domingo, 30 de octubre de 2016

30 octubre: Amas a todos los seres

Liturgia
          La 1ª lectura de hoy (Sab 11, 23-12, 2) bastaría para dejarnos el mensaje más precioso que podemos recibir, para sentirnos acogidos plenamente por Dios, y no “a pesar de nuestros pecados” sino porque Dios es Dios y es pura misericordia. Nos bastaría con dejar penetrar en nuestras almas las expresiones de esta Palabra que se nos ha trasmitido:
          Te compadeces de todos, porque todo lo puedes.
          Cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.
          Amas a todos los seres y no odias nada de lo que ha hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
          A todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les  recuerdas su pecado para que se conviertan y crean en ti, Señor.
          ¿Qué podríamos añadir más para persuadir a alguien que no debe dar más vueltas a su pecado, sino echarse decididamente en los brazos del Dios de la misericordia?
          Esta primera lectura prepara el camino a la proclamación del Evangelio, que es también una de las páginas de san Lucas en las que la misericordia de Dios queda más patente. Es la historia de Zaqueo (19, 1-10), la historia de un pecador convicto y confeso, que se encontró sin esperarlo con el amor de Jesucristo. Zaqueo, nos dice el texto, era un hombre de baja estatura que, sin embargo, tuvo la curiosidad de ver pasar a Jesús. No pretendía más sino conocer de vista y de paso al hombre que traía fama de hombre importante y milagrero. Y aprovechó que Jesús iba de camino por Jericó, atravesando la ciudad, para subirse a una higuera y desde esa atalaya poder VER a Jesús.
          La sorpresa surge cuando Jesús, no pasa de largo, sino que se detiene bajo la higuera y MIRA a Zaqueo y se invita: Zaqueo, baja en seguida porque hoy tengo que alojarme en tu casa. No dejaba de ser llamativo, y la gente lo criticó, que Jesús viniera a fijarse precisamente en el publicano (=pecador), y jefe de publicanos, para querer alojarse. ¿No había tenido Jesús otra casa y otra persona que elegir para descansar?
          El hecho fue que Zaqueo, admirado y sorprendido, bajó en seguida y lo recibió muy contento. Zaqueo había recibido una sacudida en su corazón. Y como respuesta a aquella palabra de Jesús, se plantó en pie ante el Maestro y le hizo una promesa: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres. Era un buen comienzo. Al contrario del joven rico que ante la llamada de Jesús, dio por perdida la posibilidad de ir con él, pues era un joven con muchos bienes y no estaba dispuesto a perderlos, Zaqueo opta por salir de su riqueza (era un hombre rico, como consta en la presentación que hace el texto de este personaje) y ceder a los pobres la mitad de sus posesiones.
          Y Zaqueo se miró más adentro todavía, como penetrado por la verdad de Jesús. Y todavía dio una vuelta de tuerca mucho más fuerte que la anterior: Si de alguien me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. ¡Y sabía Zaqueo que no hablaba de memoria! Su negocio de publicano, ¡y jefe de publicanos!, lo que le había hecho rico, llevaba muchas trazas de haber defraudado a más de uno. ¡Pues le restituyo cuatro veces más”.
          Con razón Jesús concluye que hoy ha llegado la salvación a aquella casa de un hijo de Abrahán.
          Se cumple perfectamente todo lo que ha dicho la 1ª lectura: Dios ama a todos los seres y no menosprecia a nada de lo que ha creado. No hay pecado que no pueda ser redimido, ni pecador que no pueda ser perdonado. La parte de Dios es el acercamiento al que ha caído. La parte del caído es dejar que Dios se le acerque. Y Dios, precisamente porque todo lo puede, PUEDE SER PLENAMENTE MISERICORDIOSO. ¡Y lo es! Es el gran retrato de Dios que nos ha dejado el Espíritu Santo a través de San Lucas, de una manera especial.
          El desemboque de esa realidad es LA EUCARISTÍA. El hecho de que Jesús se nos venga a nosotros y quiera que participemos de su Comunión, expresa el gran amor de Dios hacia nosotros, y cómo quiere hospedarse en nuestra casa. Lo que ahora toca es repetir nosotros la actitud de cambio de Zaqueo. Que si en él fue problema de dinero, en nosotros será otra cosa. Pero la solución tiene que ser tan valiente y decidida como aquella, en la que –plantados en pie ante Jesús- hagamos la promesa firme de nuestra determinación.




          Confiados en tu poder misericordioso, acudimos a ti para pedirte.

-         Pedirte una claridad de conciencia como la de Zaqueo, que supo ir al núcleo de su problema. Roguemos al Señor.

-         Pedirte capacidad de decisión tan valiente como la de Zaqueo para saber poner el dedo en la llaga. Roguemos al Señor.

-         Pedirte un convencimiento total de que tú nos perdonas porque eres misericordioso. Roguemos al Señor.

-         Pedirte una participación en la EUCARISTÍA que comprometa actitudes del alma. Roguemos al Señor.



Oh Dios, que te compadeces de todos y amas todo lo que has hecho, mira nuestras debilidades y danos fortaleza para abrirnos a tus deseos.

          Por Jesucristo, N. S.

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