lunes, 4 de agosto de 2014

4 agosto: PANES, PERO NO SÓLO...

FALSAS PROFECÍAS
             Hoy nos encontramos con un tema muy interesante: Ananías (Jer 28, 1-17) aparece como profeta de suavidades. Contenta mucho al pueblo desterrado diciéndole que ya se acaba su destierro, porque el Señor levanta ese yugo que están sufriendo. Y en gesto o imagen profética, le quita a Jeremías el yogo de madera con que estaba detenido por las autoridades del Templo. Y Jeremías marcha a su casa. Y en el camino recibe la verdadera Palabra de Dios, y le avisa que el yugo de madera que le han quitado a éñ por una falsa profecía, se convierte en yugo de hierro para todas las naciones que dependen de Nabucodonosor. Y la profecía “de dulzuras” (que tanto agradaba y que enervaba voluntades viendo ya el camino de rosas), era falsa, aunque más gustosa que la de Jeremías. Pero la realidad es otra, y la verdadera Palabra de Dios no pone tantas dulzuras para enervar voluntades y dar la vida por buena.
             En el Evangelio (Mt 14, 13-21) volvemos al mismo texto de ayer. Contexto litúrgico diferente, que enlazará finalmente con lo que acabamos de ver en Jeremías. Jesús se ha retirado de donde estaba, tras enterarse de que Herodes ha matado a Juan Bautista. ¿Prudencia, puesto que la violencia casi se toca con lis dedos, y es mejor poner tierra por medio? ¿Rechazo y repugnancia por la barbarie cometida? ¿Necesidad de llorar a solas el luto por la muerte del pariente y precursor? Un hecho real: Jesús busca un ligar tranquilo y apartado.
             Por decirlo así, “Dios sabe más” y en vez de dejar que Jesús llore su pena, le pone delante –impensablemente- una misión perentoria: una multitud lo espera en el “lugar tranquilo”. No es tiempo de lamentar la muerte de Juan. [Incluso, con visión bíblica, esa muerte es providencial para que el camino que Juan empezó a desbrozar, le quede ya entero a cultivar Jesús]. Y Jesús siente conmovidas sus entrañas ante aquel gentío y a esas gentes es a las que ahora le toca atender. Una nueva “tranquilidad”, porque es su misión de enseñar el Reino. Un “cambio de paso” característico de los que usa Dios en la vida de cada persona, y que ahora le toca a Jesús. Y allá entra Jesús de lleno con los enfermos que le han traído, y con la proclamación del Reino que le sale del alma y que es para lo que ha venido. Y tanto se enfrasca Jesús en ello, que llega ya el atardecer y la amplia muchedumbre sigue allí embelesada… Ni han sentido el hambre.
             Pero Jesús sí cae en la cuenta de que ya no puede despedirlos sin más a aquellas horas, en aquel descampado y sin comer. Y se le ocurre “la broma” de decirle a sus apóstoles que le den de comer a los miles de personas que hay reunidas. Me imagino a los Doce poniendo caras griegas porque no saben si Jesús les bromea o les habla en serio. Y si les habla en serio, ¿en qué país vive?  Y acaban respondiendo con admiración, extrañeza e intriga: ¡Pero si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces! Quiere decir que aquello no era nada.
             Pero Jesús tiene la manera de que “sirva”: pedir que se lo lleven a Él. Desposeer. Pedirles por una parte que den de comen a 5,000, y por otra parte desposeerlos de lo poco que tienen. Pero en ese compartir está el secreto del futuro milagro. [Compartir, que inmediatamente traducen mis lectores por “dar dinero”, “dar limosna”, “DAR…” Y a lo mejor no ha sido tan espontaneo otro tipo de respuesta: “Darse”. Porque el problema no está –lo principal- en ir dando cosas. Lo que realmente hacer falta es DARSE. Y eso se traduce en liberar filias y fobias, en ceder el propio tiempo a favor de otro; en perder tranquilidad para complicarse en algún compromiso con alguien. Muchos solventan su conciencia en dejar la limosna en los mendigos o pedigüeños… Con eso, ¡ya se hizo todo! ¿Realmente no cabía algo más que dejar la moneda o el bocadillo? COMPARTIR es algo mucho más serio que “la limosna” y que “el dinero”. Yo no tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesucristo…]
             Y cuando todos comieron y todos se saciaron y se recogieron las sobras, vino la despedida. No entraremos en ella hoy, porque toca mañana. Pero aún pisando el terreno de ese “mañana”, necesito acabar este relato de la misma manera que Jesús. Se quedó solo. Hasta de sus apóstoles, y se fue a internarse en la montaña y quedarse en oración profunda con Dios… Ahora podía hablar con Dios de su pena por la muerte del Bautista. Y ahora Dios le explicaba que así convenía…, y que ahora es el turno de Él, de Jesús. Y ahora viene esa oración profunda de escucha en la que Jesús ha de asimilar todo lo que ha ocurrido, y hacia dónde va el proyecto de Dios. San Juan evangelista lo hace derivar hacia el COMPARTIR DE LA EUCARISTÍA, ese Pan que se parte y reparte, años, siglos…, y siempre quedan “sobras” para que no falte al día siguiente.
             Y Jesús ora ante el Padre y va descubriendo que la gente ha escuchado la palabra y ha comido y se ha ido satisfecha… Pero que queda mucho terreno por cultivar, porque no se trata de que luego lo busquen porque han comido de los panes. Hay algo más de fondo: cada cual ha de adentrarse en sí para hacer viva la llamada de principios evangélicos, que meten un botón de fuego en el alma. Nos creemos COVERTIDOS porque vivimos ya una “decente” vida espiritual. Y sin embargo, en palabras de un gran autor, combatimos con Dios los años enteros, y por el temor de ser desdichados, permanecemos siempre miserables, retenidos por falsos temores, saturados de amor propio, cegados por nuestra ignorancia…, y nos resistimos a las insinuaciones de su Gracia, en vez de darnos a Dios plenamente, que nos quiere poseer para liberarnos de nuestras miserias. Es necesario renunciar a nuestros intereses y satisfacciones, a nuestros deseos y caprichos, para sólo depender de la voluntad de Dios.

