viernes, 21 de abril de 2017

21 abril: ES EL SEÑOR

ESCUELA DE ORACIÓN,
en el Grupo de Málaga,
de la Iglesia del Sagrado Corazón.
5’30 de la tarde. SALÓN DE ACTOS.

San Juan, capítulo 21
          La liturgia ha dejado para el domingo una parte substancial del evangelio de San Juan, y se ha pasado al capítulo 21 para ponernos delante el episodio de  la pesca milagrosa y el descubrimiento de un grupo de apóstoles que encuentran a Jesús. Es un episodio muy dramatizado y bellamente descrito por el evangelista.
          Por lo pronto surge de la manera más simple y casi crematística que puede surgir: Simón Pedro  está con 6 compañeros y decide irse a pescar sin más preguntar. Y con la mayor sencillez acceden y se suman a la idea los compañeros. Lo que ocurre es que no encuentran pesca y se encuentran con una noche sin más distracción que hablar, dormir y reintentar. Lo que no aparece para nada es un mal modo, una protesta, una queja. Y así pasa la noche entera, ¡que ya es un dato!
          De madrugada, por la orilla, camina un individuo que se acerca al agua a preguntar si tienen pescado.  Mal momento para unos pescadores fracasados, que responden con un seco: No, que bien expresa lo que llevan dentro. Pero he aquí que el personaje de la orilla les dice que echen las redes a la derecha de la barca y encontrarán pescado, fenómeno que dicen que es fácil que suceda porque desde la playa se vislumbra el banco de peces que no observan los que están en la barca. Y como poco había que perder, nuestros hombres echan el copo y hallan una pesca abundantísima y de peces grandes, que sacan llenos de alegría y sin pensar de momento en otra cosa que en aprovechar la pesca que han encontrado a última hora.
          Pero el discípulo avispado, que tiene de pronto el recuerdo de otro caso semejante que él ha vivido, levanta la voz y dice: ES EL SEÑOR. Nadie lo ha reconocido. Nadie lo ve con los ojos de la cara. Es una convicción total de la fe. Aquello que están viviendo aquella noche y aquella pesca así de pronto, no puede ser otra cosa que la presencia del Señor. Pedro se echa al agua para llegar antes y no descubre la figura de Jesús, pero está seguro que es él. Llegan los compañeros con la barca, sacan los peces, los cuentan y se llevan la sorpresa de que unos metros más allá, unos peces están asándose ya sobre unas brasas.
          Y llega lo a que es para mí una de las expresiones más enigmáticas de todo el relato; Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿tú, quién eres?’, porque sabían bien que era Jesús. Mi enigma está en que “ninguno se atrevía a preguntar”… ¿Para qué preguntar si sabían? Y si sabían, ¿a qué viene el “atrevimiento” o no atrevimiento?
          Yo digo que ninguno estaba en la evidencia de que aquel personaje era Jesús, pero todos están en la certeza de que lo que estaba ocurriendo no podía ser más que la presencia de Jesús. No deja de ser curioso que tanto en el evangelio de Lucas (en Emaús), como aquí con las brasas y el pescado (símbolo eucarístico antiquísimo), los descubrimientos de Jesús que nos han presentado hasta ahora está relacionados con la Eucaristía.

          Para mí, pues, ese “enigma” que he constatado no es una reflexión mía inútil Para mí es lo más exacto a nuestra experiencia de fe. “Sabemos que es el Señor” el que está detrás de tantos acontecimientos de nuestra vida. Y sin embargo no estamos viendo al Señor, y hasta se oscurece de alguna manera su presencia. “Sabemos” pero con la sabiduría de la fe. Y acertamos porque Jesús es el que viene a repartirnos ese pan y ese pescado y el que nos dice en el secreto de la fe: Vamos, comed. Sí, en efecto: Tomad y comed porque esto es mi cuerpo, mientras sólo la fe nos asegura que aquel Pan que recibimos es el Cuerpo del Señor. Y no tenemos que preguntar porque sabemos que es EL SEÑOR. Y sabemos también que está velado por las especies sacramentales. Pero allí ESTA EL SEÑOR, ¡ES EL SEÑOR!

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