martes, 13 de noviembre de 2018

13 noviembre: Siervos inútiles


Liturgia:
                      Tit.2,1-8.11-14 es un conjunto de recomendaciones que Pablo la hace a Tito para que éste, a su vez, las traslade a los diversos destinatarios. El principio general es: Habla de lo que es conforme a la sana enseñanza. Y desde ahí va enumerando los diversos estamentos: A los ancianos, que sean sobrios, serios y que piensen bien; que estén robustos en la fe, el amor y la paciencia. Valores que son tan actuales y que son para copiar. Y teniendo en cuenta que un anciano entonces era ya a los 60 años, todo ello viene a ser una recomendación a la edad madura actual.
          A las ancianas, que sean decentes en su porte, que no sean chismosas, ni se envicien con el vino, sino maestras de lo bueno, de modo que inspiran buenas ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser moderadas y púdicas, a cuidar de su casa y a ser bondadosas. Lo que es una enseñanza doble: a las ancianas (de 60 años) y a las jóvenes. Y por tanto una exhortación que se desdobla en dos.
          A los jóvenes exhórtalos a tener ideas justas, presentándote en todo como un modelo de buena conducta. Otra palabra doble: para los jóvenes y para el propio Tito, a quien se le sigue diciendo que sea en la enseñanza, íntegro y grave, con un hablar sensato e intachable, como para abochornar a la parte contraria.
          Y todo eso está basado en unos principios fundamentales profundos: Porque ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos. Cuanto ha enseñado en todo este momento de la carta, tiene como fundamento que “ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación a todos los hombres”.
          ¿Y cómo viene esa gracia de salvación? ¡Renunciando a la vida sin religión a los deseos mundanos! O dicho en positivo: a llevar desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro: JESUCRISTO. Es un planeamiento de vida. Y una realidad que se nutre de la esperanza: el momento en que aparezca ante nosotros el Salvador. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda impiedad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras. Esto es lo que da pie a las recomendaciones diversas que ha hecho Pablo a su discípulo, para que las traslade a los diversos interesados y él se aplique a sí mismo lo que le toca directamente a él. Lo que a su vez nos toca a nosotros, que hemos de vivir los mismos principios básicos que ha dejado encargados el Apóstol.

          Hoy en el evangelio, se sitúa Jesús (Lc.17,7-10) ante una postura de la disposición que debemos cuidar en nuestra vida. No se trata ahora de plantear el momento final, como en una descripción aparentemente semejante de otro texto. Ahora se trata de plantear la sencillez con la que hemos de abordar el día a día. Suponed a un criado vuestro que trabaja como labrador o como pastor. Cuando vuelves del campo, ¿quién de vosotros le dice: Enseguida siéntate y ponte a la mesa? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete, y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú”?
          Es un ejemplo extraído de la vida diaria. El amo se hace servir primero. Los criados comen después. Pues eso sencillamente pone Jesús delante de las gentes, expresando así que con ello se sigue una pauta normal. Que primero son las cosas de Dios, y que lo demás va a la cola. Es lo dicho hace poco de “posponer” los amores humanos. Y quien dice amores, dice con más razón valores humanos. Primero es lo que toca a Dios. Luego viene lo demás.
          Y lo afianza Jesús con la pregunta siguiente: ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Y concluye: Lo mismo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos; hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
          Es una lección contra el pecado de vanidad y frente a esas personas que se creen mejores que otros porque son fieles a sus obligaciones. En realidad somos unos pobres siervos, que no hemos hecho nada del otro mundo ni merecemos más alabanzas, ni podemos envalentonarnos. Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Hemos cumplido nuestra obligación. Y no cabe empavonarnos.

1 comentario:

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