sábado, 1 de abril de 2017

1 abril: Caminando hacia la Pasión

Liturgia
          Con el tema de ayer del libro de la Sabiduría ya se enfocaba un anuncio de la persecución que iba a hacerse contra el Mesías, por el hecho de que “el justo” se declarase hijo del Señor. Los “impíos” deciden someterlo a la afrenta y a la tortura, y que sea Dios quien le salve, si realmente es “hijo de Dios”.
          Hoy sigue pronunciándose el mismo tema desde primera persona en la figura de otro justo, Jeremías (11,18-20), también como figura mesiánica que está anunciando lo que sucederá con el Mesías. Jeremías dice: El Señor me instruyó y comprendí… Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: “Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no se pronuncie mas”. Son palabras que puede decir Jesús en su Pasión, tan al pie de la letra que es que realmente aquello era un anuncio mesiánico que se cumple en plenitud en Jesucristo.
          Y se realiza en Jesucristo la plena confianza y abandono y seguridad de triunfo con que ora al Señor de los ejércitos (=el Señor poderoso), que juzga rectamente y prueba las entrañas y el corazón: veré mi venganza (=mi victoria sobre los impíos)  porque a ti he encomendado mi causa, Señor, Dios mío. Es una síntesis en pocos renglones de ese doble momento de la redención en donde los malos matan a Jesús, pero él toma la venganza de resucitar, porque esa es la causa del Señor Dios.
          San Juan (7,40-53) tiene hoy más desarrollo por cuanto que hay dramatismo en la escena. Las gentes que oyen hablar a Jesús se dividen ante su discurso. Para unos es el discurso de un Profeta; para otros abiertamente es el Mesías. Y para otros es uno que ha venido de Galilea y de allí –dicen- no puede venir el Mesías. Un solo discurso y por lo pronto tenemos ya tres reacciones, surgiendo entre las gentes una discordia por su causa. Y todavía está el grupo de los exaltados extremistas que son incapaces de atender, examinar, pensar, y tiran por la calle de en medio pretendiendo prenderlo. Pero la realidad fue que nadie le puso la mano encima.
          Una quinta reacción la protagonizan los guardianes del Templo que no detienen a Jesús y por el contrario se quedan admirados de sus palabras, porque jamás hombre alguno ha hablado como ese hombre. Y surgen los extremistas fariseos que quieren ridiculizar a los vigilantes porque también se han dejado embaucar. Y se ponen de modelos de inteligencia y fidelidad a la ley, haciéndoles ver que ningún fariseo ha creído en Jesús, y los otros son unos malditos que no entienden la ley. Vamos por la sexta reacción.
          Pero hete aquí que surge un fariseo que sí ha creído en Jesús y que pretende hacer luz en medio de tanta pasión y advierte que nuestra Ley no permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho. Y como consecuencia también él es denostado por sus propios correligionarios, que lo menosprecian como galileo y le instan a estudiar las Escrituras para saber que de Galilea no salen profetas.
          Un único discurso y siete reacciones. Lo que significa con qué facilidad se opina y se juzga y se condena sin haber ahondado en el meollo de la situación. Así es como llegó un día a la Pasión el Señor Jesús, en medio de opiniones encontradas que no se pusieron ante los ojos el ánimo de hallar la verdad, sino con esas emotividades que se desarrollan alrededor de lo religioso.

          Por eso surge el doble tema de por qué mataron a Jesús y por qué murió Jesús. Murió por el designio inefable de Dios que quiso que así fuera la redención y que donde abundó el delito sobreabundara la gracia, esa gracia que muestra que no hay mayor amor que el de dar la vida por el amado. Y Dios expresó su amor infinito en esa entrega misteriosa de su Hijo a la muerte para salvar a los hijos que habían roto el pacto por el pecado.

          Pero mataron a Jesús porque se juntaron muchos intereses, muchas pasiones, muchas sinrazones, por las que se empeñaron casi desde el principio en quitar de en medio a Jesús, que no comulgada con las ideas de la clase religiosa dirigente. Y no podía sintonizar con ella porque esa casta se había apoderado de la llave del saber y del modo de vivir lo religioso, muy al margen de la voluntad misma de Dios. Y Jesucristo vino a restaurar y llevar a plenitud el sentido auténtico de una relación con Dios: estás harto de sacrificios y holocaustos que se ofrecen según la ley, pero me has dado un cuerpo y digo: Aquí estoy. Y esa autenticidad de vida respecto de Dios y respecto del prójimo, no la soportaron los enemigos.

2 comentarios:

  1. QUE SU NOMBRE NO SE PRONUNCIE MÁS.
    Ya se pretendió con Jeremías. Es la táctica de ningunear a una persona para eliminarla de la vida social. Si el nombre de alguien se va esfumando, si no se habla de él, si se va consiguiendo que no quede ni el recuerdo histórico, a la larga se esfuma esa persona de la historia de un pueblo. Talar es cortar por la misma base. Y talar y arrancar de la tierra de los vivos es exactamente arrasar el recuerdo de alguien. Me atrevo a sugerir un nombre de alguien que fue un personaje en la prosa y la poesía española, Don José María Pemán, y que se le ha ignorado sistemáticamente hasta dejarlo perdido en el recuerdo de algunos mayores. Porque no fue para nuestros tiempos el hombre “políticamente correcto”, mientras que otros poetas han sido ensalzados hasta la saciedad por pertenecer a lo actualmente “correcto” (o contra los que tienen otras ideas).
    Pues bien: con Jesús se pretendió que su nombre no se pronunciara más, y cuando a los apóstoles les hacen comparecer ante el Sanedrín, le intimidan para que no hablen en nombre de ESE. Ni siquiera nombrarlo. Hay que atajar por su base el recuerdo de Jesús. Lo que pasa es que la historia dejó a aquellos en su sitio y el nombre de Jesús se sigue pronunciando y se le sigue amando y odiando como a nadie, que es la señal de que está muy vivo.

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  2. Es muy triste, es prácticamrente imposible hablar sobre religión sin acabar subestimando al que no piensa o siente como nosotros; sobre todo, es imposible entenderse con alguien que no tiene una formación religiosa y que le da igual ser cristiano o musulmán, ser aconfesional o ser laico. Cuesta hablar y mantenerse en el amor y en el respeto sin radicalizarse. Por Jesucristo y en el nombre de Dios, pero no podemos insultar a un hermano que no quiere reconocer la misión salvadora del Mesías, que no pone de su parte para superar su ignorancia "culpable" y que, hasta presume, de ser "ateo" y de saber más que el resto..., que no permite a sus hijos ir a misa para que no se rían de ellos.A mí me cuesta mucho ser respetuosa con personas así.

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