viernes, 22 de agosto de 2014

22 agosto: Salir de nuestros sepulcros

MARÍA, REINA
                HOY CELEBRA LA Iglesia la memoria litúrgica de María, la Madre de Dios, como REINA. No tiene lecturas propias para la Misa. Por eso prefiero –y así es como realmente corresponde- seguir las del día. Que por otra parte, en la de Ezequiel 17,1-14, tiene una plasticidad llamativa.
                La visión que Dios le hace tener al profeta es un inmenso campo de huesos secos, que representan a la completa Casa de Israel en su situación de derrota y exilio. Es algo así como un osario sin personas, sin personalidad propia, huesos secos amontonados. Y Dios establece un diálogo con Ezequiel: - ¿Qué ves. Hombre mortal, ¿podrán revivir estos huesos? Ezequiel lo deja todo en manos de Dios: Señor, tú lo sabes. Y Dios responde: Pronuncia un oráculo sobre esos huesos y diles… Y Ezequiel pronuncia el oráculo y bajo aquella palabra del profeta los huesos secos se recubren de tendones, y de carne y de piel… Y así sabréis que Yo soy el Señor. Pero lo que le queda delante es un cementerio de cadáveres. Nuevamente viene la palabra de Dios y dice al profeta: Conjura al espíritu, hombre mortal y di: Ven, espíritu, de los 4 vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan… Y el profeta da esa orden y los muertos se ponen en pie –una multitud innumerable…-, LA ENTERA CASA DE ISRAEL- Vuelven a la vida con sensación de fracaso, pero Dios les habla por medio de Ezequiel diciéndoles que Él los hace salir de sus sepulcros, y entonces sabrán que Yo soy el Señor.
                Un auténtico peliculón didáctico que pone de manifiesto a un Israel vencido y perdido en el exilio, al que Dios llama de nuevo a la vida y les hace salir de esos “sepulcros” para levantarse y ponerse en pie como gran pueblo que capitanea Dios. Más aún: Yo os infundiré mi Espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y SABRÉIS QUE YO, EL SEÑOR, LO DIGO Y LO HAGO.
                La mente se me ha ido a nuestro mundo actual, ese cementerio viviente de personas perdidas en sus propias tumbas de desánimo, desastre, muerte, carencia de sentido para vivir, sin siquiera el sentido de la vida. Un telediario cualquiera se convierte en una crónica de muertes y desastres…, de huesos secos y sin sentido en la vida. Se está cumpliendo al pie de la letra el anuncio  de San Pablo en su carta a Roma en la que presagiaba lo que iba a ser un mundo sin Dios: un mundo sin respeto a las leyes naturales; sin respeto a la vida, y carente de sensatez. La gente lo dice en una palabra: “El mundo se ha vuelto loclo”.
Una palabra de Dios estamos deseosos de escuchar, que haga resurgir la vida, y manifieste en este momento nuestro histórico que DIOS ES EL SEÑOR, QUE LO DICE Y LO HACE. Y así hemos de pedirlo y esperarlo, porque realmente el mundo se está ahogando en su propia sangre.

Aunque no lo ha recogido el proceso de la lectura continuada, acaban de irse los saduceos de ponerle a Jesús una trampa infantil para burlarse de la resurrección. Y cuando ellos se van, se acerca un fariseo… No dice Mateo (22, 34-40) con qué intención. La pregunta parece inocente, o sólo busca poder comprobar la ortodoxia de Jesús. ¿Cuán es el principal mandamiento de la Ley? Eso se lo podían preguntar hasta a un niño. Lo recitaban de memoria todos los judíos. Y Jesús lo repite con su gran devoción: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. No cabía duda que Jesús estaba en plena rectitud de pensamiento.
Pero Jesús no corta ahí, y sigue por un segundo mandamiento semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Dos mandamientos que sostienen la Ley y los Profetas No hubo más.
Pero no deja de plantear hoy día una cuestión que nos atañe también a nosotros: del primer mandamiento estamos todos muy convencidos, al menos cuando lo recitamos. Del “segundo, semejante al primero” ya no estamos tan firmes, y eso que Jesús subió el listón hasta algo mucho más alto: amar como Yo os he amado.
Es evidentísimo que eso no lo ha olido el pueblo judío. Sigue con el “primero” y sus cabezadas (“como un junco”) en el Muro de las lamentaciones. Pero se pasan más de tres pueblos en su relación con el prójimo. No es ya sólo que no lo aman como a ellos mismos, sino que hasta pulverizan el verdadero “ojo por ojo” (que en su momento fue un auténtico avance de perfeccionamiento…, y en el que se ha vuelto atrás de forma alarmante).

Pero como nosotros hemos de mirarnos a nosotros mismos, no estará de más que en esas nuestras reacciones violentas (de palabra, sobre todo), hagamos nuestra prueba de –siquiera- tratar a los demás como queremos que nos traten. Habrá que pedir el Espíritu que haga revivir esos “huesos muertos” que nos dificultan tanto DAR VIDA al espíritu cristiano que ha de atemperar muchas cosas en nosotros, y hacernos entrar en “nuestros sepulcros” para hacer REVIVIR LA ENTERA CASA DE “ISRAEL” (que para nosotros es la Iglesia, es la fe, es la comunidad con la que compartimos eucaristía, con la que convivimos como nuestros prójimos reales en este momento actual: OS HARÉ SALIR DE VUESTROS SEPULCROS… 

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