta la emoción de volver a aquella casa, a aquellos muros –testigos de tantas vivencias-, a su madre (con la que había compartido intimidades profundas).
             Vivía esa ilusión de entrar en la sinagoga con tantos amigos y conocidos y poder compartir con ellos ese momento religioso. “Y se puso a enseñar”:  sabía que ahora podía darles a todos aquellos conocidos algo novedoso que antes no les había dado…, que ahora puede comunicarles desde la fuerza de Dios, que lo ha llamado…, que lo ha señalado MESÍAS. El corazón de Jesús está a más revoluciones por esa alegría interna de poder ofrecer a sus gentes queridas lo mejor que tenía.
             Pero surgió el recelo, la pregunta que siembra la duda o el prejuicio. “¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?”.  Ya es para pensar en esa formulación. Están admitiendo que en Jesús, el paisano de juegos y trabajos, trae una sabiduría especial y hasta hace milagros. Debería ser ese el punto de partida: el reconocimiento de que están ante algo inesperado. Pero lo propio del pre-juicio (un juicio previo, sin fundamento) es poner la duda, sembrar la sospecha…, porque “de dónde le viene”.  No era el punto central.  O lo sería como interrogante positivo, que quisiera descubrir el dedo de Dios… Pero la secuencia nos demuestra que no es así.  Que lo que lleva consigo un juicio previo sin fundamentos, es a crear un ambiente contrario, a establecer un clima de suspicacia.
             El malintencionado prejuicio sigue metiendo el dedo en el ojo: “¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María? ¿No conocemos a toda su familia…?”.  Ya ha tirado la piedra el tipo aquel, de tan mala fe. Y repite: ¿De dónde saca todo eso?   Duele y, en realidad, indigna esa labor sucia, bajera, de quien nada dice y dice todo lo que puede minar la buena fama, el buen hacer…  ¡Lo fácil que es lanzar la piedra y esconder la mano!  Por eso me asquea y me retrae esa forma de sembrar chinitas en el camino…, de ver y comunicar siempre “el defectito”…; de esa falta de luz en los ojos para poder ver en positivo.  ¡Lo fácil que es tirar la piedra!  Las ondas en el lago se encargan ya de llevar su mensaje de mala fe.  Consecuencia inmediata de esa “mala semilla”: Y desconfiaban de Él.
             Jesús se lamentó. Le dolió en el alma.  Había venido tan lleno de ilusiones a trasmitir a su pueblo las maravillas del Reino de Dios… Y tiene que comprobar en propias carnes que “sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta”.  Es muy típico.  Pueden convivir varias personas y estarse viendo cada día, y nunca surge un reconocimiento de algo que han hecho. Nunca hay una palabra de apoyo, de alabanza… Se habla de alguien de fuera…, aparece uno para media hora…, y ¡ese es el que se lleva los reconocimientos y alabanzas, como si ese hubiera descubierto la vida!  Decía un formador mío: ¡Miserucas humanas! Verdaderamente ¡miserias humanas!  Y concluirá San Mateo diciendo: “No hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe”.  Jesús siempre se apoyaba en la fe de los que venían a Él. Aquí no tienen fe en Él.  ¡Desconfiaban de Él…!
             Algo me llama la atención: mientras que para San Lucas, Jesús se alejaba, expresión verbal de un modo y tiempo griego que expresa el irse para no volver (¡terrible consecuencia del pre-juicio!), San Mateo lo deja en esas “manos atadas” por la falta de fe… Pero no dice que no volvería más.
             Entonces mi instinto me lleva a contemplar a Jesús que acaba bajándose del estrado. No están aún sus paisanos para recibir el mensaje. Pero siempre hay gentes que aceptan (aunque no se expliquen “de dónde le viene”…); algunos que se fían (aunque con sus dudas); algunos que no se dejan llevar de prejuicios; algunos que fueron más amigos de verdad; alguno que se ha impactado con la sola presencia de Jesús… De hecho no es que no hizo Jesús ningún milagro, sino que no pudo “hacer muchos”. ¡Había quien sí creía en Él!  Y Jesús se fue con ellos…, les habló…, les dejó unos puntos esenciales “de avanzadilla”…  Dejó “una levadura” en el pueblo. Y se marchó sin sacudir el polvo bajo sus pies…  Respetó la capacidad de cambio que necesita una persona…, los tiempos necesarios para que el alma se plantee más a fondo…;  para que hubiera tiempo de reflexionar…

             Jesús se fue ahora…, pero volvería (quiero yo pensar así). Aquellos que le habían sido fieles irían creando ambiente… Cuando Él volviera, los prejuicios podían haber caído. Y aunque no todos iban a ser capaces de ese cambio, Jesús podría encontrar un terreno más apto para su semilla. Y se cambiará el dicho popular peyorativo sobre Nazaret, porque se comprobará que de Nazaret salió algo muy bueno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!