viernes, 2 de noviembre de 2018

2 noviembre: Fieles difuntos


Hoy es PRIMER VIERNES
Liturgia:
                      Hace pensar que la Iglesia haya colocado la conmemoración de TODOS LOS FIELES DIFUNTOS junto a la fiesta de TODOS LOS SANTOS. Parece querernos decir que estamos celebrando el 2 de noviembre la continuación, que cae por su peso, del día 1.
          El 1, veneramos a todos los Santos del Cielo; por decirlo así: a quienes su vida ejemplar o heroica, conocida o desconocida, pueden ser puestos ante nuestros ojos como modelos de vida.  Evidentemente podremos  encontrar ahí a muchos conocidos, contemporáneos nuestros, familiares, a quienes tenemos, con casi absoluta seguridad, en la presencia de Dios. Y son santos porque su vida y su muerte nos dan pie a sentir que están en brazos de Dios, y ellos gozando eternamente de ese abrazo, y alabando por siempre al Dios que siempre adoraron y sirvieron.
          El día 2 hablamos de los FIELES DIFUNTOS.  Si “fieles”, también estamos hablando de personas santas.  Y por tanto este día es una explicitación del día 1, un dar en el mismo clavo, desde una perspectiva poco diferenciada.
          Quizás fundada la Iglesia en ese pensamiento del tránsito entre la muerte y el Cielo..., ese aspecto que ha durado tanto en la teología sobre un “estado intermedio”, que se ha llamado “purgatorio”.  Y que, en realidad, era difícil de probar con textos del Nuevo Testamento, y había que recurrir al Libro de los Macabeos (del A.T.) para darle algún fundamento.
          El hecho, para quienes hablamos ya en lenguaje de Evangelio, en idea de Jesús, nunca habló de ese “estado intermedio”.  Habló con claridad de “Cielo” (con Dios) y de Infierno (abismo “sin Dios”, que no deja paso a una futura rectificación).  Y que la realidad es que purgamos ya en esta vida, con nuestras enfermedades, con las injusticias, con el dolor, con el abuso de los prepotentes, con las violencias que llegan de una parte y otra..., y que muchas veces provienen de la vida diaria, de la misma familia o entorno en que nos desenvolvemos.
          Entonces la conmemoración de los Fieles Difuntos puede tener, en su origen, una connotación de “paso”, de “sufragio”, pero hoy día es una celebración festiva en la que recordamos a nuestros seres queridos y a todos los fieles difuntos que también podemos celebrar como santos, continuando la fiesta del día 1.
          Y digo FIESTA. Y hablo así con lenguaje cristiano, con sentimiento feliz de Iglesia que recibe a sus hijos y los deposita en las manos de Dios Padre, con el gozo de que han seguido a Jesucristo, que resucitó primero, y fue así las primicias, el comienzo de una lista interminable de almas que lo siguen y festejan ya en el Reino eterno.
          Creo que esta consideración nos lleva a dos reflexiones:
          1.- La de los fieles cristianos que viven con miedo el pensamiento de la muerte, porque -se oye decir-: No sabemos adónde vamos a acabar.
          La respuesta es muy clara en boca del propio Jesús: Yo soy la Resurrección y la vida; quien cree en mí no morirá eternamente, sino que Yo lo resucitaré en el último día.
          Por tanto: sabemos muy bien que desembocaremos en brazos de Dios.  Por decirlo así: que en este viaje de la vida, quienes buscamos y procuramos subirnos al tren de Dios, no tenemos paradas intermedias...  Salimos de esta estación del día a día de fieles creyentes, y ya no hay parada hasta la “estación “Término”, que son los brazos de Dios.
          Con un símil de una expresión litúrgica: recibimos en la Comunión la prenda de la gloria futura.  Esa semilla de la Eucaristía crece ya en nosotros y se alarga hasta el mismo Cielo, donde acaba dando su fruto.
          Sólo un loco se tira en marcha del tren.  De ahí aquella célebre frase de quien dijo que en el final de la vida basta que haya Cielo y Manicomios.  Porque si alguien se condena, es porque está loco.
          Hemos de experimentar (no sólo saber “con la cabeza”), que nuestro destino es el abrazo de Dios, y que no fue en balde que Cristo muriera y derramara su Sangre por todos para el perdón de los pecados. Y experimentarlo es tener seguridad plena.  Es ESPERANZA teologal.  Es creer en el Dios de la Vida y no en el falso dios del castigo, la muerte, o el policía que nos vigila para ponernos la multa.
          2.- El otro aspecto que es interesante poner ante nuestra mente es la tendencia evidente de nuestro mundo y sociedad actual de “ocultar la muerte”.
          Una causa en el fondo   de todo esto es la rebeldía del hombre y la mujer de hoy. Y de ahí surge el escándalo ante la muerte.  Y el intento de “alejarla”, de ignorarla...

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