sábado, 22 de diciembre de 2018

22 diciembre: Acción de gracias


LITURGIA
                      Un día que no es fácil casar las dos lecturas, salvo en la acción de gracias, tanto de Ana como de María de Nazaret.
          La historia de Ana venía de lejos. Había rezado en voz baja, cosa no normal para un israelita, y el Sacerdote de Silo la ha juzgado ebria. Ella explicó entonces su amargura por no tener hijos y el sacerdote y ella rogaron juntos al Señor. En la lectura de hoy (1Sam.1,24-28) Ana viene ya con el hijo a presentarlo al sacerdote y a dejarlo al servicio de Dios, como había prometido, y a dar gracias por ese hijo que Dios le ha concedido. Y adoraron a Dios.

          Éste es el punto de contacto con el texto evangélico (Lc.146-36). María ha quedado anonadada por las alabanzas de Isabel, y María ADORA A Dios, remitiendo hacia él toda esa alabanza. A ella no se le debe nada. Ella no ha hecho nada para tales alabanzas recibidas. Pero tampoco puede negar que el Señor ha hecho en ella maravillas. Y entonces se vuelve hacia Dios y remite todas las alabanzas y las acciones de gracias a Dios, que es quien ha hecho cosas grandes en la pequeñez de su esclava. Y María rememora datos de la historia de Israel, y va poniendo de manifiesto que Dios se complace en levantar al pobre, en alimentar al hambriento, y en hacer cosas maravillosas en la pequeñez de su sierva.
          El MAGNÍFICAT es un bella oración que podremos saber de memoria y que es bueno saberla rezar en acción de gracias a Dios, unidos a la acción de gracias de María.
          Concluye el tema San Lucas adelantándose 3 meses al final de los hechos, y diciendo que María permaneció en la montaña tres meses (los que faltaban para el parto de Isabel), y realizada su misión, se volvió a Nazaret.

De mi libro: ¿Quién es Este?

La misión de María había acabado, una vez que pasaron los primeros días y primeras atenciones y ayudas. Y María les comunicó que ya debía regresar. Sus padres la  esperaban…, y era su boda que se había quedado por celebrar. Zacarías dio los pasos necesarios para el regreso de María en buena seguridad y él mismo la acompañó a Jerusalén, desde donde partían las caravanas. Con alguna persona de fiar se envió recado a Nazaret de que María regresaría en unos días –ya muy concretados- para que esperaran a María en el cruce del camino hacia Nazaret.
Querer explicar el camino es repetir lo poco más o menos que puede haber ocurrido a la venida. Aunque para María era mucho más. Y no mucho más porque era el regreso a casa, sino porque ahora será su boda e irá a casa de José. Y pienso que sería muy seráfico imaginar que María ya se sabe de antemano lo que eso vaya a ser. Están por ver los planes de Dios, los planteamientos de aquella boda, el futuro que supondría en una pareja hebrea.  Interrogantes los había a puñados. Y junto a cada uno de ellos, una respuesta muy clara: “Dios dirá”.
La llegada de la caravana a la encrucijada del camino de Nazaret se realizó al cabo de varios días, cuando ya había habido esa sintonía entre los componentes de la misma, a través de varias jornadas. Y aunque María se mantenía en el círculo femenino, su finura grácil, su alegría juvenil contagiosa, su servicialidad, su naturalidad…, eran más que apreciadas por todos. De ahí que la parada de la caravana en el punto convenido tuviera emoción, gratitud, nostalgia, gozo, y su poquito de pena. María, aquella muchacha antes tan desconocida por todos, hoy era familiar. Y dejar ya en el camino y en la despedida –seguramente para no encontrase más-, les resultó a todos más sensible. María tuvo con ellos esos gestos suyos tan delicados y agraciados. A más de una de las compañeras de viaje, le había quedado dentro algo. El encuentro con María no había quedado estéril en el sentir de muchas.



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