lunes, 11 de agosto de 2014

11 agosto: IGUAL PERO DISTINTO

Diferente perspectiva
             Ayer insistía la 1ª lectura en la manera suave y serena de presentarse Dios. Era un libro de los llamados “históricos” en la Biblia y se expresaba con formas y formulaciones más propias de un hecho.
             Hoy, sin embargo, la lectura es de Ezequiel (1, 2-5; 24-2,1) y el lenguaje y la presentación es del estilo “profético”. Bastaría fijarse en la diferencia que hay entre el Evangelio de Juan y el Apocalipsis, igualmente de Juan evangelista, y sin embargo no hay comparación en la manera de expresarse.
             Por eso cuando hoy viene el estilo de anuncios sobrenaturales y divinos, Ezequiel se sube a comparaciones y expresiones que sobrepasan la realidad normal. Porque está queriendo describir una aparición de Dios (una “teofanía”) y ha de recurrir a algo que trascienda lo “natural”. El Cielo nadie lo ha visto. Cómo son las cosas en el Cielo, nadie puede decirlo. El modo, pues de hacerlo es a base de descripciones tremendas (que producen reverencia y santo temor: que sugestionan)…, que se escapan de los límites humanos.
             Por eso los ángeles forman estrépito de alas que provocan en su aleteo como un huracán. La figura de Dios y –proféticamente- de Cristo es también como estruendo de aguas caudalosas, estruendo de tropas; brillo fulgurante “como de relámpago” enmarcado de fuego, nimbado de esplendor. Era la gloria del Señor. Y la “Gloria del Señor” es Dios mismo.
             Realmente ¿Cómo podría describirse lo indescriptible? Pues a base de esas figuras literarias y expresiones de lo sobrehumano. Y hay que reconocer que sobrecoge la manera en que lo presenta el profeta. Así expresa a Dios…, la Gloria de Dios.

             El Evangelio de Mateo 17, 21-26 tiene dos partes. Una, que vuelve a expresar la negación absoluta de los apóstoles hacia el plan de redención mesiánica que les ha presentado Jesucristo. Avisada hacía 15 días muy seriamente cuando Simón pretendió apartarlo de la cruz; ratificada solemne –y luminosamente- en el Tabor, ahora a los 8 días vuelve Jesús a la carga, a ver si han asimilado el programa: negarse a sí mismo, tomar la cruz, seguirle. ¡Pues no!, no lo han asimilado. Y como saben que no le pueden discutir al Maestro sobre ese tema, se ponen muy tristes. Pretendieron ellos apartarlo de la cruz, y Jesús insiste nuevamente en el mismo tema.
             Difícil aprendizaje. ¡Y lo que les queda! ¡Y lo que nos queda! Porque somos capaces de dar un discurso sobre la cruz, a ver si los otros aprenden…, pero nuestra propia cruz no está nunca a la medida. La soslayamos olímpicamente, aunque nos cueste el triple salto mortal…, pero con la red bien puesta debajo para evitarnos… ¡la cruz propia, la personal! Y por eso la cruz nos pone tristes…, la rehuimos…, la intentamos “voltear” (esa palabra que significará lo que signifique, pero que sirve muy bien para expresar ese “quiebro” que hacemos para dejar pasar de largo –por lo alto- lo que no nos gusta). Y mientras tanto seguimos con nuestras “otras espiritualidades”, que no pican.
             La segunda parte de este evangelio nos quiere explicar que Jesús se sometió a toda ley cívica. Y como había que pagar el tributo, Jesús lo paga.
             ¿Ha recurrido al hecho providencial para ello? Eso es lo que dice ahí. Y el hecho de que la moneda misteriosa del pez tenga doble valor del tributo, puede ser una forma de ir situando a Simón dentro de la promesa de “piedra” sobre la que Cristo edificará su Iglesia. Puede haber su intencionalidad teológico-catequética en la narración de Mateo. Si hace 15 días Jesús le ha dado un nombre nuevo de “PEDRO”, ahora le está haciendo una paridad con Jesús mismo: Cristo el fundamento de la Iglesia, sobre la roca (piedra) de Simón Pedro. Por eso Pedro debería también estar exento (mirada hacia adelante y de profundidad histórica), pero Jesús y él pagarán fielmente como todos los ciudadanos. De los demás apóstoles no se habla porque no era objeto de mucha más explicación. Lo dicho ya está dicho, y basta para lo que el evangelista quiere decir.

             El Salmo 148 hace de unión: por una parte, “llenos están el Cielo y la tierra de TU GLORIA; el Señor está EN LO ALTO; que lo alaben TODOS, incluso los grandes de la tierra, porque Dios tiene el ÚNICO NOMBRE SUBLIME. Quiere decir que todo lo que es del ámbito de Dios, está en otra esfera que no es la humana.

Y por la otra parte –y por la misma razón-, Él acrecienta el vigor del pueblo, lo que equivale a esa nueva altura a la que pone a la humanidad, aunque desde unas coordenadas muy diferentes a las humanas, como expresa el Evangelio del día. Pero no la desvincula de la tierra. Hace un pueblo fuerte pero fuerte también para ser ciudadano de primera, y que –por tanto- en sus deberes ciudadanos es también el primero en ser y hacer lo que corresponde a un buen ciudadano. Como dice una antigua descripción, son ciudadanos del mundo y viven como los demás, pero su pensamiento y su mundo interior es muy distinto. Se entremezclan con los demás, pero no se dejan arrastrar por las costumbres paganas. Ríen, cantan, danzan…, pero respetan la vida de los concebidos y respetan los derechos ajenos… Llevamos en nosotros las marcas de Jesús. Somos ciudadanos de la tierra pero nuestra Patria es el Cielo. 

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