miércoles, 6 de febrero de 2013

ORANDO DE VERDAD


Madrugada de oración  (Mc 1, 35-38)
          No había sido por otro motivo que Jesús se eligiera el lugar más cercano a la puerta, sino el poder salirse sin ser advertido en esas horas tempraneras en que el alma busca ese espacio de “desierto” en que se hace más íntima la comunicación con Dios.  Jesus salió silenciosamente, se fue hacia el portón de entrada, procurando que sonara lo menos posible y se salió al descampado, apartado de cualquier mirada, y allí se puso en oración, explayando su alma ante Dios.
             Cuando se tiene experiencia de oración, se sabe que ese tiempo es un adelanto de cielo. No hay ruidos, no hay algo que distraiga. Todo favorece para dejarse caer ante Dios y dejar a Dios hablar.  Porque la realidad de la oración verdadera es la que el alma va a escuchar a Dios, a dejar que sea Dios quien lleve la dirección de esas comunicaciones.  Por supuesto que uno mismo interviene, pero no yendo por delante, ni pretendiendo “imponer” el problema propio, “mis cosas”, sino para dejar que Dios vaya llevando al alma.
             Alguien se preguntaba cómo Jesús era llevado por el Espíritu Santo… Tan sencillo como que Jesús oraba desde su plena humanidad; que el Evangelio nos muestra muchas ocasiones en que Jesús estaba haciendo algo y cuando entra en su oración ante Dios, Dios “le cambia el paso”, porque ESO ES LA ORACIÓN: ponerse a la escucha de Dios, no llevar nada de antemano en el zurrón, o estar abierto a que lo que uno pensaba hacer, pude salir por otro sitio absolutamente diverso.
             Pongo un ejemplo: José se fue aquel aciago día a la cama con el pensamiento puesto en huir. No veía otra manera de salvar la situación. Cuando Dios le habla desde la oración misteriosa “del sueño”, José sale en la dirección absolutamente contraria a la que él había concebido. ESO ES HACER ORACIÓN…, o para decirlo bien: eso es dejar que el Espíritu ore en nosotros con gemidos inefables.  Y entonces todo se cambia en función de la escucha de Dios y la obediencia a Dios.
             Jesús, en esta ocasión había salido a su oración, se había puesto en la presencia de su Dios. No consta si  –en sus propios pensamientos- hubiera seguido allí donde tenía un auditorio propicio, una labor comenzada y abierta a múltiples posibilidades de su misión mesiánica.  Jesús oró, oró de verdad, dejó que el Dios del Cielo manifestase su plan… Y Jesús ya se plegó a la nueva realidad.  Cuando Simón lo busca y lo encuentra en el rincón menos visible –mientras tanto ya se han venido hasta allí las gentes admiradas del día anterior- y le pregunta cuándo te has venido aquí y le advierte que ya tiene esperando a muchos que le buscan, Jesús se levanta de su oración y le dice a Simón: Vamos a otro lugar, porque para eso he venido.  De seguro que Simón no comprendía.  Si quería hacer el bien y predicar el reino de Dios, ¿por qué no aprovechar lo que tiene allí ya a la mano, dispuesto, favorable, preparado?  Sencillamente porque la oración auténtica que se encuentra con Dios, no puede nunca tener cerrado un plan, porque Dios nos cambia el paso a cada momento, porque Dios no busca ni nuestra eficacia, ni los frutos, ni los milagros, ni las demostraciones mesiánicas.  Dios busca el alma que escucha y obedece, el alma, cuyo sentido de vida es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica…; no tanto los heroísmos cuanto hacer siempre lo que agrada al Padre.
             Así fueron tantas madrugadas de Jesús. Así tantos momentos de su oración. Así la escucha de la Palabra de Dios…  Que ésta es la “madre”, el núcleo, el punto radical del verdadero orante.
             Yo sé por mí mismo, y lo veo en muchas personas devotas, que somos unos enamorados de la Palabra de Dios;  que la manejamos como “meditación”, y que acabamos, cerramos el libro…, y ¡hasta mañana, si Dios quiere!   Veo quienes tienen la Palabra de Dios como dardo arrojadizo, defensivo u ofensivo para apoyarse en sus creencias.  Y yo mismo me quedo pensando si he escuchado a Dios para saber lo que debo hacer de acuerdo con Dios, o si he ido a “atrapar” a Dios para que me sirva de argumento de mis cosas…  ¡He aquí una urgencia del discernimiento!, la necesidad  ¡tantas veces! de que alguien desde fuera pueda calibrar la pureza de mi pensamiento o sentimiento…
             Por eso, los ratos de la oración de Jesús, a solas…, empezando por el misterioso Nazaret, siguiendo por los primeros pasos que da tras el movimiento espiritual de un “bautismo de penitencia”…, su paso a Galilea en los comienzos…, la otra ocasión en que –tras la multiplicación de los panes- despide a sus apóstoles y Él se retira a solas…, y hasta la misma agobiante oración del Huerto…, a mí me causan una fuente impenetrable de riquezas espirituales, porque Jesús no está jugando a orar… Está buscando el encuentro con Dios en las más dispares circunstancias, porque cada vez necesita que sea Dios quien le marque la dirección del paso siguiente.  ESO ES ORAR.

2 comentarios:

  1. Fiarse de Dios es fundamental. Es el mejor camino. El más seguro. El problema es que a veces uno no está seguro de si es Dios el que te habla, y entonces se duda.

    Es necesario tener una relación PERSONAL de tu a tu con el Señor. No basta a veces, sólo el leer la Palabra, sino el ponerla en práctica dentro del contexto de esa relación con Dios, personal e individual.

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  2. Ana Ciudad8:22 p. m.

    En Nazatet todos conocen a Jesús.Le conocen por su oficio y por la familia a la que pertenece;es el artesano, el hijo de María."Y LLEGADO EL SÄBADO SE PUSO A ENSEÑAR EN LA SINAGOGA".Las gentes de Nazaret quedaron sorprendidas de su sabiduría.Uno que les ha arreglado los aperos de labranza,que les ha construido muebles y cuanto se estropeaba les habla con autoridad y sabiduría.Sólo ven en Él lo humano,la normalidad más completa.Les cuesta trabajo descubrir al Mesías dentro de esa normalidad.Los habitantes de Nazaret SE ESCANDALIZARON DE ËL.La Virgen,no.Sabe que es el HIJO DE DIOS,su hijo.Ella lo comprende bien.

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