sábado, 24 de agosto de 2013

24 agosto: Maestros, padres, jefes... y fariseos

24 agosto: GRANDES LUCES DE JESÚS
El Evangelio de hoy es una advertencia seria de Jesús sobre los doctores de ley y los fariseos, que se habían erigido en los mentores y guías de un pueblo religioso, que adora al Dios de Israel. Dios había puesto sus enseñanzas y las había ido concretando a través de siglos. Como en toda situación, surgen unos hombres (no digo mujeres, por estar hablando en cultura judía) que extreman las cosas y se apropian un liderazgo religioso que en realidad va degenerando en secta o facción extremista, “en nombre de Dios”.  Tras ese velo se oculta otra realidad: bajo el señuelo de maestros del pueblo, en realidad acaban creando un entramado en el que se manipula lo esencial, lo enseñado por Dios, y se crea el “propio cortijillo” donde surge un despotismo con tintes espirituales, pero “barriendo para dentro” en provecho propio.
Jesús –aunque más de una vez les tuvo que corregir porque en ese proceso habían manipulado –y aun eliminado-  el propio mandamiento de Dios, sabe que son los que mantienen en el Pueblo la lectura de las Escrituras, con las pobres explicaciones y aplicaciones que daban.
En consecuencia Jesús, con gran prudencia no aparta a los fieles de aquellas enseñanzas, cuyas bases eran la Palabra Sagrada. Y dice a las gentes que “vivan según la enseñanza que les trasmiten los escribas y fariseos”. Pero a su vez muestra su rechazo a la vida que se han montado aquellos dirigentes para su provecho, su influencia y su dominio. Por eso advierte Jesús al pueblo: Pero no actuéis como ellos actúan. Porque ellos ponen cargas muy duras e insoportables sobre los demás, que no son ellos capaces ni de rozarlas con un dedo.  Todo lo que hacen es para que los vea la gente. Buscan reverencias y primeros puestos.   [Ya este párrafo de Jesús merece la pena subrayarlo, porque está diciendo una verdad pasmosamente clara en la que más de uno tenemos que mirarnos, Y sobre todo en todos los que –de una u otra manera- estamos metidos dentro de una referencia religiosa].

Continúa Jesús con su estilo, ya tan conocido, de poner la explicación tan en el extremo, que realmente llame la atención y obligue a bucear su sentido. Dice Jesús que  a nadie llaméis maestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Maestro, y los demás sois hermanos. Y a nadie llaméis “padre” e la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: DIOS. Y no os dejéis llamar “jefes”, porque uno solo es vuestro Señor: Cristo.
¿Quiere decir que Jesús elimina tres palabras de todo diccionario? ¿Quiere decir Jesús que en adelante un hijo no puede llamar “padre” a su progenitor?  Hay un principio hermenéutico que enseña que lo que mucho prueba, nada prueba.  Y si esas expresiones de Jesús (como cuando dice de arrancarse el ojo o cortarse la mano), dicen tanto en sí que –tomadas al pie de la letra- no dicen nada.  Pero a un andaluz le puede valer una exageración para comprender mucho mejor una cosa. ¡Y no digamos a un pueblo oriental que vive de imágenes y desconoce conceptos mentales!
Los fariseos y doctores y sacerdotes habían construido una tela de araña para que cayeran ahí las buenas gentes y ellos se provecharan. Sus apariencias de gente superior, sus mejores conocimientos de las Escrituras (que habían estudiado) y sus falsos paternalismos para esquilmar a las viudas, ponían en ridículo a ellos que querían ser llamados “maestros”, “jefes” o “padres” para sacar sus privilegios de casta.
Jesús ataca por ese flanco: “no llaméis “maestro”  nadie en la tierra”. Y Jesús está liberando a la gente sencilla de un despotismo de aquella casta que había hecho de la Religión una ventaja, un provecho.
Es evidente que más de uno leerá con gusto esta explicación…, y empezará a hacer de trinchante para buscar “objetivos” en los que volcar sus ciertos resentimientos, resabios, acusaciones.  Admitido todo lo que en ello sea verdadero, contrastado, constructivo…, en orden a aportar algo mejor. Pero se debe partir de ese principio que Jesús estableció una vez: “el que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.  Y no tiraron ni una. Y se retiraron con el rabo entre las patas, empezando por los más viejos,
El tema, pues, nos pone a todos en pie, en revisión.  Puedo ser llamado JEFE… pero un jefe que no barre para sí sino que conduce a algo mejor.  Y Jesús constituyó a Pedro “jefe”…, o Pastor-jefe (cuando te hayas consolidado, conduce a tus hermanos).  Puedo ser llamad PADRE, cuando doy vida, cuando educo, cuando corrijo, cuando alguien necesita ese apadrinamiento que yo le puedo dar y le debo dar. La figura del verdadero padre es la más noble que puede aportarse en la vida de una familia. Padre o madre, son los baluartes de una familia, de una sociedad, de una felicidad donde se vive el completo de la obra de Dios.  Puedo ser llamado MAESTRO cuando ayudo a hacer hombres más maduros, más cultos, más dispuestos a hacer avanzar el mundo desde las artes, la cultura…

 Cuando cada uno entremos en esa dinámica constructiva, más que buscar las pajas de ojos ajenos –y la Iglesia vaya delante de ese movimiento constructivo-, estaremos realizando LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, esa que toma el evangelio sin sordinas…, que lo toma primeramente para sí, y que desde ahí expande sol y vida, sal y fuego en el mundo que vivimos.

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