miércoles, 27 de agosto de 2014

27 agosto: Lecciones prácicas

AMOR-TEMOR
                Acaba hoy ese capítulo 23 de San Mateo, cuando Jesús enfrentó ya el tema de las actitudes de los fariseos. Aquella secta muy religiosa y muy cuadriculada, tan llena de preceptos, de los que una gran mayoría los habían elaborado ellos. A veces, a parir de preceptos auténticos como el del descanso sabático. Otras, ideadas por ellos en un afán de prohibir/mandar como base de su sistema. Por eso había una oposición frontal a Cristo –y de Cristo con ellos- porque Jesús apuntaba al interior y le importaba el interior: lo que sale del corazón, y no el pago material de un diezmo de semillas, y de normativas de ese estilo. Ni siquiera de las exageraciones asfixiantes del “sábado” en que los fariseos no dejaban vivir. Otra cosa es si ellos vivían y cómo vivían.
                De ahí que Jesús les aborde hoy como sepulcros encalados, muy blancos por fuera, pero y se sabe que un sepulcro encierra huesos y podredumbre. Y esa comparación de Jesús responde perfectamente a ese epíteto repetido con que Jesús les califica muchas veces: hipócritas, farsantes. Como esos sepulcros que aparecen por fuera tan limpios…: por fuera parecéis justos; por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.
                Y luego viene otra acusación menos clara a nuestras mentalidades: levantáis mausoleos a los profetas que vuestros padres mataron. Con lo cual os hacéis cómplices de las acciones de ellos, vuestros padres. Pero expresiva a una mentalidad tan tribal, de clanes, donde cada persona es responsable de lo bueno o lo malo de todo el clan, y viceversa.

                San Pablo concluye su 2ª carta a los fieles de Tesalónica (3, 6-10; 16-18), y es como un venir y bajar a las realidades “pequeñas”, que es donde se muestra la verdad de lo que se lleva dentro, Porque basta ser decente para no caer en algo más “gordo”. Pero hay que tener finura de alma para llevar la fe y la práctica a los pequeños o normales detalles de la vida.
                Una aplicación: no tratéis con hermanos que llevan una vida desordenada. No es de poca monta el consejo. Y sirve muy bien para mjuy buenas personas de hoy, que sueñan con hacer un bien a otras de no tan buenas costumbres. Y es mucho más habitual que los de buenas costumbres se infesten, que los de malas costumbres se corrijan. Y Pablo advierte que no se entremezclen con esos hermanos que no andan por derecho. No está de más aprender la lección. Encomendar a esos hermanos a quienes puedan ayudarles, pero no perjudicare a sí mismos quienes ya caminan bien.
                Otra advertencia: El que no trabaja que no coma. Ya se entiende que se habla de quien no quiere trabajar y puede trabajar. Y Pablo dice: “Así lo he hecho yo; seguid mi ejemplo. Trabajé y me cansé con la labor de cada día”. Es su gozo, su noble orgullo y su enseñanza.
                Y no es en balde, ni se queda tan lejos esa afirmación. Porque sigue habiendo quienes pueden aportar su trabajo, ganarse el pan que se comen, aportar al bien del conjunto…, pero se han metido en ese fanal de cristal, y dejan a los otros para que los otros trabajen. Ellos nunca tienen tiempo ni “posibilidad”. De ahí el dicho: “Cuando necesites una ayuda, no la pidas a quien nada hace, sino al que está ocupado”.
                Desde ahí, una despedida muy propia de un cristiano: Que LA PAZ del Señor esté siempre con vosotros en todo lugar. Y firma de su mano lo que ha puesto un amanuense en el papel. Esa contraseña que avala todo lo dicho en el escrito.

                Hoy se dialogará el Salmo 127. Es una pena que los traductores pretendan mantener la “fidelidad” a la letra en vez de la verdad del sentido, que daría una versión mucho “más literal” por expresar mejor la mente de quien lo escribió. Dichosos los que temen al Señor es una traducción que “molesta”. Porque no puede ser dichoso quien “teme”. A cualquier conocedor de la Sagrada Escritura le consta que tantas veces se habla de ese “temor” se hace un paralelismo con el AMOR. Y que, por tanto, la verdadera expresión bíblica es: Dichoso quien ama al Señor. Precisamente por eso sigue sus caminos (como buen amante)…, y todo le va bien Y todo eso es la bendición del hombre que AMA  al Señor. En efecto: ¡bendición!; no una amenaza del “temer”.
                No se equivocó el autor sagrado. Aquella lengua hebrea no le permitía este juego amplio de matices que tenemos nosotros. Nosotros podemos hablar de la relación de amigos, y es una forma de amor sin más calificativos. Hablar del amor a un padre (y lo que era eso en una sociedad patriarcal), exigía otro tipo de amor respetuoso, No se puede tratar a un padre como a un “colega”, porque no lo es. Es un padre. Y eso requiere una forma reverencial, respetuosa. Pues bien: la “reverencia” es palabra que proviene de un verbo latino que expresa un cierto modo de temor en el amor. Por eso se reverencia lo sagrado. Porque “lo sagrado” rebasa lo de “colega”.

                ¿Es verdad que hoy el mundo anda de cráneo porque no hay temor? Sí, es verdad. Pero todos convenimos en que la vida no se resuelve por la amenaza y el temor. Que lo que hoy falta es RELIGIÓN…, AMOR A DIOS, relación a un referente superior ante el que se detiene la falta de educación y de respeto, y la sobra de orgullo endiosado.

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