domingo, 2 de octubre de 2016

2 octubre: Urgencia de la fe

Liturgia
          La 1ª lectura (Hab 1, 2-3; 2, 2-4) nos muestra al profeta que está necesitado de que Dios responda…, de que Dios aparezca…, porque se encuentra ante desgracias e infortunios. La respuesta del Señor es que habrá respuesta pero que no tenga prisa. El justo vivirá por su fe.

          Éste es el punto de referencia con el Evangelio de hoy (Lc 17, 5-10) en el que el tema que plantean sus apóstoles es el tema de la fe: Auméntanos la fe. La respuesta de Jesús es que la fe no es mayor ni menor; es simplemente FE. Aunque sea como una semilla de mostaza, tan pequeña. Sin embargo el que con esa fe diga a esta morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, os obedecerá.
          Quiere decir que lo que hace falta es la fe; no una fe más grande o más pequeña. Y de acuerdo con esa fe, ser obedientes a Dios. Y cuando se ha sido fiel a la palabra de Dios, hay que saber que no se ha hecho nada heroico; decid: somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que teníamos que hacer.
          Y para explicarlo gráficamente pone la parábola: suponed que un criado vuestro trabaja como agricultor o como pastor. El hombre regresa a la casa, donde el amo espera. Lo que le toca a ese criado es ponerse a servir a su amo, y no que el amo sea quien se pone a servirle a él. Hace el criado lo que tiene que hacer.

          La 2ª lectura es una exhortación de Pablo a Timoteo (2, 1, 6-8. 13-14): Aviva el fuego de la gracia de Dios, porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. Avivar ese fuego es avivar la fe para que sea una fe comprometida con la palabra de Dios, a sabiendas de adónde lleva ese compromiso. San Pablo lo concreta en tomar parte en los duros trabajos del evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Y “los duros trabajos del evangelio” son precisamente LA CRUZ, el camino que siguió Jesucristo hasta el final. Una realidad que pide la fe porque nadie se abrazaría a la cruz de Cristo si no fuera apoyado en la fe y movido por la fe. Y así, no tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor.

          Vivimos la EUCARISTÍA que es “sacramento de la fe”. Un sacramento que no sólo es el destino de nuestra fe como un aterrizaje al que llegamos, sino que es también constructora de esa fe que necesitamos vivir cada vez más a fondo.
          De ahí que la Eucaristía –sacrificio y sacramento- es necesaria para nuestra vida de creyentes. No puede ser una “devoción”, ni mucho menos “un cumplimiento” de cada domingo. Nuestra fe está atacada hoy por muchos flancos. No siempre belicosa y violentamente (al menos en nuestras latitudes y en lo que nosotros directamente percibimos). Pero muy minada por medias verdades que se van sembrando por doquier, criterios erróneos, costumbres que se van imponiendo sin sentir, y que poco a poco constituyen un ataque tanto más peligroso cuanto menos percibido. Cualquiera de nosotros puede ser muy consciente de la distancia que hay entre el modo de vivir hoy la fe y el de hace 15 ó 20 años.
          Es cierto que en muchos casos ha supuesto una maduración, una adultez, un paso desde la fe de niños a la fe personal. Pero igualmente cierto que en otras cosas ha habido un debilitamiento y un relajamiento de aquella fe y de aquella manera de vivir conforme a la fe que recibimos.
          Ya sabemos que la oración que tenemos que hacer no es: “Auméntanos la fe”. Pero sí tenemos que pedir que nos la conserve integra, y que eso se manifieste en actitudes y formas propias de la fe que hemos recibido de Dios, ese regalo excelso que no podemos malgastar viviendo lánguidamente las exigencias que lleva consigo la fe.
          Necesitamos que la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, potencie y alimente esa fe nuestra para vivir más de lleno nuestra vocación cristiana. Que, al final, no es haber hecho ningún acto heroico, sino haber sido pobres siervos que hemos hecho lo que teníamos que hacer.


Acoge, Señor, la oración que te dirigimos.

-          Consérvanos la fe y potencia en nosotros sus efectos. Roguemos al Señor.

-          Da a nuestra participación en la Eucaristía una fuerza que alimente y dé vigor a nuestro modo de vivir la fe. Roguemos al Señor.

-          Ayuda nuestra fe para que sepamos tomar parte en los duros trabajos del Evangelio. Roguemos al Señor.

-          Inspira a la Compañía de Jesús, reunida hoy en Roma  en Congregación General, para que sus trabajos redunden en bien de la fe de la Iglesia. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la plegaria que te elevamos en este día, e ilumina a todos los que estamos necesitadas de acoger el don de la fe con el que tú quieres llegar hasta nosotros.

          Por Jesucristo N. S.

1 comentario:

  1. Ana Ciudad11:33 a. m.

    ¡Que´fuerza comunica la fe!¡Qué diferencia entre esos hombres sin fe, tristes y vacilantes, de una existencia vacía, expuestos como una veleta a la "variabilidad"de las circunstancias y nuestra vida confiada de cristianos, alegre y firme con el convencimiento absoluto de nuestro destino sobrenatural!
    Es cierto que la "fe muerta", no salva. Debe ir acompañada de obras. Tampoco una "fe dormida", que es la insidia más solapada que puede hacerse a la fe de un cristiano, incluso que a veces llamaríamos "un buen cristiano".Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la Palabra divina es posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, "en quien vivimos, nos movemos y existimos"(Hech 17, 28)

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