jueves, 15 de agosto de 2013

15 agosto_Las mil Vírgenes

15 agosto: ASUNCIÓN DE MARÍA
Hoy es un día que resuena en la Iglesia con aires de gran fiesta. Aún antes de que Pío XII proclamara el hecho como dogma de fe, ya era vox populi y fiesta litúrgica la ASUNCIÓN DE MARÍA EN CUERPO Y ALMA AL CIELO.
La liturgia desarrolla la idea con tres lecturas: la primera revela un portento especial que se desarrolla en el Cielo y en la Tierra. En el Cielo está LA MUJER (término bíblico muy significativo para expresar a la Mujer asociada a la Redención. Esa Mujer está vestida de Sol; la Luna está bajo sus pies, y le orla una corona de 12 estrellas.  Todo un portento superior a todo lo humano.
Frente a Ella, ya en la Tierra se alza el Dragón, serpiente infernal, para hacerle la guerra; primero la pretensión de mancharla a Ella con su baba de maldad; pero –sobre todo- impedir que llegue a dar a luz al Hijo de sus entrañas.  En esa guerra –nos muestra el libro del Apocalipsis- interviene el poder de Dios para arrebatar al Hijo al Cielo, y San Miguel para luchar contra el Dragón en la Tierra. El Dragón es derrotado y en el Cielo se oye una gran voz: ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios y el mando de su Mesías.  Todo irá hoy en un sentido traslaticio hacia María, que es el propio canto de alabanza a Dios que se ha verificado en esa maravilla de la Mujer que es liberada y llevada al Cielo.
La segunda lectura nos lleva al inicio de ese camino: la Resurrección de Jesucristo, que abre camino a la resurrección de todos los demás, cada uno por su orden (dice Pablo).  El primero fue Jesús y después quien más asociada estaba a esa obra salvadora de Jesús. Sin nombrarse a María (que no era el objeto ni el momento del raciocinio del Apóstol), la liturgia ve evidente que por su orden, la primera es Ella. Cristo tiene que reinar…, y el último enemigo aniquilado es la muerte.  De ahí que María –como símbolo esencial de esa victoria sobre la muerte- sea llevada al Cielo en cuerpo y alma, antes del momento final.
María reconoce –Evangelio- la inmensa maravilla que Dios ha realizado en Ella y prorrumpe en un himno de alabanza a Dios, porque puso los ojos en la esclava…, porque escogió al débil y al pobre…, porque hizo en Ella maravillas.
La Liturgia ha expresado así los aires de fiesta para este día…, para ese gozo hondo del creyente que halla así elevada a la Virgen Santa.

Cuando Pio XII declaró el dogma para toda la cristiandad, expresó la ayuda que debería llevar consigo esa mirada a la Virgen que SUBE. Bien sabemos que no se trata de que el Cielo sea un espacio “arriba”, pero todos tenemos asociada la mirada hacia arriba a una elevación del pensamiento. Y cuando el mundo camina mirando a la tierra, como los irracionales de cuatro patas, es menester ofrecerle una imagen que se eleva… A ver si así –con ese imán que atrae hacia arriba- se eleva el pensamiento de la humanidad.
El mundo camina con el sentido puesto en el dinero y el poder. Eso se constituye en la razón de hacer y actuar. No importan los medios ni se detiene ante principios éticos ni morales, ni sociales.  El sexo, como comercio, como explotación, como cebo, es la moneda de cambio para alcanzar objetivos mafiosos de aplastamiento humano para ventajas económicas de los promotores.  No hay frontera, no hay límite. Y lo terrible es que el mismo procedimiento vale para destruir Estados, manipularlos, someterlos, colonizarlos…; para destruir economías autóctonas…, para explotar personas (–incluso niños-, el objetivo más indefenso)… Todo un mundo que repta en el lodazal de las pasiones humanas desbocadas.

A levantar la mirada, a establecer en el corazón un movimiento ascendente que se despegue de tanta zafiedad, la Virgen María, llevada al Cielo en cuerpo y alma en las alas de los ángeles, nos atrae la atención hacia arriba.  ¡Falta hace!  Porque cuando un mundo pierde la mirada que le une a sus valores humanos -siquiera humanos- también pierde su dimensión racional…, su esencia espiritual.  Sea María llevada al Cielo un fuerte imán que nos atraiga hacia esas alturas que nos dignifican.

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