sábado, 10 de agosto de 2013

10 agosto: Un santo de sabor popular

10 agosto.- San Lorenzo

             Muy a pesar mío, hoy se vuelve a cortar la Lectura continua. La fiesta de San Lorenzo, Diácono en Roma en el siglo III, tiene tintes especiales aun en el ámbito popular.  Y vamos a seguir las lecturas con la que la Liturgia lo describe. Por lo pronto, el Evangelio (Jn 12, 24-26) podría muy bien ir del brazo con el que tuvimos ayer: pedía Jesús la abnegación de cada uno para poder ser discípulo suyo. [“Negarse” no es un término negativo de destrucción, sino positivo: de purificación, libertad interior, dominio de sí, alejamiento de los “ídolos” del amor propio, el orgullo…, el YO].
             Hoy, en otro evangelista, casi se está diciendo igual: el que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guarda para la vida eterna. [Otra traducción desde el “argot” bíblico: “aborrecerse” equivale en castellano a “amar menos”, a ocupar un segundo plano…, porque el primer plano corresponde a otro. Incluso saber irse al “tercer puesto”, al “último puesto”…, porque le toca mejor a uno y porque le abre a una actitud más abierta hacia el servicio a otros.  Por eso, “el que se aborrece a sí mismo”, se guarda para la vida eterna.  Y creo que podría añadirse –con palabras mismas de Jesús- que aun en este mundo ya promete provecho a quien sabe pasar desapercibido.
             Enlazamos perfectamente con la enseñanza de ayer en las palabras que siguen: “el que quiera servirme, que me siga”. [Negarse, tomar la cruz para seguir a Jesús…]  Y añade Jesús algo muy consolador: donde esté Yo, estará mi servidor.  La liturgia lo aplica a San Lorenzo. Y se ha cumplido. Y San Lorenzo, desprendido de si, en heroica actitud de caridad a los más pobres… Llevado a los tribunales y preguntado por las riquezas de la Iglesia [ya se ve que esta tarandilla es tan antigua como la Iglesia], presentó como respuesta a los andrajosos, pedigüeños, pobres, enfermos… ¡Esos eran los tesoros de Cristo!  Y aquello, tomado como mofa por Vespasiano, le valió el peculiar martirio que sufrió el santo: A quien me sirvan Dios lo premiará.
             Hay una frase de entrada en la primera lectura que me ha hecho pensar mucho. Dice San Pablo a su comunidad de Corinto: “El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará”.  Cada uno recibe según siembra. Y lo he aplicado como una oración de autoanálisis, de evaluación personal. Es cierto que siempre es más fácil “captar” los “sembrados” de otros” y desde ahí hacer un juicio.  Pero, si por un pequeño rato fuéramos capaces de aplicar esa regla de tres a los “frutos que recogemos”, nos ayudaría mucho a nuestra mejoría o crecimiento personal.
             El egocéntrico –que todo se lo sabe, que sólo él sabe, que todo ha de ser como él lo piensa, que no quiere ni admite pareceres…- se queda solo como la una.  No quiso relación…, y se queda sin ninguna relación de quienes están alrededor.  Luego, hacia afuera, puede que sea admirado por “su seguridad”, u objeto de mofa oculta por su insensatez.
             El envidioso y celoso que parece que él pierde porque otro gana, se queda aislado sin que nadie quiera cuentas con él…, o se le adula para no tenerlo enfrente.
             El charlatán que siempre habla, y que de tanto hablar se cree lo que él dice, es alguien que va viendo que la gente le huye porque no hay manera de entablar una conversación con él, que –por otra parte- habla como quien jamás se equivoca.
             El pesimista siembra amarguras. Nadie quiere cuentas con él porque nadie quiere vivir amargado.
             Aquí tocaría volver el objetivo de la cámara hacia uno mismo…, y ver qué siembro yo… Y puede ser interesante descubrirlo por “los frutos” que cosecho.  Porque no es “el otro” el que lo hace mal; es la propia siembra que hago yo.
             San Lorenzo podía mirar los frutos de su caridad hacia los pobres y necesitados.  Y su siembra se hace contagiosa porque os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra caridad.  Así ha acabado esa lectura que hoy se aplica al Santo que celebramos.

             En la Lectura continua se ha saltado la transfiguración porque acabamos de celebrarla. En ella Jesús da el destello necesario para que se acepte su mesianismo, aunque lo anuncie con “fracaso” humano hasta la muerte. El momento luminoso del Tabor hace asomarse al final de la película: Jesús-Mesías no fracasa en su sufrimiento y muerte.
             Bajaron el “monte elevado” y vinieron a encontrarse con cierta tensión: los discípulos que habían quedado en el llano, no pudieron ayudar a aquel muchacho epiléptico para quien el padre pedía curación. Jesús llega de su retiro en la montaña alta, increpa “al demonio” [por una parte abordado como “generación perversa”…, aunque aquí es claramente la enfermedad epiléptica], y cura al niño.
             Los apóstoles preguntaron luego, ya en casa, por qué no pudieron ellos “echarlo”, y Jesús les responde con la necesidad de la fe honda, que es la que puede tener poder para cambiar los efectos negativos.  Con esa fe plena y total, nada es imposible.

NO DEJÉIS DE LEER LA ENTRADA SIGUENTE.  Caso que intentaré arreglar.

3 comentarios:

  1. LA CASA DE LOS ESPEJOS
    Una habitación forrada de espejos.
    Entra un perro todo juguetón y se encuentra feliz porque “todos los perros” son juguetones. Y sale feliz de allí porque se siente muy acogido y correspondido.
    Entra otro perro gruñón y al ver a “los otros” asoma los dientes, cosa con la que le corresponden igualmente esos “otros” perros. Y sale de allí gruñendo más que cuando entró.

    Creo que es una buena representación de esa 1ª lectura: cada uno recoge lo que siembra. Y los otros son el gran espejo donde mirarse.

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  2. Que buen retrato ...

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  3. El dicho de recogerás lo que siembres, o bien, la parábola del sembrador.

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