domingo, 9 de diciembre de 2018

9 diciembre: Hacia la verdadera Navidad


Liturgia:
                      Llegamos al 2º domingo de adviento  en el ciclo C y aparece la figura de Juan Bautista, el precursor del Mesías, el que viene a preparar los caminos por donde entre el Salvador. Tanto en la 1ª lectura (Baruk 5,1-9) como en el evangelio (Lc.3,1-6) aparece la consigna típica del adviento: enderezar los caminos para la llegada del Señor. Es voz que grita en el desierto y que se hace acuciante en aquellos momentos de Juan Bautista: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Elévense los valles, desciendan los montes y colinas, y que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale, con ese sentido figurado que está expresando una realidad de la vida de un pueblo y de cada persona en particular, que tienen –o que tenemos- que preparar la llegada del Señor. Hay obstáculos en esas sendas por las que transitamos. Hay soberbias o “montes” que necesitan abajarse; hay baches en la vida de cada uno, que tienen que rellenarse de buenas obras. Hay vericuetos torcidos por los que no caminamos derechamente según el deseo de Dios… Todo eso tiene que enderezarse para que el adviento no quede en balde sino que realmente nos conduzca a una novedad mejor en nuestra vida, con la que dejemos que la venida diaria del Señor sea una realidad, y al mismo tiempo nos estemos preparando para ese momento de encuentro definitivo personal en el que tenemos que encontrarnos con Jesucristo.
          Las características que se señalan de esa venida es la bondad y la misericordia…; la justicia por la que Dios quiere hacernos personas justas, centradas, abiertas a la gracia, y así hacer patente la misericordia con la que el Señor se viene acercando a nosotros, que ha puesto de manifiesto la 1ª lectura, que exhorta a Jerusalén a ponerse en pie para esperar con el corazón bien dispuesto al Mesías salvador, que viene.
          La otra característica en la se nos quiere hacer hincapié es en la respuesta de amor al amor de Dios (2ª lectura Fil.1,4-6.8-11), que provoca en nosotros confianza en que Jesús, que ya vino en su momento, nos quiere atraer hacia sí para presentarnos debidamente preparados ante la presencia del Padre: así llegaréis al día de Cristo santos e irreprochables, cargados de frutos de bondad, por medio de Jesucristo, a gloria de Dios Padre.
          Todos pensamos en esas fechas entrañables, familiares y muchas veces nostálgicas de la Navidad. Hemos de llegar a ese momento con el alma blanda para acoger el misterio de la humanidad de Jesús, que abrió sus ojos por primera vez en aquel momento humilde y sublime de Belén. Pero nos disponemos a vivirlo con espíritu religioso: tener el alma abierta a la llegada a nosotros de ese Jesús al que celebramos.
          Solemos decir que son días de familia. Y vale sentirlo así, siempre que no se reduzca la celebración a reunirse la familia o a echar de menos a los que no pueden reunirse. Navidad es a propósito para sentir el calor familiar pero siempre que lo hagamos alrededor del acontecimiento que celebramos.
          Navidad es tiempo de paz, y así lo proclamaron los ángeles en Belén. Pero no lo reduzcamos a una paz de tranquilidad y de convivencia, sino a la paz profunda que pone en el alma la presencia de Jesús. La paz es signo de Jesús, pero esa paz honda del espíritu, que está por encima de los sentimientos o resentimientos.
          Navidad es tiempo de canciones, pero que no sólo salgan de las gargantas sino del corazón, porque sentimos dentro de nosotros que nos brota la alegría del fondo de nuestro ser, al sentirnos con Dios viviendo en medio de nosotros, porque un día Dios decidió implicarse en la vida de la humanidad.
          Realidad que se nos hace tan presente y real en la EUCARISTÍA, donde tenemos la dicha de acoger al Señor en nuestro corazón, y emular la actitud de alma dispuesta que tuvo María o José en aquel momento en que se encontraron con Jesús entre sus brazos.


          Pedimos a Dios que nos dé su fuerza para que vivamos un adviento muy comprometido.

-         Para que en la Iglesia y en todos los que constituimos la Iglesia se nos dé una actitud de mejora y cambio de nuestras actitudes. Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos según la bondad y justicia que el Señor pone en nosotros. Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos con el corazón abierto al amor a los que nos rodean. Roguemos al Señor.

-         Para que la EUCARISTÍA nos haga vivir con anticipación la felicidad de la Navidad. Roguemos al Señor.


          Que las preocupaciones y tensiones de la vida no nos oculten el espíritu de la Navidad, que se centra en la venida a nuestro mundo de Jesús, el Señor.
          Lo pedimos por el mismo Señor nuestro Jesucristo que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. AMÉN.

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