martes, 26 de agosto de 2014

26 agosto: Mucho por reflexionar

EN POSITIVO Y EN NEGATIVO
                Jesucristo continuó su enfrentamiento con los fariseos. [Mt 23]. No era el intento de atacarlos ni de humillarlos. Era que Jesús se sabía ya abocado a un final y que faltaba ya tiempo para seguir intentando por las buenas que aquellos fariseos entraran en razones…, o lo que es igual: que acogieran el Reino de Dios, y que salieran de sus vacías formas religiosas. Por eso acabó su diatriba con tres aspectos muy concretos y que, desde luego, lo mismo pueden ser útiles para nosotros al cabo de 20 siglos.
                Pagáis el diezmo de la menta, el anís y el comino. Y no es que es esté mal. Lo que pasa es que eso no es aun religión. Eso es un complemento externo de algo mucho más importante, ¡que descuidáis!: la misericordia, la compasión, el derecho y la sinceridad… Y si esto no lo practicáis, lo otro queda vacío. Eso más substancioso es lo que hay que practicar.
                Ni que decir tiene que se me va a el pensamiento hacia realidades que estamos viviendo en el día a día en la expresión de fe de muchos creyentes. No es menester “señalar”, pero los lectores podrán “mirar” y ves…, una veces mirando “en derredor”; otras, sincerándose con su propia manera de vivir una religión facilona de expresiones externas. Si eso fuera acompañado por lo substancial, lo nuclear de la fe: la compasión, la misericordia, el derecho y la sinceridad, ¡bien va! Si esas características y otras de profundo sentido espiritual de relación personal con Dios y sus Sacramentos, la verdad que todas las otras exteriores piedades y cumplimientos se quedan en una burbuja vacia que, si se explota, apenas deja algo más que la piel.
                Y ahora Jesús lo expresa con una nueva manera: Guías ciegos, qu filtráis el mosquito y os tragáis el camello. ¡Enorme reflexión! Porque está poniendo el dedo en la llaga. El mosquito eran aquellos lavatorios interminables antes de comer…, aquella “parálisis de vida” en que habían convertido los sábados, y tantos preceptos más…, por cientos. Toda esa invención de ellos les era sagrada. El “camello”, lo substancial, se perdía allí. Criticaban, atacaban, están más pendientes de los fallos de los demás, carecían de compasión hacia los demás (ayer hablaba el evangelio de las cargas pesadas impuestas a otros…, de esquilmar a las viudas con pretextos religiosos…, mientras ellos no movían un dedo. [No me quedo igual al relatar estas cosas; no me limito a narrar “historia”… Me detengo en un examen de esa actitud que es tan fácil de repetir…, y que de hecho repetimos más de uno. Y que no sólo es eso sino que podemos hacernos “guías”…, aunque “ciegos”.
                 Acaba esta conversación con una advertencia muy sencilla y muy “de casa”. Aquellos fariseos lavaban platos, jarras ollas, por fuera; mientras su interior estaban ellos rebosando de robo y desenfreno. ¿Pensáis que esto es una parábola? Yo lo tengo a vista con mucha frecuencia, Veo a algunos que llegan a un comedor y empiezan a hacer una “limpia” de su vaso, su cubierto, su plato… Y una vez que se sienta a comer, critica, se expresa con malos modos… Y me digo: ¿No es esto lo que Jesús echaba en cara a los fariseos?
                Por eso, aunque existe cierto rechazo oculto a este texto por parte de personas, la verdad es que Jesús vive con los pies en el suelo, y que está retratando nuestras mismas realidades.


                En la carta a los Tesalonicenses (2, 1-3; 13-16), San Pablo les pone delante algo que tienen que cuidar: no viváis engañados como si el mundo se fuera a acabar ya. No vayáis a dormiros en los laureles, pensando que ya os vais de este mundo. Dicho en lenguaje directo: aquí hay que seguir luchando, y no vayáis a imaginaros que la vida se acaba ya y que ya tenéis recorrido el camino. Que nadie os desoriente… Manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis recibido de palabra o por carta: Que Jesucristo nos ha amado y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza. Y que eso os consuele para vivir en buenas obras y palabras. Por tanto: el camino no se ha acabado. A nadie. Ni por joven ni por mayor. Ni por “católico-apostólico-romano” ni por defectuoso y pecador. El camino es camino y pide caminar. Lo que no puede perderse de vista es en qué dirección se camina- Porque ahí está el gran secreto de la vida sinceramente cristiana…, de la vida interior que conecta con la Palabra y la obra misma de Jesús,

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