Liturgia:
Les confieso que leo las lecturas que
nos aporta la liturgia (y sobre todo las primeras lecturas) de este tiempo de
Cuaresma, como si estuviera leyendo la historia de nuestros pueblos, ciudades y
naciones. Estoy leyendo un texto de hace tantos siglos y lo estoy reflejando en
la sociedad actual como si de ella me estuvieran hablando y me la estuvieran
describiendo. Por eso, por una parte me sirve de lectura espiritual y de otra
de dolor profundo por la realidad que se constata a la vuelta de cada esquina.
Y hoy, casi en el aniversario 5º del Papa Francisco, me
resuena más todavía, porque parece que se refleja la historia bíblica sobre la
figura de tan gran Pontífice. Y no sólo de “los enemigos” sino de los que dicen
ser católicos pero se han olvidado de la importancia del magisterio del
representante de Cristo en la tierra.
El texto [Sab.2,1.12-22] dice: Dijeron los impíos, razonando equivocadamente: Acechemos al justo, que
nos resulta incómodo. Y ahora se inventan sus propios sentimientos envenenados,
que para nada tienen que ver con la realidad; se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados,
reprende nuestra educación errada, declara que conoce a Dios, y se da el nombre
de ‘hijo de Dios’.
Y eso –que nadie ha dicho- lo toman como un reproche para nuestras ideas, y solo
verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás y su conducta es
diferente. Y ahora se inventan el resto: Nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fuesen
impuras. Declara dichosos en fin de los justos y se gloría de tener por Padre a
Dios.
Cualquiera podría hacer un examen de conciencia de sus
propios sentimientos, y de la verdad objetiva de los hechos, para concluir que
es la mala conciencia la que da lugar a esas sospechas.
Hablo casi en
paralelo de los pensamientos anti religiosos, anti eclesiales, anti
católicos de una parte muy amplia –exageradamente amplia- de nuestra sociedad,
que tacha a la Religión Católica de todos los males antiguos, presentes y
futuros, negando la historia y negando las realidades fehacientes de las
bondades y realizaciones de la Iglesia. No hay un espíritu serenamente crítico
para constatar que precisamente la deriva que lleva este mundo es la
consecuencia de haber abandonado a Dios y a la Iglesia. Que con sólo aplicar a
las leyes de cada Constitución el frontispicio de los 10 mandamientos, se estarían evitando muchos artículos de esas
Constituciones y tantos desmanes que proceden exactamente de estar viviendo al
margen y en contra de esos 10 principios básicos esenciales para poder convivir
en paz y orden.
El mundo está desafiando a Dios, como dice el libro de la
Sabiduría que comentamos: Dicen esos malvados: Acechemos al Justo y veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando
el desenlace de su vida. Si es justo, Hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará
del poder de los enemigos: lo someteremos a la prueba de la afrenta y la
tortura para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a
muerte ignominiosa, pues dice que hay alguien que se ocupa de él. Así discurren y se engañan, porque les
ciega su maldad. No conocen los secretos de Dios. Ni esperan el premio a la
virtud ni estiman la recompensa de una vida intachable.
Es evidente que este texto es como el anticipo de juicio
ante Caifás que padeció Jesucristo, y que nos está poniendo cercanos los
sentimientos ante la Pasión.
Pero tiene un recorrido que suena a historia actual. A Dios
y Cristo se le ha desterrado de la vida, y el mundo marcha como está. El Papa
intenta volver las aguas a su origen y busca el evangelio y también cae en ese
veneno de LOS IMPIOS QUE SIEMPRE TIENEN QUE ESTAR EN LA ACERA CONTRARIA.
¿Hasta cuándo, Señor? es oración y es súplica.
En Jn.2,25-30 Jesús anda por Galilea porque Judea le es
peligrosa. Se celebra la fiesta de los Campamentos en Jerusalén y los mismos
familiares dan por hecho que Jesús no se va a meter en la boca del lobo. Sin
embargo Jesús va de incógnito y habla con la gente, y se manifiesta enseñando –gritando-
en el Templo: A mí me conocéis y conocéis
de dónde vengo; sin embargo yo no vengo por mi cuenta sino enviado por el que
es veraz; a ese vosotros no le conocéis: Yo sí le conozco porque procedo de él
y él me ha enviado.
Evidentemente pretendieron cogerlo porque aquello les
rayaba en blasfemia por hacerse igual a Dios, pero nadie le pudo echar mano,
porque todavía no había llegado su hora.
Todos tenemos una misión en la vida.El Señor nos ha creado para que fuéramos sus colaboradores. Debemos rezar para conocer qué es lo que Dios quiere de nosotros. Esto es fundamental, pero supone mucha valentía y disponibilidad No nos pedirá grandes cosas, pero debemos responder según nuestra conciencia y estar siempre prestus a obrar el Bien.
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