jueves, 22 de agosto de 2013

22 agosto: Vamos de REYES

22 agosto: MARÍA, REINA y parábola de un rey
Hoy es un día que ha tenido en el calendario romano diversas connotaciones dedicadas a la Virgen, Fue el día en que se celebraba EL CORAZÓN DE MARÍA.  Luego se ha pasado a la veneración de la Virgen como Reina, y es lo que ha quedado en el calendario litúrgico. Partiendo de la predicación de Cristo sobre el Reino de Dios –que Dios es quien tiene que reinar en los corazones-, María es la Reina, o la primera en ese reino de Cristo y de Dios. No como un título de honores humanos sino como la persona que ha escuchado la Palabra de Dios y la ha vivido:  que eso es el reinado de Dios, o el Reino que Cristo ha venido a traer a la tierra.  Un Rey que sólo acepta ese título en dos momentos: al entrar en Jerusalén como hijo de David, que viene en nombre del Señor (un título mesiánico por excelencia), que se completa y realiza en la Cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos.  Por el contrario, evitó radicalmente aquel intento del pueblo de nombrarlo rey, tras la multiplicación de los panes.
María, asociada a Cristo en la redención, es proclamada juntamente “Reina”, y celebrada como la persona ejemplar en ese Reino, y como quien en su vida nos muestra cómo se llega a ser miembro de ese reino de Dios. De Nazaret a Belén, de Belén a la espada que atraviesa su alma, y finalmente firme al pie de la cruz, bien nos enseña que en el camino mostrado por Cristo, servir es reinar, o no he venido  ser servido sino a servir y dar la vida para rescatar a todos.
Celebramos a María y nos sentimos urgidos por Ella a ser fieles a su Hijo en este Reino que Él vino a inaugurar.

Casualmente tenemos una parábola en la lectura continua en la que el protagonista es UN REY.  Un rey que celebra la boda de su hijo e invita a los súbditos a la fiesta de bodas, que se realiza con un banquete de unión y amistad. Representa al Padre Dios, Rey sobre todo rey, que invita a su Pueblo escogido a incorporarse festivamente a celebrar la obra de la redención que trae su Hijo, y que es LA BODA por excelencia del Dios-Hombre:  JESUCRISTO.
Pero aquellos invitados primeros se excusan; cada uno da sus razones para no acudir, excusas que más ofenden que justifican. Son como un desprecio al rey que invitó, al que dejan a un lado porque ellos quieren hacer otras cosas a su manera.
¿Se queda el Rey cruzado de brazos ante todo esto?  El Rey reacciona enviando a sus emisarios a los “cruces de los caminos” (fuera de los judíos), porque si el pueblo elegido no ha respondido a la elección primera, y ha menospreciado a su rey y a la invitación generosa que le habían hecho, serán otros los que  puedan celebrar la fiesta de esa BODA del HIJO DEL REY. Y así se llena la sala el banquete de otros comensales venidos “de fuera.  El Rey quiere que la fiesta de la redención no quede vacía.  Y de todo el mundo acuden los que han recibido esa invitación. Ahí estamos nosotros. Podemos  sentirnos dichosos, privilegiados, felices, Ahí debemos sentir el gozo y la alegría de esta invitación al Reino (el “banquete” es el símbolo del Reino de Dios; por eso aparece en el Evangelio como colofón de momentos tan importantes como en el regreso a la casa paterna del hijo que se marchó, o Jesús celebra su Alianza definitiva en una Cena-Banquete.
Eso sí: nosotros no tenemos la invitación de cualquier manera. El vestido de bodas que se le exigía al pueblo judío, se nos exige también a nosotros, los nuevos invitados.  Ninguno podemos pretender entrar de trapillo…, “a nuestro modo”, en ese banquete.  El que invita es el Rey y a ese banquete hay que ir con el traje de fiesta.  Siquiera por respeto, si es que no fuera con mucho agradecimiento por la invitación recibida.
La imagen es muy real y muy moderna. Con toda facilidad se confiesan “creyentes” los que –por otra parte- pretenden vestir de cualquier manera y con evidente falta de respeto a REY. La fiebre de la falsa libertad, de la estúpida referencia a la “democracia” (que es totalmente distinta al desmadre), el recurso a que cada uno se entiende con Dos a su manera libre (y que todo vale), equivale a ese presentarse de cualquier manera en el Banquete del Reino. Jesús expresó claramente que no está con Él quien se queda en el “Señor, Señor”, pero no hace la voluntad de Dios…, del Rey sobre todo poder e idea personalista humana, sino que con Jesús [el REINO DE DIOS]  requiere necesariamente practicar de acuerdo con las “normas de urbanidad” que corresponden al que fue invitado,  Y esa “urbanidad” es el respeto sagrado a Dios, a la voluntad de Dios, y al modo de Dios. Otra cosa es hacer de menos al propio REY y pretender estar en el Banquete con l desfachatez del invitado que hace tan a su manera que menosprecia al que lo invitó, y le falta al respeto a los otros comensales que supieron presentarse  con el traje de fiesta.

Jesús quiere poner en claro que en este Banquete (= Reino) no se admiten trampas, medias tintas, vestidos cualesquiera, actitudes personalistas en las que cada cual vaya a ir por libre y a su modo. Y así concluye el relato con esos finales extremosos que utiliza para acentuar una verdad.  Y aquí en concreto concluye que aquel rey se encara con el que se ha presentado tan falto de consideración, y decide que los criados lo saquen de la sala y lo echen fuera. Allí tendrá que acabar tirándose de los pelos el tal individuo, porque ha tenido en sus manos –tan fácilmente- el banquete que se le regalaba, y por una superficialidad suya…, por pretender hacer las cosas a su manera y al margen de lo que era lógico que hubiera hecho quien fue invitado gratuitamente.

2 comentarios:

  1. QUERIDO P. CANTERO: LE REITERO MI GRATITUD Y APOYO POR ESTE LUMINOSO TRABAJO QUE NOS DEDICA CADA DÍA A QUIENES CONSTANTEMENTE ESTAMOS NECESITADOS DE UNA VOZ AUTORIZADA QUE NOS PRESENTE LOS TESOROS DE LA PALABRA DIVINA EN LA IGLESIA. RECIBA MI FILIAL ABRAZO.

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  2. Anónimo1:31 p. m.


    Menos mal que Dios es el diseñador de moda y es el que determina si
    vas vestido a doc al banquete y no los hombres ;porque si fuéramos
    nosotros nunca acertariamos con la prenda adecuada.
    Ya no es una cuestión de urbanidad o de civismo ir bien o no vestido
    sino de salubridad ..de ahí lo trascendental de la confesión aunque muchos no lo crean.

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