lunes, 12 de noviembre de 2018

12 noviembre: Sobre el escándalo


Liturgia:
                      En el evangelio de hoy Jesús afirma que es inevitable que sucedan los escándalos (Lc.17,1-6). No siempre hay culpables en esos escándalos que sufre la gente. Existe el llamado “escándalo de pusilánimes” que es el que sufren muchas personas por su falta de formación o incluso deformación. Entonces cualquier minucia que no les encaja con su criterio moral, es motivo de escándalo. Es inevitable que sucedan, porque no hay una culpa ni una intencionalidad en la persona “que escandaliza”.
          Luego están los escándalos que se producen por la falta de prudencia del que lo causa. No es que haya hecho algo mal hecho pero tampoco ha sido prudente para ese auditorio que tiene delante. Provoca extrañeza. Crea dudas. “Escandaliza”. Y de ello hay que andarse con pies de plomo, máxime en el momento actual en el que están las gentes tan sensibilizadas y tan de “mírame y no me toques”. También aquí “es inevitable” que sucedan escándalos.
          Jesús se refiere al escándalo que crea mal e induce al mal. Y por la malicia de las gentes es muy real que “es inevitable” que suceda el escándalo. Y ahí es donde Jesús advierte: ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Sería menos malo para esos tales el perder la vida de esa manera que el daño que provocan y que puede arrojar al pecado a gentes buenas y sencillas (=pequeños) que no tienen la posibilidad de defenderse de ese mal que alguien les provoca.
          Y entonces da una pauta para la corrección: Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo. Y podría decir: ¡olvida! Porque el “perdono pero olvido” tiene una traducción muy peligrosa, que expresa un perdón no verdadero.
          Entendamos: el olvido tiene que ser más anímico que real, porque la memoria es la facultad que conserva los recuerdos, y no es fácil olvidar lo que uno ha vivido. Pero ese recuerdo no hace daño si anímicamente se ha hecho por echarse a las espaldas lo que sucedió. Es el verdadero olvido: aquello que pasó, como si no hubiera pasado. Y es el que conduce al perdón real.
          Y Jesús lo lleva al extremo: si te ofende siete veces al día, y siete veces te dice: “lo siento”, lo perdonarás. Es decir: el perdón no tiene fecha de caducidad: SIEMPRE se ha de perdonar y siempre se ha de hacer por olvidar, con ese olvido verdadero que echa a las espaldas la ofensa para no verla más.
          Es el modo de Dios. ¿Cuántas veces nos acercamos al sacramento de la penitencia y cuántas veces decimos lo mismo…, es decir: que hemos desagradado a Dios en las mismas cosas y las mismas veces. ¿Qué sería si Dios no perdonara “siete veces” y no se echara a las espaldas todo aquello? Y “echarse a las espaldas” no es “cargar con el peso” sino que lo que está a las espaldas ya no se ve. Es el perdón que Jesucristo nos pide que tengamos con nuestros prójimos.
          Los apóstoles debieron ver que estaban verdes en todas esas cosas y optaron por pedirle: Auméntanos la fe. A lo que Jesús respondió que no se trataba de tener MÁS fe sino de TENER FE… Fe como el grano de mostaza…, mínimo en tamaño pero verdadero. Tan fuerte, por otra parte, que tuviéramos la seguridad de que aun lo casi imposible podíamos alcanzarlo: como decir a esta morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Que si tuviéramos esa fe, la morera obedecería.
          Precisamente Jesús solía atribuir sus milagros a la fe de los que venían a él esperando su curación. Era la fe de ellos la que actuaba y hacía posible que el ciego viera y el leproso quedara limpio.

          No entro a comentar la 1ª lectura (Tit.1,1-9) y la dejo a la lectura reposada de cada uno. Acentuaría expresiones como las del saludo: llegar al conocimiento de la verdad, según nuestra religión, porque en tiempos como los que vivimos, estamos acosados por muchas falsas verdades que nos pretenden colar en ese adoctrinamiento –verdadero bombardeo- de los medios de comunicación.
          Lo que Pablo dice a Tito es que lo ha dejado en Creta es para que pongas en regla lo que faltaba, lo que puede ser muy bien un complemento de lo anterior. “Poner en regla” frente a tanta influencia desarreglada como padecemos

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