             Esa fue la oración en la que Jesús fijó su atención; ese era el Evangelio. Por la actitud contraria de sus apóstoles, tuvo Jesús que obligarles a embarcarse solos. Y Jesús tuvo que explayar su Corazón ante el Padre. Era mucho más que dar panes la obra que le quedaba por delante. Ananías había profetizado “panes y saciedad”; Jeremías tuvo que hacer volver la mirada a la verdadera realidad, aunque fuera menos agradable.

2 comentarios:

  1. Recibo el siguiente correo: “leyendo el Evangelio… me he quedado ANTES del Milagro, con la decepción de los Apóstoles y la “COMPASIÓN” de Jesús ante la masa de gente que le buscaba y que le llevaban sus enfermos a sus pies… Nos sugiere, que nos mezclemos entre ellos , para que Jesús nos cure… ponga SUS MANOS sobre nosotros… abra nuestros ojos … y yo añadiría: ¡Señor!: ¡ten compasión de mí…! ÉL solo puede curarme , perdonarme, cambiarme…darme la LUZ para que vea… Le pido también que no me suelte nunca de su mano…”
    Es una parte y tiene su “contexto” y su momento. Otra cosa es cuando nosotros ahora lo leemos y lo reflexionamos, sobre todo si le aplicamos la luz que San Juan Pablo II y Benedicto XVI nos enfocó hacia la nueva evangelización. Realidad que Francisco está esforzándose por hacer realidad en él y en sus actuaciones.
    “Nueva evangelización” no es saberse el evangelio, meditarlo, querer aplicarlo en nuestros viejos odres de “buenas personas”. “Nueva evangelización” es saber de pronto que hay que desnudarse de viejos modos y buenas piedades (“odres viejos”), y enfrentarse al Evangelio sin ponerle sordinas. Y advertir ya –desde el principio- que la parábola del sembrador no fue un cuento de Jesús sino una seria advertencia de gentes que reciben la palabra pero que, por H o por B, la adobamos de tal manera que acaba por quedar estéril, aplastada, “quemada”.
    Es compatible con la “suavización” a que Jesús nos ayuda al ponerla bajo la cobertura de “su yugo”. Que NO ES QUE NOS QUITA YUGO, sino que nos alienta y ayuda a llevarlo. Pero que no confundamos. Porque –en palabras de un gran maestro espiritual-, que yo me repito a mí mismo: “Ser buenos es la antesala de ser perversos”.
    Atar las dos moscas por el rabo es la labor de la ascesis cristiana. Y esa ascesis es ya muy particular, para analizarla en uno mismo y para descubrir que una cosa es “ser buenos” y otra el evangelio.

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  2. EL SANTO CURA DE ARS
    San Juan María Vianney fue nombrado como “El Santo Cura de Ars”. Casi no llega al sacerdocio por lo torpe que era en sus estudios. Pero Dios encarriló a sus Superiores a concederle seguir adelante. Y Dios fraguó un Santo. Enamorado de la oración, celoso del confesionario, en el que pasaba las horas y las colas no se acababan. Yendo de un lugar a otro para echar una mano a algún compañero. Y dice que el camino se le hacía corto porque iba orando.
    Pues bien: un día se le ocurrió pedirle al Señor que le dejara ver el fondo de su propia alma. Dios se lo concedió por un instante. Y dice el Santo que vio tantas suciedades que por poco pierde el conocimiento. Aparte de que una visión de sí mismos de esa forma es propia de los santos, adonde quiero ir es a que MÁS ALLÁ DE NUESTRAS SUPERFICIALES MIRADAS A NUESTRA ALMA hay un mundo de “detalles” que son mucho más imperfectos y sucios de lo que nos creemos.
    Viene a pelo con lo comentado antes en el tema y en el comentario que puse: “la Nueva Evangelización” presupone la posibilidad –primero-, la valentía –después- de mirar nuestra verdad más real a través de nuestras actuaciones diarias. Porque no es el tema el que hagamos cosas buenas o que no hagamos cosas malas: es el sinfín de “desórdenes” a los que no lleva nuestro amor propio, siempre justificando nuestras maneras (las mismas que criticamos o vemos defectuosas en otro)… Y también “endulzando” el evangelio hasta el punto que Cristo no podrá reconocer en nosotros el Reino que Él trajo.
    Por eso la NUEVA EVANGELIZACIÓN sería ir al evangelio más al estilo de San Francisco de Asís: “A la letra, a la letra, a la letra”, “sin glosa, sin glosa, sin glosa”. Y ya no es que no haya que saber traducir a la realidad, sino que el evangelio no quede desnaturalizado. A los apóstoles les pasó un tanto de eso: querer el reino pero sin cruz y con puestos de privilegio. Y Jesús tuvo que volver a empezar una y otra vez porque o se entendían las bases substanciales, o iban a regar fuera de tiesto.
    Este problema no está salvado. La misma Iglesia necesita de constante revisión para no desviarse. La labor del Papa actualmente es intentar vivir y enseñar con gestos y palabras, que la vida de la Iglesia (que somos todos) tiene que dar un vuelco hacia LA VERDAD DEL EVANGELIO.

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