viernes, 8 de febrero de 2013

San Marcos, capítulo 2


”Se supo que estaba en casa”
          La expresión que utiliza el evangelista nos deja ver que Jesús –que no tiene donde reclinar su cabeza, ha establecido “su casa”…, su punto de referencia, en la casa de Simón, pegada a la sinagoga de Cafarnaúm.  Allí fue donde todo el mundo lo buscaba cuando Jesús hubo de dejar ese mundo propicio para ir a otros ligares, porque para eso había sido enviado.  Ahora regresa allí tras su periplo por lugares de Galilea. Y, como es natural, las gentes que se quedaron entonces sin disfrutarlo, en cuanto que se supo que estaba en casa, allí se vinieron, allí se agolparon, y mucho más numerosas que antes porque la fama de Jesús había corrido como la pólvora.
             Un paralítico ha sabido que Jesús estaba allí y piensa que es llegada su oportunidad. Claro: ni él puede ir, por su parálisis, ni pueden cargar con él dos personas solo, llevando sus parihuelas o camilla.  Pero sí hay amigos capaces de tomarse a pecho aquella situación del amigo y se deciden a llevarlo adonde Jesús.  Lo que pasa es que al llegar se encuentran que no tienen por dónde entrar, dado el gentío que se agolpa  al a puerta. Eso causa desasosiego al enfermo, que ve la imposibilidad de llegar hasta Jesús. Pero aquí entra la imaginación y la constancia de quienes empiezan una obra con cariño y deseo de llevarla a buen fin. Investigan la manera y descubren el portón trasero de la vivienda, seguramente el espacio de huerto, típico de las casas judías, con su higuera en medio.  Y por allí rodean con el enfermo, y a la manera que fuera, hablando con quien fuera, se toman el trabajo de subir con la camilla hasta el terrado, que caía exactamente sobre el porche desde el que hablaba Jesús.
             Los terrados –a lo que puede deducirse- tenían el piso de lascas de cierto tamaño.  Y no cortos ni perezosos empezaron a quitar las que calcularon acertadamente que estaban sobre el lugar que ocupaba Jesús. Jesús seguía hablando a las gentes, una veces más en directo y otras con sus parábolas, muchas de esas que los evangelistas agrupan en capítulos expresos, pero que evidentemente las fue pronunciando a través de sus diversas enseñanzas y lugares.  Jesús notó claramente que le caía tierra encima. Miró y observó aquella operación de unos hombres llenos de fe y buena amistad. Y expresamente se admiró de la fe de ellos.  Sería fe la del paralítico (que por eso quiso ser traído), pero hay esa otra fe operativa, la que se toma los trabajos para que la fe no se quede en ideas ni sólo esperanzas de sacar algo, sino la fe que actúa y –actuando- da concreción a la fe.  A mí me suele causar cierta pena la persona que no da un paso…, pero espera que Dios le solucione… No hace por corregir, pero aguarda que Dios la corrija por arte de milagro.
             Jesús se admiró de la fe de ellos.  Dejó su enseñanza a la gente de fuera y se quedó observando aquella cuidadosa y delicada operación. Porque ahora había que bajar al lisiado con cuerdas, y había que mantener tal equilibrio en los cuatro extremos que no se fuera a volcar la camilla y que diera con el pobre amigo en el suelo de manera violenta, cuando él no hubiera podido valerse para nada.
             Por eso el enfermo bajó con una cara de hombre asustado, con los ojos muy abiertos, fijos en Jesús, como quien ya está suplicando antes de llegar…, porque en ese momento era primordial llegar sano y salvo. Y esos ojos muy abiertos también, fijos en Jesús, porque tampoco le podía constar si su osadía y la de sus amigos, interrumpiendo lo que Jesús hacía, podía ser bien acogido por Jesús.
             Para Jesús la urgencia es siempre la que tiene inmediata, y para Él no hay en un determinado instante más que la necesidad que tiene delante. Eso no significa que los procedimientos de Jesús coincidan con los nuestros, y que entendamos nosotros a la primera el proceso mucho más completo que Jesús quiere llevar en nosotros. ¿Qué buscaba el enfermo?  Evidentemente su curación. Era su idea primordial y directa.  Pero Jesús va a cambiar el chip, y en vez de decirle que lo cura le sale por donde menos esperaban él y sus amigos: Hijo; tus pecados están perdonados.  De hecho aquel perdón tenía un recorrido mucho más largo en una mentalidad judía en la que la enfermedad es consecuencia de haber pecado. Si se le perdonaban los pecados es que se le estaba curando. Pero el paralítico no debió quedarse muy satisfecho porque él necesitaba oír otra cosa…, y Jesús se le había ido por las nubes…
             Jesús “mataba dos pájaros de un tiro”. Porque alí estaban los fariseos, los doctores de la ley, los puritanos, los cerrados de mollera, los enemigos directos de Jesús.  Y lógicamente cogen el rábano por las hojas, y sin más, piensan: Éste blasfema, porque sólo Dios puede perdonar pecados.
Jesús se dirige a ellos con pena: ¿Por qué pensáis así? ¿Qué os convence más: si digo “perdonados son tus pecados” o si le digo al enfermo” Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa?  El paralítico estaba en ascuas. Aquello ya le sonaba a él de otra manera… Y Jesús pasa del dicho al hecho y les dice a los fariseos: Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados –otra vez, “dos pájaros de un tito”- se dirige al enfermo y le dice esas palabras maravillosas. El lisiado hace por ponerse de pie, aún dudando de poder… Pero sus pies responden… Sus músculos responden… Se pone en pie… Asienta los pies, como asegurándose… Pega un salto de admiración, coge su camilla a cuestas y sale por entre la gente entre gritos de alegría.  Y no menos los cuatro “observadores” del tejado, que por más que lo llaman para que los espere, no logran hacerse oír. En parte por los mismos gritos de alegría del que ha sido curado. Y en parte porque la gente está pasmada y también grita, fuera de sí, por la doble realidad que acababa de presenciar.  De los fariseos no se dice ni palabra. La imagen del perro con el rabo entre las patas, me hace pensar en ellos en este momento.

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