martes, 25 de octubre de 2016

25 octubre: Mostaza y levadura

Liturgia
          Aterrizamos hoy en un texto de San Pablo que hay que matizar para entenderlo en una cultura absolutamente diversa de aquella a la que el apóstol se dirigía. No tengo a mano las matizaciones que haya empleado la reciente traducción de los Leccionarios y tengo que guiarme por la traducción más literal que conservan los misalitos anteriores. De hecho en el ritual del matrimonio más reciente, se ha acotado esa lectura.
          Se trata de Ef. 5, 21-33 en que se dan pautas a los maridos y a las esposas sobre su modo de relación: amor, respeto y sumisión. Yo explico ese texto desde otra “literalidad”, que es la que viene dada por el contexto cultural y social del actual auditorio a quien le llega esa Palabra. La Palabra de Dios no está encadenada y por tanto no expresa lo mismo en la sociedad de hace 20 siglos y en la de ahora. Se ha liberado de trabas de un contexto histórico para ser igualmente útil y docente en el momento actual.
          Tendríamos entonces que poner en paralelo lo que se dice al varón y a la mujer, el esposo y a la esposa, “leyendo” simultáneamente “maridos y mujeres”, “mujeres y maridos”. Entonces entendemos mejor eso de que haya un sometimiento (amoroso sometimiento) de uno al otro. Si el marido es cabeza, la mujer es cuerpo, y no vale la una sin el otro ni el otro sin aquella.
          Maridos, amad a vuestras mujeres…; mujeres, amad a vuestros maridos. El modelo: el amor de Cristo a su Iglesia y el amor de la Iglesia a Cristo. Cristo consagra y purifica con el baño del Bautismo; la Iglesia se vuelve a Cristo y le da gloria en el crecimiento de la santidad de sus miembros, como cuerpos suyos que son.
          Amarse marido y esposa es amarse cada uno a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propia carne, sino que cada uno da alimento y calor al otro. Ambos, esposo y esposa son miembros de un mismo cuerpo. Y por eso abandonan a sus padres y madres y son los dos una sola cosa. ÉSTE ES UN GRAN MISTERIO (un gran sacramento) porque representa la unión de Cristo con su Iglesia.
          En una palabra: que cada uno de vosotros ame a su cónyuge como a sí mismo, y se respeten.
            Creo que esta “traducción” del texto de San Pablo es hoy mucho mejor entendida y compartida por el momento social. Y si con ello contribuyo a que se acoja el mensaje esencial, habré acertado, aun con detrimento de quienes pretendan conservar la otra “traducción literal”. Dice un biblista que “literal” no es en la Biblia traducir palabra por palabra sino hacer llegar el mensaje nuclear tal como puede ser entendido en otra literalidad diferente a la que se escribió hace siglos.

            Lc 13, 18-21 nos mete en dos pequeñas parábolas más que explicadas en otras ocasiones. Tienen la gran importancia de seguir siendo reales en este momento, tanto más cuanto que el cristianismo no es hoy el de las grandes masas sino el del desarrollo que casi tiene que producirse en el boca a boca.
            El reino de Dios es como esa pequeña porción de levadura que una mujer mete en la masa, y la masa se esponja. Ya no hay conversiones en masa, ni expresiones masivas y prácticas de la realidad religiosa. Hoy hemos de sentirnos responsables de ser pequeña porción que se entremezcla de manera que va dejando su mensaje. Incluso cuando parezca tiempo y terreno perdido. La verdad es que la levadura va haciendo su efecto secreto. Y así, contagiándose unos y otros, y unos a otros, el Reino ha de crecer.

            En el comienzo es como un diminuto grano de mostaza (los occidentales no conocemos esa semilla, pero se define como “la más pequeña de las semillas” que, sin embargo, sembrada en la tierra, da un arbusto poblado y desarrollado que alberga incluso a los pájaros, que anidan en sus ramas. El reino que nosotros estamos viviendo se parece mucho más al descrito por Jesús en estas parábolas. Han pasado los tiempos de las masas religiosas, de los eventos multitudinarios de la vida normal de la Iglesia. [Permanecen algunos más llamativos y –como se dice hoy- “mediáticos. Pero el día a día o el desenvolvimiento mes a mes, no responde a esas grandes manifestaciones]. Lo “pequeño” de las pequeñas comunidades, de grupos reducidos, del trabajo casi oculto de muchos cristianos, responde a ese Reino de la levadura y del grano de mostaza. Y con esa visión, que es visión de Jesús, es con la que tenemos que caminar en este momento de la historia.

1 comentario:

  1. Muy interesante es la recomendación que San Pablo nos hace en su Carta a los Efesios: "Maridos, amad a vuestras mujeres, mujeres amad a vuestros maridos", como Cristo ama a su Iglesia...Cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.

    Un hombre siembra un grano de mostaza y una mujer pone un poco de levadura dentro de la harina: esperanza, vida y cambio..., este es el Reino de los cielos que Jesús predicaba en Galilea. La mujer que hace el pan no puede dar su fuerza a la levadura, y el hombre que siembra su semilla no tiene el poder de hacer germinar al grano- La fuerza del Reino no la tenemos nosotros; nos viene de Dios. Él nos pide nuestra colaboración para plantarlo en el mundo. Él sólo quiere que en los pequeños gestos que podemos hacer cada día, pongamos mucho amor y mucha generosidad.

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