martes, 12 de febrero de 2013

El sábado para bien del hombre (Mc 2, 23-28)


LA NOTICIA DEL DÍA Y DE SIGLOS 
«Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

La persecución
             No hay peor enemigo que el fanatismo, o el egoísmo fanático, la seguridad de sí mismo, la mala fe.  Y todo eso se daba en los fariseos en cantidades industriales. Y por supuesto que, siempre, en nombre de Dios, en defensa de la gloria de Dios.
             Habían perdido la batalla en su juicio peyorativo de Jesús por comer con publicanos pecadores.  Tampoco habían salido con la suya cuando vienen los discípulos de Juan a presentar su cierta extrañeza de que los discípulos de Jesús no ayunan mientras ellos y los discípulos de los fariseos sí lo hacen.
             Vienen ahora por un camino, entre sembrados, Jesús y sus discípulos y, bien porque tienen hambre –como señala otro evangelista- bien como algo que hemos hecho cuantos hemos tenido relación con el mundo rural, viven el gusto especial de coger unas espigas al paso, triturarlas entre las manos y comerse unos granos.  Allí aparecen de improviso los fariseos para recriminar a Jesús lo que hacen sus discípulos.
             Jesús ni asiente ni disiente. Simplemente les lleva hasta ese adorado personaje de los judíos, David, tronco mesiánico.  Pues David –le recuerda Jesús- viene de una batalla con un puñado de hombres exhaustos y llegan a casa del sumo sacerdote Abiatar a pedir comida. El sumo sacerdote les dice que no hay más pan que el que ha sido consagrado al Señor. Y David lo da por bueno, lo toma y comen.  Eso sería una profanación. Eso tendrían que abominarlo los fariseos, si mantienen la línea crítica que tienen con Jesús.
             Pero los fariseos se callan como muertos, porque no tienen respuesta.
             Y Jesús acaba llegando a la base misma de la cuestión: es que el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
             El sábado y su descaso sabático fue una gran inspiración de Moisés bajo la luz de Dios. Al modo que Dios el séptimo día descansó, el ser humano necesita igualmente su descanso semanal, como higiene laboral. El sábado, dentro de ese sentido religioso que Dios da a todo lo humano, es la oportunidad de descansar para honrar a Dios y para relajarse de los trabajos y fatigas.  De ahí a la ridícula interpretación farisaica hay una distancia total. Ha hecho Dios el sábado para servicio y bien del hombre, y no como el corsé que impide moverse al ser humano en su vida.

             He aquí toda la inmensa fuerza de la ley divina frente a tanta casuística humana. En este terreno y en todos los demás.  Hasta que el creyente en Dios no comprenda que Dios no atosiga ni encorseta sino que esponja y libera, será muy difícil comprender el sentido auténtico de la fe, y la nueva realidad –el nuevo plazo- que ha venido a traer Jesucristo…, el vino nuevo que no puede contenerlo el odre antiguo.  Claro: esta lección es la más difícil que queda por aprender. Y es que en el fondo los seres humanos hemos pretendido encontrar en la fe “nuestra seguridad”, nuestros pies asegurados sobre la tierra, y no nos hemos tragado –como ya enseñó Pablo VI en el anterior “año de la  Fe”- que la fe es un riesgo, y que por tanto no es “nuestra seguridad” sino nuestra exigencia.
             Lo farisaico es muy claro: haciendo esto y esto y esto, ya somos buenos y ya tenemos a Dios contento.  Lo cristiano y evangélico es saberse ante un pozo obscuro, sin ver el fondo, y saber que te dice una voz: “tírate”. Y uno se tira sin saber ni adónde llegará, ni cómo…, pero plenamente seguro de que saldrá la mano de Dios para sostenerme.  Y esto es muy difícil de tragar.  Por eso conservamos tantos miedos, tantos intentos de una “póliza de seguros” para que Dios no nos coja…;  por eso queremos quedarnos donde estamos y no dar un paso más largo…  Por eso vivimos muchas veces la esclavitud en vez de la libertad que nos ha traído Cristo.
             Por eso para Jesús el sábado debía ser un instrumento para el bien del hombre, y no un hombre atrapado por las leyes del sábado. PORQUE EL HIJO DEL HOMBRE ES TAMBIÉN SEÑOR DEL SÁBADO.  Que todo esto es mucho más largo de lo que está ahí…, ¡por supuesto!  Pero hoy nos puede quedar –siquiera- como puntos de reflexión.

