domingo, 16 de diciembre de 2018

16 diciembre: La alegría del evangelio


Liturgia:
                    En las lecturas de hoy y en el Salmo responsorial se rezuma alegría. Desde la misma entrada de la liturgia de este domingo se nos exhorta a estar alegres siempre. Es un fruto de la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y se hace hoy más patente cuando ya se está cercano a las fechas de la Navidad. El adviento se ha de vivir con esa alegría contenida de sabernos más próximos a la llegada del Señor. Que no es sólo el recuerdo de la navidad sino el sabernos abocados a un encuentro con Jesucristo que viene constantemente a nosotros y que nos recibirá en la última hora.
          Sofonías 3, 14-18ª es un canto de alegría para aquel pueblo de Dios que tenía su centro y su emblema en la ciudad santa de Jerusalén: Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno. Aquel día se dirá a Jerusalén: «¡No temas!, ¡Sión, no desfallezcas!». El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta. Ante la presencia del Señor no cabe el temor. El que siente miedo a Dios no ha conocido a Dios, ni ha entendido quién es Dios. Porque nadie puede sentir temor ante el amor, y Dios se manifiesta amando.

            También en el SALMO se proclama la alegría: Gritad jubilosos: porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. «Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación». Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.      
            Gritad jubilosos, habitantes de Sión: porque es grande en medio de ti el Santo de Israel.

            La 2ª lectura (Fil.4,4-7)  también nos lleva al sentimiento de alegría: Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

            Lucas 3, 10-18 nos pone delante la causa que nos debe provocar esa alegría. No es una alegría vacía, una alegría de risotada. Es la alegría de la buena conciencia, aquella que procedía de la corrección de los abusos y de los defectos y pecados de cada cual. Cada uno, en su situación, tiene que plantearse en qué aspectos concretos de su vida debe corregir y mejorar. Que es lo que Juan Bautista le está diciendo a los que vienen a preguntarle qué tienen que hacer para prepararse a la llegada del Mesías
            Aquella firmeza con la que Juan dice a cada uno lo que tiene que hacer, pone al pueblo expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.

            Hoy ya ha venido ese Mesías que anunciaba Juan, y se ha hecho presente a nosotros, y de una manera especial se hace presente en la EUCARISTIA. Dejémonos advertir por esa presencia de Jesús en nuestros corazones de aquellos aspectos en los que tenemos que cambiar para acogerlo de verdad, para acogerlo con la sinceridad que nos pide el Evangelio, en el que Jesús nos va poniendo delante un domingo tras otro, aquellos puntos en los que nuestra conciencia nos dice en qué tenemos que cambiar.


            Con la alegría de Jesús, que viene a nosotros, pedimos a Dios nuestro Padre.

-         Para que vivamos nuestra fe con alegría. Roguemos al Señor.

-         Para que hagamos buenas obras, que nos dejen el gozo de haber obrado de acuerdo con el Evangelio. Roguemos al Señor.

-         Para que nuestra ayuda a quienes tenemos a mano,  les lleve la alegría del amor recibido. Roguemos al Señor.

-         Para que la Eucaristía sea para todos una fuente de alegría y gozo espiritual. Roguemos al Señor.


          Concede a tu Iglesia ser fuente de gozo para todos los que militamos en ella, y trasmitamos alegría a nuestro alrededor.
          Por Jesucristo N.S.

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