viernes, 15 de febrero de 2013

Viernes de Ceniza. y seguimos con Judas


EL AYUNO ES SABER AMAR
          Las lecturas del Viernes de ceniza se pueden concretar en esa sola palabra; el ayuno que agrada a Dios es SABER AMAR
             “Saber amar” presupone doblegar el amor propio. Hasta evitar  el prurito de querer saberlo todo, tener explicación de todo y querer poder tener la explicación de los reductos inescrutables que se encierran en el cofre de los misterios de Dios.  Todos esos aspectos que se pueden pretender hacer “a gloria de Dios”, no son de Dios ni agradan a Dios.  Porque lo que Dios quiere es la inmensa libertad del alma que no se esclaviza ni siquiera a las dudas que uno no puede resolver. ABRIR TANTOS CEPOS interiores y exteriores que nos esclavizan y desaniman, para vivir un AMOR LIMPIO que no intenta saber más allá. Y se queda en el AQUÍ ESTOY, humilde ante Dios.
             Lo mismo que Jesús repite a las dudas de los discípulos de Juan ante el no ayunar de los apóstoles. Sencillamente ellos están viviendo el AMOR DE UNA FIESTA DE BODAS, y eso –dice Jesús- no se lo voy a negar… Ya les llegarán tiempos de soledad y sufrimiento, sin buscarlo.  Que vale mucho más que el añadido postizo de un ayuno.  [La Iglesia lo está viviendo, y más duro cuando surge de dentro que el que viene de fuera. Así lo ha dicho el Papa. Y esto es para aplicárnoslo todos. Pero todos].

LA VENTA DE JUDAS
             Podemos calcular el día que correspondería a nuestro miércoles santo, que era el día de reunión del consejo secreto del Sanedrín. Algunos autores suponen que Judas se presentó al acabar esa reunión. La libertad de movimientos del “administrador” del grupo le facilitaba aquellos “apartes” sin llamar la atención. Y como su alma envenenada huía ya del grupo, la verdad es que no caía en falta.  Casi que se liberaban cuando no estaba Judas.  Osco, huidizo, como fiera herida  porque su orgullo era excesivo, lo preferían más lejos que cerca.
             Otra cosa son los sentimientos de Jesús.  Aquí se pone en activo el dolor del pastor bueno al que se le va una oveja…, a la que Él quisiera traer al redil sobre sus hombros, a la que por nada quisiera perder.  Pero esta oveja no se deja coger.
             Por otra parte, los amigos de Jesús en el Sanedrín o Consejo de ancianos judío, han prevenido a Jesús del encuentro de Judas con los sacerdotes.  Y que Judas ha acudido como hombre despechado a buscarle un escarmiento fuerte a Jesús, a ver si lo retira de la vida pública e influyente.  Judas, en su ofuscación, puede no haber calibrado la gravedad de su acto, pero lo que los sacerdotes han urdido bajo aquella compra de treinta monedas, ha sido la prisión de Jesús con la seguridad de que no se le escapa ahora.  Y que en el corazón de los sacerdotes lo que hay es una decisión tomada de llevar a Jesús a la muerte.
             Cuando aquella tarde se reúnen todos en el retiro de Betania, Judas parece esconderse. No está su conciencia en paz, y su terror es que le puedan descubrir su fechoría.  Los demás lo están viendo tan raro, tan osco, que casi no le hacen caso. Lo que están es hartos de un hombre que amarga la convivencia.
             Jesús no lo deja solo y se va directamente a él: Judas: estás preocupado; te pasa algo. Entiendo que vienes así desde aquel día del banquete. No había nada contra ti;  sólo quería que se valorara la acción de María..
             Judas no parece oír. Lo único que desea es  estar solo y, si le fuera posible, huir.  Jesús no quiere dejar a aquella oveja que se empeña en despeñarse, y le vuelve a preguntar: ¿Te pasa algo? ¿Estás preocupado por algo? ¿Te puedo ayudar en algo?  Para un hombre que llevaba ya dentro a Satanás…, que estaba encendido en odio… (aunque habría que pensar si no era odio a sí mismo), más se envenenaba cuanto más cariño ponía Jesús y más deseo de ayudarle a desembuchar su veneno almacenado…, aquellas monedas que llevaba en su faltriquera y que le tenían que quemar más cuanto que más cercano se le ponía Jesús.  No hay peor sufrimiento que el del gusano de la conciencia, que roe y roe…, pero ni se muere ni mata. San Ignacio en sus Ejercicios llega a expresar el tormento del infierno como el gusano de la conciencia que no acaba.  Ese infierno lo estaba sufriendo Judas. Lo que pasa es que no quiso liberarse, teniendo tan a la mano a un pastor que quería recogerlo sobre sus hombros y reconducirlo al redil.  Pero él ya había cometió su fechoría y en su soberbia, no tuvo ya agallas para dar marcha atrás.
             La tarde noche de ese miércoles debió ser un infierno para él, un profundo dolor para Jesús (que veía perderse sin remedio a aquel hombre que Él mismo había elegido para tan alta misión).  Seguro que Jesús ya no pretendía su propi liberación; aunque Él fuera ya a la muerte, quien le preocupaba era aquel apóstol que se perdía… Y debió ser en los compañeros una mezcla de despecho, irritación y dejarlo ya como cosa perdida.
             El jueves es el día que se ha venido señalando tradicionalmente para la Cena de Jesús con sus apóstoles. Y por tanto ya estaba encima.  Y la situación no facilitaba demasiado.  Incluso habría ya que tener precauciones para dificultar a Judas la realización de sus planes en ese Jueves.   Jesús ya las había tomado a través de aquellos amigos que le advirtieron, y cuando llegó el momento… 

1 comentario:

  1. José Antonio7:45 p. m.

    Ese ayuno de "saber amar", lo entiendo en mi caso como un desnudar el propio ego para integrar (empapar nuestro ser) en nosotros ese Amor de Dios, un Amor que ha de llevarnos a renunciar a todo lo superficial, a lo superflúo, pues lo nuclear está en el auténtico y verdadero encuentro del hombre con un Dios que lo ama y que da sentido a nuestra vida (en ese Amor, la Cruz debe hacernos crecer). El sentirnos amados por Dios, debe hacernos humildes con los demás pues la gratuidad de ese Amor que el Padre nos da sólo se entiende desde la pequeñez del corazón. El despojarnos del "yo" para abrirnos al Amor de Dios, ha de ser nuestro propósito de Cuaresma. Sólo desde ese Amor podemos sembrar el Reino de Dios.

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