lunes, 25 de agosto de 2014

25 agosto: AVISOS Y ALABANZAS

Un evangelio para examen de conciencia
                El Evangelio de Mt 23 está ahí para un buen examen de conciencia, y yo diría que más que de “pecados”, de actitudes. Porque lo que Jesús pone ante los fariseos son situaciones de vida repetidas. Algo que no es “esto” o “aquello” sino un modo de ser y actuar. ¡Que es lo grave! No entráis ni dejáis entrar; hipócritas que usáis la religión para provecho propio; buscando hacer a otros a la manera vuestra y el doble peor; que andáis con subterfugios “religiosos” para engañaros a vosotros mismos, con una ceguera culpable…
                Repito que esta diatriba de Jesús no es sino una buena ocasión para entrar dentro de nosotros. No son unos “hechos” lo que tenemos que descubrir, ni tienen que ser “esos” precisamente en que incurrían aquellos fariseos. La buena imaginación de cada uno de nosotros tiene que saber “transportar” a la clave personal la partitura que Jesús ha dibujado a los fariseos que tenía allí. Pero no son los únicos.

                San Pablo escribe a sus fieles de Tesalónica que forman la Iglesia de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Hay que observar la gran alabanza que les hace desde el saludo mismo de la  carta. ¡Ya se pueda decir igual de nosotros!
                Es deber nuestro dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos; y es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente, y vuestro amor, de cada uno por todos y de todos por cada uno… ¡Yo me apunto! Sería uno de los mejores títulos y alabanzas que pudieran hacer de nosotros. Que se convierta en acción de gracias a Dios algo tan evangélico y distintivo como que el amor de cada uno por los otros, y de todos para cada uno, sea algo que tenemos que soñar alcanzar. Es decir: hacer por practicar. Ponerse en serio a hacerlo realidad, porque –además de ser el mandato de Cristo, es la prueba evidente de que crece nuestra fe vigorosamente. Y éste es el orgullo noble de vosotros ante las iglesias y de la Iglesia por vosotros.
                Y no es que eso sale solo, o que salga de corrida…, porque todo el monte es orégano. No: es en medio de todas las persecuciones que soportáis. Lo cual significa que EL REINO se está haciendo realidad en vosotros: se realiza la promesa de Dios. Y vosotros padecéis por ese Reino. No se os viene “gratis” a las manos. Lo estáis padeciendo. [Todo esto es para meditarlo e irlo traduciendo, porque aquel “examen de conciencia” que podía hacerse sobre los “ayes” de Jesús a los defectos farisaicos, tienen un complemento de bienaventuranza y felicidad cuando la fe se traduce en realidades fehacientes y comprobables. Esto es lo digno de vuestra vocación para que –con su fuerza- cumpláis los buenos deseos y la tarea de la fe, para que así Jesús nuestro Señor sea vuestra gloria, y vosotros seáis gloria de Él.
                Comprendo que todo esto pueda parecer menos gustoso que una contemplación de un hecho evangélico. Y menos fácil de acoger. Pero nunca sobrará encontrarnos con exhortaciones tan profundas como ésta de Pablo a sus cristianos, que –al fin y al cabo- estaban hechos de la misma materia que nosotros. Y lo que a ellos se decía, hemos de decírnoslo nosotros. Si es el tema citado de ese amor abierto hacia todos, ya hay un punto (como hemos visto). Si es este final en que el deseo de Pablo y la vocación a la que Dios llama es gloria de Cristo para nosotros, y gloria de nosotros para Cristo, tenemos otro punto inmensamente atrayente para vivir nuestra vida cristiana, nuestra fe católica, con toda la fuerza y toda la ilusión y todo el empuje. Hay ahí mucha tela que cortar. Estimulante. Exigente. Que no sale sola. Que hay que tejer…

                Personalmente me ha hecho pensar mucho y me ha puesto en situación de discernimiento ante realidades concretas y de envergadura que pueden presentárseme. Y palpa uno la dificultad. Y saca uno la conclusión de que –con la dificultad y todo- hay que seguir adelante. Hablaba Pablo de las persecuciones como podía haber hablado de las dificultades. No siempre lo duro de una situación vine directamente de una persecución surgida desde fuera. En ocasiones son dificultades más “de cada día”, ante las que hay que tomar postura. Lo fácil y poco noble es meter la cabeza bajo el ala y preferir no afrontarlas. Lo serio y lo cristiano es hincarles el diente, aunque como aquello del Apocalipsis, luego provoquen ardor en el estómago.

                Con ello quiero ir de frente a esa acusación que hace Pablo a los fariseos: imponéis cargas que luego no las tocáis ni con un dedo. No quiero ser de quienes aprietan la tuerca y ellos se quedan flojos. Quiero expresar que cada uno nos enfrentamos a situaciones, y que lo verdaderamente honrado es ponérselas uno delante y tratar de discernir con criterio evangélico la decisión que pueda aparecer como mejor (a veces, como menos dolorosa). Y en muchas ocasiones, la salida del atolladero tiene que venir de buscar a quien –desde fuera del problema, y una vez bien informado (quizás de las diversas partes del asunto)- pueda tener una visión imparcial.

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