sábado, 31 de octubre de 2015

31 octubre: Primeros últimos

Liturgia
          San Pablo hace una reflexión sobre Israel (Rom 11, 1-2, 11-12, 25-29) en la que quiere dejar constancia de que no es un pueblo que se ha perdido. Y aunque por el momento ha desviado su rumbo, Dios tiene en cuenta a Israel en atención a los Patriarcas.
          Es cierto que ese pueblo ha perdido el camino, pero eso mismo ha sido el misterio de la vocación de los gentiles, entre los que están aquellos fieles de Roma a los que dirige su carta. Pero Israel no ha sido desechado por Dios.
          ¿Y ha caído Israel para no levantarse? –No. Su caída ha dado lugar a la llamada de los otros pueblos, que así dais celos a Israel. ¿Qué será el día en que vuelva al redil de Dios en su pleno vigor? Porque Israel volverá y se salvará de esa su huida actual.
          Ahora mismo –dice- según el evangelio son enemigos porque no han aceptado al Mesías y al Reino. Y eso ha sido ventaja para vosotros. Pero la elección que Dios hizo desde el principio no la va a retractar. Por eso entrará Israel en su descanso, porque las llamadas de Dios son irrevocables.
          Se me ocurre pensar  una serie de cosas… La estampida de muchos –hoy- no significa que ya lo hayan perdido todo. Se convierte en llamada a otros. De hecho la India es actualmente un semillero de vocaciones. Y que nosotros vayamos tan a la zaga en nuestro caminar cristiano ha de encontrar en aquellos otros hermanos estímulo para despertarnos de nuestro sueño.
          En niveles muy personales, nuestro muchas veces descafeinado modo de vivir la fe puede ser un revulsivo para otros que nos ven y sacan la consecuencia de que hoy tienen que vivir mucho más comprometidamente. Y que nos echen la delantera a “la cristiana Europa”, debe darnos celos para reaccionar nosotros y recuperar aquel don de la fe cristiana con que fuimos dotados en siglos anteriores. Y de habernos dormido en los laureles, deberán surgir arrestos nuevos para una nueva era de valientes de la fe.
          Lc 14, 1. 7-11 nos trae una de las muchas veces que Jesus fue invitado a comer en la mesa de los fariseos. Y expresamente nos dice que le estaban espiando. No eran invitaciones limpias, sinceras. Aunque fueran de buena fe, pronto se entremezclaba esa tendencia a escrutar los pensamientos y los detalles de Jesús.
          Pero así como otras veces fueron los fariseos y juristas quienes tomaban la iniciativa para criticar alguna cosa de Jesús (alguna curación), aquí es Jesús quien toma esa iniciativa, al ver la mala costumbre de los hipócritas que buscaban ocupar los puestos de presidencia.
          Jesús les hace la observación de que cuando seáis invitados a una boda no ocupéis los primeros puestos, porque puede ser que hayan invitado a uno de más categoría y te hagan bajar puestos, y vengas a ocupar –abochornado- el último lugar.
          Es evidente que estas recomendaciones de Jesús le sonaban a mofa a aquella ralea que vivía pendiente de las apariencias. Pero Jesús estaba trasmitiéndoles valores intrínsecos del Reino de Dios. En él ha de situarse uno en el último lugar, convencido siempre de que es siervo inútil, sin provecho. Que si el que te convidó advierte que te has ido a la cola, él mismo va a venir a buscarte y a decirte: Amigo, sube más arriba. Y eso será para ti una gloria ante el resto de los comensales.
          Es que quien se humilla es enaltecido.
          Se diría que Jesús concibe “el mundo al revés”. ¿O no será que el mundo es el que está al revés? Pablo dice a sus cristianos que lo débil y pobre del mundo se escogió Dios para confundir a los fuertes y ricos. Son dos planos diferentes, distintos, antagónicos… Lo que para Pablo fue ganancia en sus tiempos humanamente triunfales, al final lo contabilizó como pérdida, como basura. Y todo está en este nuevo mundo que Jesucristo trajo y el que ahora le quiere mostrar a los fariseos aquellos. Todo tiene que ir al revés de ese mundo que ellos se han construido, al revés de esa forma de vivir de las apariencias, en las antípodas de la hipocresía y el vano honor del mundo.
          No nos dice el texto de Lucas cómo reaccionaron aquellos hombres. Puede pensarse que más de uno se lo tomó a broma…, y consideró a Jesús un pobre lelo que desbarraba…, que decía cosas absurdas. Quiero pensar que hubo quien recapacitó y –cuando menos- supo descubrir la lógica del ejemplo propuesto por Jesús.

          Lo interesante es reflexionar nosotros y ver qué es lo que verdaderamente creemos, y cómo lo vivimos en la vida diaria.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad12:41 p. m.

    CREO EN LA RESURRCCIÒN DE LA CARNE Y EN LA VIDA ETERNA.

    El Credo cristiano-profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora , culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al final de los tiempos y en la vida eterna.
    Creer en la resurrección de los muertos ,ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana.Creemos y esperamos que del mismo modo que Cristo resucitò de entre los muertos ,y vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Èl los resucitarà en el último dìa.
    Vivimos y nos esforzamos pocos o muchos años, y luego morimos. Esta vida es un tiempo de sufrimiento y de lucha ; es el camino de pruebas para la eternidad. Nuestra vida aquí abajo, es el tiempo que Dios nos da para adquirir y probar el amor que le guerdamos en nuestro corazón.
    Para algunos el camino será corto ; para otros largo ;para algunos suave ;para otros abrupto. Pero acabarà para todos.
    La muerte es la separación del alma , del cuerpo.Por erosión de la vejez, la enfermedad,o por accidente ; el cuerpo decae y llega un momento en que el alma ya no puede operar por èl. Entonces lo abandona, y decimos que tal persona, ha muerto.

    Continuarà

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  2. Cristo ama a Israel; Israel no es un pueblo que se ha perdido para siempre; Israel, desde su libertad, ha cometido y comete muchos errores; pero Israel ha llorado y se ha levantado...Dios no puede abandonar a su pueblo, porque Él lo ha elegido lo ama y lo quiere salvar. Cristo nos aconseja, nos invita a amar, nos invita a ser humildes, a no perder el tiempo buscando privilegios y honores.que nos dispersan y que nos distraen de las cosas esenciales. Seamos más exigentes con nuestros hábitos hasta conseguir ir un poco más allá de lo que es correcto, de las buenas costumbres; a ver si somos capaces de comprometernos con los valores que nos propone Jesús y asumir las actitudes coherentes que estos valores exigen.

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