domingo, 2 de diciembre de 2018

2 diciembre: ADVIENTO


Liturgia:
                      Comienza el Adviento, un período con amplio significado para la vida de los creyentes en Jesucristo. Llamativamente comienzan los evangelios con los mismos textos con que acabó el año litúrgico anterior. Y sin embargo tienen un sentido diferente. Si todos esos relatos de fin de los siglos en el final del año litúrgico están mirando a nosotros para que nos dispongamos a vivir de acuerdo con los planes del Señor para que la muerte no nos coja desprevenidos, ahora en el Adviento viene a centrarse en la gran esperanza de la venida del Señor.
          El Adviento no es sólo una preparación a la Navidad, al Nacimiento del Hijo de Dios en el mundo de los humanos, sino también un anuncio de la llegada de Jesucristo en el último momento de la historia. A eso va dirigido el evangelio de hoy (Lc.21,25-28.34-36). Los signos del final de los tiempos no son sólo la llamada a nuestra preparación, sino que anuncian la llegada del Señor. A esa venida del Hijo del hombre es a lo que va dirigido este tema. Y para poder recibirlo con alegría, tened cuidado no es os embote la mente con el vicio, la bebida y las preocupaciones del dinero. A la llegada del Señor hemos de estar dispuestos con el corazón limpio para poder recibirlo con la alegría del encuentro, en amistad con ese Dios que se nos viene encima.
          Todo eso quedará focalizado a la inmediata con las disposiciones con que hemos de prepararnos a la Navidad, desde un punto de vista creyente y cristiano, en el que el centro de todo sea Él. Ese es el testimonio que hemos de ofrecer a quienes nos pueden observar, empezando por nuestra misma familia. Los símbolos exteriores de las velas de adviento o del árbol, sólo tienen sentido si en el centro de la habitación principal de la casa, luce un misterio del nacimiento. Los festejos de la Navidad están bien, siempre que no ocupen el aspecto principal de las celebraciones. Todo es bueno si conduce a centrarnos en lo esencial, y todo sobra y estorba si nos desvía la atención. Y si hoy, más que nunca, hace falta el valor del testimonio, la lección oculta que podemos dar en nuestras casas y familia empieza por esos detalles, que son importantes para no caer en una mera fiesta profana.

          La 1ª lectura –Jer.33,14-16- nos lleva al anuncio de que llegan días en que se cumplirá la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá… En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Judá y en Jerusalén vivirán tranquilos y la llamarán: “El Señor-nuestra-justicia”. Es anuncio de salvación para la tierra, a la que vendrá el bien y la bondad. Es el signo principal que va a marcar la venida del “hijo de David”, el Mesías, que está anunciado ahí de una forma muy clara.

          ¿Cómo se tiene que plasmar eso en la vida de los creyentes? 1Tes.3,12 a 4, 1-2 (2ª lectura) nos lo concreta en el amor mutuo en el que hay que rebosar. Así cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Éste es sentido directo y principal del Adviento: que Jesús viene a nosotros y que nosotros hemos de salirle al encuentro con el corazón limpio.

          Hay, además, un tercer sentido de este tiempo litúrgico: la llegada diaria del Señor al corazón de sus fieles. Jesús no se hará esperar tanto que sólo vayamos a encontrarlo al final de la vida. Jesús está viniendo día a día, haciendo en nosotros un “belén” permanente en el que no son ya las figuritas de barro las que adornan el misterio, sino somos nosotros personalmente los que tenemos que estar alrededor de ese misterio de amor que es el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros, y precisamente con la sencillez con la que Él se presentó por primera vez en la cueva de Belén.

          Ni que decir tiene que en la EUCARISTÍA se nos presenta Jesús de forma real para vivir en nosotros y para que nosotros estemos unidos a él. Lo que reclama una limpieza en nuestros corazones, liberados de los vicios (como decía el evangelio) y abiertos a amor mutuo, como nos decía la 2ª lectura.



          Entramos en adviento con la disposición de acogida del Señor, que viene a salvarnos. Por eso pedimos.

-         Para que la Iglesia viva un adviento lleno de esperanza, Roguemos al Señor.

-         Para que nos dispongamos a vivir estos días con espíritu abierto a las diferentes venidas del Señor. Roguemos al Señor.

-         Que sepamos descubrir en nosotros algún aspecto en que podemos mejorar. Roguemos al Señor.

-         Que la Eucaristía venga a ser para nosotros el gran estímulo a presentar nuestra vida limpia a irreprochable. Roguemos al Señor.


          Ven, Señor Jesús, llena nuestros corazones con la esperanza de tu presencia, y que tu venida a nosotros sea lo que nos mueva a una mejor celebración.
          Por el mismo Jesucristo N.S.

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