domingo, 23 de abril de 2017

23 abril: Señor mío y Dios mío

Liturgia del Domingo de la Misericordia
          S.S. Juan Pablo II cambió el nombre de este domingo por el de “Domingo de la Misericordia”. Y así viene denominándose desde hace unos años. El Papa Francisco ha acentuado el tema, primero con la proclamación de un año entero para insistir sobre ese aspecto de la vida eclesial, y finalmente dejando un talante en la labor pastoral que queda teñido de ese estilo tan peculiar. Se trata de dar a esta octava del día de Resurrección el pleno sentido de esa resurrección del Señor, que es para el mundo pura misericordia, porque la Resurrección de Jesucristo no es un hecho que sucede en la historia y que nosotros recordamos, sino que se continúa como la pura misericordia de Dios que ha renovado la vida entera.
            El evangelio tomado de San Juan (20, 19-31) parece repetir el que hace unos días leíamos en San Lucas, pero San Juan lo ha desglosado con unas características mucho más peculiares y teológicas. En San Juan sólo están los apóstoles, y en concreto 10, porque Tomás no está presente en el grupo en esa tarde del domingo de resurrección. Por eso el encargo de Jesús y la misión es únicamente para los apóstoles, los testigos de la cena pascual y los constituidos sacerdotes.
            Sobre ellos sopla Jesús el aliento vital del Espíritu Santo –un verdadero Pentecostés-, y les trasmite los poderes suyos: “Como el Padre me envió, así os envío yo”. Hay, pues una continuidad entre la obra de Jesús y la que encarga a sus apóstoles.
            Pero con una concreción de suma trascendencia, les trasmite el poder de perdonar los pecados: “A quienes vosotros perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes vosotros se los retengáis, les quedan retenidos”, dejando así claramente cerrado el poder del perdón a la obra directa de aquellos primeros sacerdotes, que luego ellos irían comunicando a los  siguientes y así sucesivamente con el poder que otorgaba a aquellos sus representantes en la Iglesia, que llevaban en sus manos el poder que el Padre había dado a Jesús. [Todo ese otro invento de quienes pretenden ”confesarse con Dios”, o eliminar el sacramento de su vida, quedan fuera de este encargo de Jesús, que es precisamente encargo concreto de SU MISERICORDIA, que ha “inventado (instituido) un medio tan humano (a la vez que tan divino) de alcanzar la misericordia].
            Resultó que Tomás, uno de los Once, no había estado presente en aquella hora. Y resultó que, con su carácter fuerte, se enfadó cuando supo que Jesús se había aparecido a los compañeros, y optó por el resorte absurdo de la negación y de la exigencia: Si yo no lo veo, y si no meto mis dedos en sus manos y no meto mi malo en costado, no lo creo.
            Jesús era  más misericordioso y vino a recuperar al discípulo díscolo y a los 8 días de aquella primera aparición, otra vez con los apóstoles solos, Jesús se viene al grupo de los Once y se dirige a Tomas para que cumpla sus exigencias y crea. Pero Tomás ya se había bajado de su pedestal y cayó redondo a los pies del Maestro para pronunciar el acto de fe que queda patente en la historia y repetido en cada Celebración de la Eucaristía: Señor mío y Dios mío. Tomás ha encontrado también la misericordia de Jesús, y ha podido encontrar a su Señor y Dios…, más allá de tocar la llagas de manos, pies y costado, que hubieran quedado en la demostración del hombre que fue crucificado.
            Por eso Jesús mira ahora con una mirada larga hacia tantos que no vemos a Jesús con los ojos de la cara y sin embargo tenemos la plena seguridad de encontrarnos ante ese Señor mío y Dios mío de las misericordias.
            Así lo vivieron aquellos muchos hermanos (Hec 2, 42-47) que escucharon las predicaciones de los apóstoles, con los que oraban en común y con los que eran testigos de prodigios y curaciones que se hacían en el nombre del Señor Jesús.
            Así San Pedro escribe en su primera carta (1, 3-9): Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección e Jesucristo, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva.

            Todo este espíritu lo tenemos al vivo en la Eucaristía, misterios de fe y de esperanza y amor, porque en él CREEMOS en la presencia de Jesús, ESPERAMOS su misericordia, y tenemos que vivir comprometidos en el AMOR RECÍPROCO donde se funden en uno solo el amor a Dios y el amor a los semejantes.




            Danos, Señor, entrañas de misericordia para vivir nuestra fe y experiencia cristianas.

-         Para que la Iglesia y sus ministros sean una manifestación de la misericordia de Dios, Roguemos al Señor.

-         Para que recibamos la visita de Jesús que nos haga patente su Resurrección, Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos esa resurrección de Jesús en nuestro talante de misericordia con nuestros semejantes, Roguemos al Señor.

-         Para que nuestra fe se exprese particularmente en la frecuentación de los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, Roguemos al Señor.

Danos, Señor, vivir nuestra vida cristiana en un permanente acto de fe, por el que siempre te descubramos en los acontecimientos como el “Señor mío y Dios mío”.

            Tu, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad1:27 p. m.

    ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO! ¡MI SEÑOR Y MI DIOS!.Estas palabras han servido de jaculatoria a muchos cristianos, y como acto de fe en la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, al pasar delante de un Sagrario, en el momento de la Consagración en la Santa Misa....Tambien nos puede ayudar a actualizar nuestra fe y nuestro amor a Cristo resucitado, realmente presente en la Hostia Santa.
    Precioso pasaje del Evangelio que podemos meditar poniendo nuestros ojos ante el Maestro. Quizá escuchemos las palabras de reproche dirigidas a Tomás.

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  2. Ya en Barcelona en la Parroquia del Espíritu Santo, hace unos veinte años, celebrábamos la gran Fiesta de la Divina Miericordia. El mismo Jesús ordenó que el Papa establezca esta FIESTA de la MISERICORDIA 2º Domingo de Pascua como dia de perdón total de penas y culpas.San Juan Pablo II era devoto de la Divina Misericordia. Él rezaba la oración del Rosario:"Por la dolorosa Pasión de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero." Invitaba a sus Sacerdotes a que hicieran de la DIVINA MISERICORDIA SU PROGRAMA SACERDOTAL y, por su iniciativa han sido distribuidas millones de estampas en las que él puso:"sed Apóstoles de la Divina Misericordia".
    BenedictoXVI dijo que el secreto para que este mundo de guerras y odio consiga la PAZ es que se dirija con confianza a Su Misericordia.

    Tomás no tiene Fe hasta que no se encuentra con el Señor. Jesús es el que nos transforma. El anuncio del Evangelio y el testimonio de la Comunidad cristiana son los caminos idóneos para el encuentro personal con Jesús.

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