martes, 27 de octubre de 2015

27 octubre: La sencillez del Reino

Liturgia
          La carta a los romanos tiene una riqueza muy grande y va tocando diversos palos en esa experiencia del cristiano, que se desenvuelve entre el tráfago del mundo que le rodea. Y no es que ese mundo está en ebullición sino que en él se desenvuelve el mal, un mal que oprime al bien. San Pablo, con una imagen muy expresiva compara la situación a una creación que gime como en dolores de parto, porque no se llegan a manifestar plenamente los hijos de Dios.
          Rom 8, 18-25 comienza con una afirmación substancial: todo lo que ahora se padece no tiene comparación con la gloria que espera. La creación está expectante, aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios, pues se encuentra sometida y retorcida en el puño fatídico de la esclavitud de la corrupción. No está así de buena gana, porque la tendencia natural es a la felicidad y esa felicidad es la que alcanzan los hijos de Dios. Y porque no puede desembarazarse de esa esclavitud, gime como en un parto doloroso del que ya quisiera que brotara la bondad.
          Pero nosotros mismos somos testigos y víctimas directas de esa esclavitud, y lo que anhelamos es que pueda mostrarse en nosotros esa realidad para la que somos hechos: ser hijos de Dios y vivir como hijos de Dios. De momento lo deseamos; no lo tenemos. Esperamos; no poseemos.

          Lc 13, 18-21 nos trae las dos parábolas similares del grano de mostaza y de la levadura. Dos parábolas que, por una parte hablan de la sencillez, y por otra de la fuerza expansiva del Reino de dios.
          Sencillez, porque no ha buscado Jesús comparaciones grandilocuentes para expresar el desarrollo del Reino de Dios. Se ha quedado en esa pequeña semilla de la mostaza, que –una vez sembrada- tiene virtualidad para desarrollarse en un arbusto lo suficientemente consistente como para albergar a los pájaros, que anidan en él.
          Otro de los evangelistas habla de “pájaros de todo plumaje”, lo que se ha interpretado como esa universalidad del Reino, en el que entran todas las razas, todos los colores, y todos como en su casa.
          De suyo hay también una referencia oculta al misterio de ese Reino, pues de lo más pequeño va expandiéndose hacia más “espacios”, y no porque se puede hacer nada para que más se extienda… Una vez sembrado, el crecimiento no depende de los hombres. Lleva su fuerza interna. Es esa gratuidad por la que lo que corresponde a la criatura humana es saber respetar el desarrollo del “árbol” y no troncharlo. Porque el resto está en la misma fuerza interna de ese Reino de Dios.
          En la parábola de la lavadura hay una participación más directa del ser humano. El Reino quiere vivir en medio de la masa; no aislado y como en otro ámbito. Como dice la Carta a Diogneto, el cristiano vive la normalidad de cualquier ciudadano del mundo, pero añade aspectos propios que son los que dan otra realidad. Hay que vivir esa otra realidad…; hay que meter la levadura en la masa para que toda la masa fermente. Se está pidiendo entonces la participación directa de cada miembro del Reino para que sea fermento en su ámbito: tiene que meter la levadura… Luego resulta que los efectos de esa levadura le sobrepasan porque el esponjamiento de toda la masa con aquel pellizco del fermento, sobrepasa los medios humanos.
          El Reino, pues, no es un reino de relumbrón, de eficacias humanas, de méritos de las personas… A nosotros se nos pide algo más pequeño como sembrar la mostaza o meter la medida de levadura en la masa. Los efectos –más allá de todo efecto humano- ya vienen dados por el misterio de Dios y la gratuidad de sus dones.

          El SALMO que une las dos lecturas es el 125, que proclama que Dios ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Porque tanto la 1ª lectura, que aboca a la esperanza, como el evangelio que nos sitúa en la sencillez de nuestra pobreza humana, desembocan en la acción de Dios que hace surgir a los hijos de Dios y da las gracias para establecer su Reino, muchos más allá de lo que nosotros podríamos hacer con nuestras fuerzas. Y la realidad nos proclama a gritos que se ha producido un verdadero milagro a través de estos 20 siglos, de modo que el pequeño grano de mostaza, y la péquela medida de levadura, han penetrado el mundo entero y lo ha invadido de la Gracia de Dios.

          No deja de crear perplejidad ver que el S. XXI pretenda ahogar esa semilla, impedir actuar la levadura, anular la fuerza intrínseca que llevan las obras de Dios.

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad9:49 a. m.

    CREO EN LA COMUNIÒN DE LOS SANTOS.

    Si alguien nos llamara "santos " seguramente pondríamos cara de extrañeza. Somos conscientes de nuestras imperfecciones, para aceptar ese título. Y no obstante, todos los fieles de Cuerpo Mìstico de Cristo, en la Iglesia primitiva se llamaban santos.
    Este es el tèrmino favorito de San Pablo, para dirigirse a los componentes de las comunidades cristianas. Escribe San Pablo :" a los santos que están en Éfeso" y " a los santos que se encuentran en toda Acaya ".
    Los Hechos de los Apòstoles,que contienen la historia de la Iglesia naciente, también llama santos a los seguidores de Cristo
    La palabra santo describe a toda alma, que incorporada que incorporada a Cristo por el Bautismo, es morada del Espíritu Santo ( mientras permanezca en gracis santificante).
    Hoy dìa sze ha limitado su significación a aquellos que están en el Cielo .Pero la utilizamos en su acepción primera ,cuando al recitar el Credo de los Apòstoles, decimos "reo en la comunión de los santos".

    Continuarà.

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  2. José Andrés12:54 p. m.

    A mí la imagen del grano de mostaza me suscita una imagen, que puede ser muy interesante y es la muerte y resurrección. Hay que morir con Cristo para poder resucitar con Él. La semilla se disuelve en la tierra, muere para luego dar fruto y en abundancia.

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  3. "No deja de crear perplejidad ver que el siglo XXI quiera ahogar esa semilla ,sembrada por Jesucristo en la buena tierra de su Iglesia y anular la fuerza intrínseca que tiene dentro";más, ¡tengamos paciencia..! El Reino de Dios va creciendo por mucho que las fuerzas del mal quieran apartar a Dios para ponerse en su lugar. El Reino ya se ha hecho muy grande y el AMOR de Dios que ilumina a los hombres, se contagia y actúa en las personas va a favorer que muchísimos, seguidores de Cristo, colaboren con Él desde su pequeñez, desde la humildad, desde la sencillez, poniendo el alma en cuanto hagan, a través de cada mirada, de cada palabra, de cada gesto, porque han descubierto el Reino; y, con Jesús , han decidido ayudarlo a crecer.

    José Andrés, el Espíritu Santo, estaba en medio bendiciéndonos. Me han gustado mucho tus propuestas para el Curso. Que Dios te pague tu interés y lo que haces por nosotros.

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