miércoles, 20 de agosto de 2014

20 agosto. PASTOR Y BUENO

OTRA JUSTICIA
                La lectura de la profecía de Ezequiel (34, 1-11) nos lleva de la mano al Pastor Bueno que se realiza en Jesucristo. La queja de Dios, que nos trasmite el profeta, es que los pastores de Israel son malos, porque no defienden ni protegen a sus ovejas, sino que se aprovechan de ellas. Al final hay una afirmación decida por Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Esa promesa tiene su realización en Jesús, que afirma de sí –personalmente- YO SOY EL PASTOR BUENO.

                Una muy buena explicación y aplicación de ello es la parábola de los obreros enviados a la viña a trabajar. (Mt 20, 1-16). Parábola que tiene su paralelo con la de “el padre bueno” porque en ambas se realza la misericordia de Dios, de modo muy semejante, aunque bajo otra historia.
                Un propietario sale a la plaza del pueblo donde se juntan los hombres que buscan trabajo. Es la primera hora del día, momento para empezar la jornada normal. Y a tantos hombres como encuentra en la plaza, con todos pacta el jornal que les va a pagar, un denario por cabeza (lo que ya era un jornal generoso). Y los hombres van satisfechos de tener trabajo y trabajo bien remunerado.
                El propietario sale a media mañana y encuentra y encuentra más obreros. Ciertamente no estaban a primera hora. Han sido menos diligentes. Pero el amo –sin averiguar más- los envía a trabajar a su viña. No hay contrato previo. Demasiado es que se les ofrece la oportunidad de ganar algo.
                Y vuelve a salir a la media tarde y sigue habiendo rezagados (u haraganes) que están allí, y también a ellos los envía a su viña. Pueden ellos pensar que no les corresponde ni medio jornal…, pero algo es mejor que nada. Y van.
                Pero es que era la caída de la tarde, cuando falta sólo una hora para dar de mano, y quedan aún algunos hombres en la plaza, que no han acudido en todo el día. El dueño de la viña les llama la atención: ¿cómo es posible que están allí ociosos…? (lo que significa que no han dado golpe en todo el día). Y hasta se disculpan diciendo que nadie nos ha contratado. Poco merecían cuando no sólo lo han hecho mal sino que encima “la culpa es de no haberlos contratado…, en vez de reconocer que ellos no salieron a la plaza para ser contratados). Y el buen propietario piensa en el bien de ellos…, en que se ganen algo que llevar a su casa… Y los envía a su viña.
                Y el amo se va tras ellos para estar presente a la hora de cerrar cuentas. Al ponerse el sol encarga al capataz pagar a todos, empezando por los de últimísima hora. Y le pagan un denario a cada uno. Eso no podían ni soñarlo… Pero así ha sido. Y otro denario por cabeza a los de las 3 de la tarde y a los de media mañana. Ni que decir tiene cómo se frotaban las manos los de la hora primera. Y al llegar ellos, le abonan el jornal contratado: un denario. Y entonces protestan porque los han igualado a los de los otros turnos, siendo así que ellos han soportado el sol, el bochorno, el cansancio.
                El amo les hace caer en la cuenta que ese fue el contrato apalabrado. Que no ha cometido con ellos ninguna injusticia. [Se me representan como el hermano mayor de la otra parábola, tan pagado de sí que no acepta la benevolencia de su padre con su otro hermano]. La respuesta del amo es que con los de la primera hora cumplió su palabra y acción generosa. Pero de lo que no tiene que dar cuentas es de su otra generosidad, por la que de lo suyo, quiere hacer bondad. PORQUE QUIERE SER BUENO. Toma lo tuyo y vete en paz, les dice a los primeros.

                Esta parábola es de las que algunos discuten en su interior porque no ven JUSTICIA…, naturalmente pensando muy a lo “justicia humana”. Pero basta ponerse en el plano del padre aquel que se volcó en el hijo que regresaba derrotado, al que acoge con todo el corazón y le festeja su regreso (no el mal que hizo, al que –por otra parte- ni hace alusión). Tampoco allí había justicia… Es lo que echó en cara a su padre el otro hijo…, “el bueno”.
                Aquí nos hace falta ponernos en el momento actual: que más o menos nos consideramos “de la primera hora”, y estamos muy agradecidos de haber sido elegidos y contratados para vivir en la viña del Señor. Otros llegaron más tarde…, se convirtieron…, dejaron sus defectos…, y finalmente nos congratulamos de que también ellos caminan ya en línea recta hacia Dios, en su viña.

                Pero los hay ladrones, perversos, difamadores, violadores, asesinos…, que en toda su vida hicieron el mal…, pero que se han topado con la mano de Dios (la derecha o la izquierda) y acaban por acudir a la plaza…, aunque sea a última hora. Y el padre de esos “pródigos” se siente feliz porque vinieron (aunque se hayan pasado la vida de otra manera). Se han convertido. Han reencontrado a Dios en una misión popular, en una desgracia familiar, en un momento de lucidez, en un fracaso económico… Y a última hora están comulgando dignamente a nuestro lado. ¿Nos parecería mal que ellos alcanzasen así la salvación y juntos entráramos en el abrazo de Dios?

1 comentario:

  1. Ana Ciudad2:55 p. m.

    Nadie que nos haya conocido en cualquier circunstancia debería decir al final de sus días que no hubo nadie que se ocupara de él.
    Servir. al Señor es ya un honor inmerecido.Trabajar para Cristo es reinar y motivo de acción de gracias por haber sido llamados de la plaza pública a la propiedad de Dios.No buscamos nada para nosotros, sólo amar cada vez más a Cristo , llamando a otros para que vayan a trabajar en su campo.Al final cada uno recibirá a la medida de su trabajo.

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