domingo, 4 de noviembre de 2018

4 noviembre: El primer mandamiento


Liturgia:
                      Hoy es muy simple y muy alto el mensaje que nos deja la liturgia, de tal manera que la 1ª lectura y el evangelio nos ponen ante una misma realidad esencial: el amor a Dios y el amor al prójimo.
          En la 1ª lectura (Deut.6,2-6) se pide que ese mandamiento básico de la vida de un creyente: Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y con todo tu ser, sea grabado en la memoria de cada uno y sea enseñado a los hijos, y sea así el núcleo de toda conversación, yendo de camino, acostado o levantado. Y para expresar la importancia del mandamiento, se dice gráficamente que lo lleve escrito ante sus ojos y en los brazos, en las puertas de la casa… Eso lo tradujeron los fariseos por escribirlo en tiras de papel y liarlas en el turbante para llevarlas “delante de los ojos”. Evidentemente no era ese el sentido del mandato, sino tenerlo como brújula y norte de todas las actuaciones de la persona.

          Un doctor de la ley se acerca a Jesús y le pregunta qué mandamiento de la ley es el primero. Evidentemente el doctor se lo sabía perfectamente. ¿Por qué viene a preguntarle a Jesús? ¿Para “examinar” a Jesús y saber por dónde piensa?
          El hecho es que Jesús le recita con toda su emoción aquel primer mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con todo tu ser. Pero no se quedó en eso. Avanzando sobre el pensamiento del Deuteronomio, Jesús añade un segundo mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y apostilla Jesús: No hay mandamiento mayor que éstos. Le habían preguntado por el primero y principal, y Jesús se descuelga también por el segundo, con ese pensamiento constante de atención al prójimo, que era tan propio de Jesús.
          El doctor de la ley asintió: Muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
          Ahora es Jesús el que toma la iniciativa y le dice: No estás lejos del Reino de Dios.
          Y concluye el evangelio diciendo que ya no se atrevió ningún otro a hacerle más preguntas. Había quedado muy claro que Jesús estaba en la ortodoxia de Israel, y que él mantenía lo esencial de la ley sin modificarla. Ya había dicho Jesús que él no abolía la Ley sino que la llevaba a plenitud. Y este “primer mandamiento” era el frontispicio de la Ley, que enmarcaba todo lo demás.

          La 2ª lectura es continuación de la carta a los Hebreos que se está siguiendo los domingos, y es la carta del Sacerdocio de Jesucristo. Se ha hablado de los sacerdotes del Antiguo Testamento, que ofrecían sacrificios por los fieles y por ellos mismos, puesto que ellos también estaban sometidos al pecado. Por eso era menester un sacerdote nuevo que pudiera ofrecer por los demás, libre él de la carga del pecado personal. Por eso él no necesita ofrecer sacrificios por los propios pecados, sino que él ha ofrecido por los demás, de una vez para siempre, el ofrecimiento de sí mismo. El Hijo es perfecto para siempre.

          La Eucaristía no es, pues, un nuevo sacrificio sino revivir el propio sacrificio de Jesucristo. Él se ha ofrecido ya una vez, y nosotros vivimos su propia entrega como un recordatorio perenne de la gran acción de Cristo en el Calvario, y pre-anunciada primero en la Santa Cena, para que nosotros podamos hacer, en memoria suya, lo mismo que él hizo.
          De ahí la llamada constante que es para nosotros el privilegio de poder participar de la Eucaristía, y poder plantearnos cada semana una nueva llamada del Señor.


          Rogamos al Señor para que nos ponga de cara a nuestra realidad.

-         Para que sea una realidad que amamos al Señor SOBRE TODAS LAS COSAS. Roguemos al Señor.

-         Para que nuestro amor a Dios se concrete en el amor sincero al prójimo. Roguemos al Señor.

-         Para que sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano. Roguemos al Señor.

-         Para que el sacrificio de Cristo de sentido a nuestra vida y a nuestros sacrificios, Roguemos al Señor.


          Que nuestra vida entera sea una continua alabanza en tu honor, y que vivamos de verdad el amarte sobre todas las cosas.
          Por Jesucristo N.S.

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