4 comentarios:

  1. Los adventistas del séptimo día afirman que el día de descanso es el sábado porque así lo dice la Biblia, y que todo aquel que viole el sábado está pecando contra Dios. Esto están creyéndolo hoy muchas personas, incluso en España, que pertenecen a la llamada iglesia adventista del séptimo día.

    Desgraciadamente ellos no han obtenido la luz de comprender que eso no es así, y que la misma Biblia da pruebas más que suficientes de que el día de descanso de los cristianos es el domingo, desde que Cristo resucitó en domingo, el primer día de la semana.

    El sábado no ha sido abolido, sino que ahora el sentido del sabath judio ha encontrado su plenitud en Cristo.

    Ya tampoco tenemos que descansar porque hay que cumplir con el domingo, sino porque Dios nos enseña que eso es bueno, y debemos ser buenos cristianos, no buenos cumplidores de las normas para quedarnos tranquilos.

    Los adventistas viven esclavizados al sábado, al igual que lo vivieron los fariseos de su día, y todo porque uno creyó tener una revelación y fundó esa secta.

    Los protestantes evangélicos nos miran y nos tienen por personas que hacemos obras buenas para hacernos los buenos delante de Dios, y presentarles nuestros méritos a modo de pago por nuestra salvación, sin embargo, el católico que profundiza en su fe, sabe que no es por nuestros méritos, sino porque Cristo murió por nosotros y por El es que nuestras obras son aceptadas por Dios.

    ¿Puede ser que alguno no se haya dado cuenta de este pequeño detalle en la Iglesia de hoy? Personas que van a la Iglesia, que rezan, que hacen esto y aquello, deben saber que la fe en Dios es mucho más grande que todo eso.

    Que la buena noticia es que El ha dado su vida por nosotros para que tengamos vida eterna, y ahora sólo nos resta creer y obrar de acuerdo con nuestra fe. Sin ataduras, ni esclavitudes absurdas. Libres.

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  2. Ana Ciudad4:50 p. m.

    Leyendo el comentario del padre,me viene a la cabeza la necesidad del descanso.Dios al finalizar la Creación,descansó el septimo día.
    Nuestra vida,que es también servicio a Cristo,a la familia,a la sociedad está repleta de trabajo y dedicación a los demás.Por eso no podemos extrañarnos si experimemtamos la fatiga y sentimos la necesidad de descansar.En el tiempo libre recuperamos fuerzas para servir mejor y evitamos daños innecesarios para la salud que entre otras cosas repercutirían en quienes nos rodean y en la calidad de lo que ofrecemos a Dios.Pero hemos de distraernos,santificando esa pérdida de fuerza,amando a Dios en la fatiga.Nos consolará,de modo muy particular,acudir al Señor,que en tantas ocasiones terminaba sus jornadas extenuado.Ël nos comprende bién.

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  3. Anónimo7:55 p. m.

    Ana: hay una salvedad a su comentario por otra parte perfecto y con el que coincido en todos los casos cuando lo que hemos de hacer es relativamente rutinario y puede esperar al día siguiente.
    Cuando vemos la necesidad urgente de nuestro prójimo, por ejemplo en el caso de catástrofe, de epidemias etc. ¿Nos estaría permitido descansar? - Sabemos que no, y hemos tenido el ejemplo de santos que se han dejado la vida sirviendo a los demás, Todo depende de cómo evaluemos la necesidad de nuestro projimo.

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  4. Ana Ciudad12:25 p. m.

    Estimado Anónimo:Me alegra haga esa reflexión a mi comentario.Ni que decir tiene que ante una catástrofe o epidemia,debemos demostrar nuestro amor a nuestros semejantes,y si no es posibble descansar ,no se descansa;lo importante es estar al lado de quién nos necesita,en vela.Ya le cantamos al Señor:MI CANSANCIO QUE A OTROS DESCANSE.
    Sin hacer ningún de orgullo,tengo entre mis antepasados,un santo,que dedicó su vida entera al servicio de los pobres y abandonados:SAN JUAN DE DIOS,Juán Ciudad.

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