jueves, 1 de noviembre de 2018

1 noviembre: TODOS LOS SANTOS


Liturgia:
                      La 1ª Lectura pregunta: quiénes son éstos y de dónde han venido. Pues busquemos en la historia:
             1º.- Al principio fue la fiesta de todos los Santos Mártires.  Establecida la paz de Constantino, la Iglesia vuelve su mirada hacia los miles de cristianos innominados que han sido martirizados en las persecuciones de los tres primeros siglos, y los celebra conjuntamente en una fiesta.  Es esta fiesta de TODOS LOS SANTOS MÁRTIRES.
             2º.- Se amplía a todos los Santos, porque el martirio no es sólo el que derrama sangre.  Hay otros ‘martirios’ de cada día, menos llamativos, pero no menos meritorios...  Y la fiesta se establece ya -como nosotros la tenemos- FIESTA DE TODOS LOS SANTOS.
             3º.- Tenemos familiares, amigos, conocidos..., gentes con las que nos cruzamos por las calles..., que entran también en la celebración en la que estamos, porque tenemos la seguridad de que fueron almas que agradaron a Dios -que vivieron y murieron ejemplarmente-  y ya están con Él.
             4º.-  San Pablo, cuando escribe sus cartas, las dirige a los santos de la Iglesia de Éfeso..., Corinto..., los que van a leer sus mensajes.  O sea: a gentes que viven y que luchan y que fallan en la vida diaria, pero que viven en Gracia de Dios, y quieren avanzar en el camino de más fidelidad. Ahí estamos también nosotros, y hoy podemos vernos celebrados también en esta fiesta .  La 1ª L. dice que son una multitud inmensa, incontable...

             ¿Pero de dónde han venido?, que pregunta también la Lectura.  Pues son  los que caminan hacia el trono de Dios, tomándose así el gran signo del avanzar, progresar...  La “procesión” es parte importante en la vida de la Iglesia (hablo de “procesiones litúrgicas” -vg.: cuando se va avanzando para Comulgar...- que no es simple acercarse, sino un ir al encuentro del Señor...)  De hecho, en la liturgia pontifical solemne, en la Misa hay “procesión”: DE ENTRADA, AL IR A LEER EL EVANGELIO, AL PRESENTAR OFRENDAS, EN LA COMUNIÓN, AL MARCHARSE...:  “procesión” es progresión, avance, dirigirse a...)   Los santos avanzan hacia el trono de Dios...

             Con las palmas en las manos: palmas de ‘martirio’ (cruento o diario...), sus buenas obras.
             Marcados en su frente...   El signo de pertenencia a Dios; el CARÁCTER BAUTISMAL (‘jaracter’, en griego, era la señal o marca a fuego con que se señalaban a los animales para saber siempre a qué dueño pertenecían).  El CARÁCTER BAUTISMAL es la señal o marca que llevamos indeleblemente en nuestras frentes, que nos distinguen como pertenecientes a Dios, en exclusiva, por razón de nuestro Bautismo.  ESO ES LA SANTIDAD.  POR ESO SOMOS SANTOS, y podemos caminar hacia el Trono de Dios.

             Y la 2ªL. nos situará ya en el centro mismo de esa pertenencia: que somos hijos de Dios..., que seremos semejantes a Él..., porque será un encuentro cara a cara que nos transformará.

             Y Jesús concreta ya eso en un PROGRAMA VITAL, en LAS BIENAVENTURANZAS, que son lo que pudiéramos llamar los nuevos mandamientos de Dios; eso sí: no dirigidos ya a poner delante lo mandado o lo prohibido, sino a dar un estilo, un talante, en el que desenvolver el mismo corazón de la persona (que será lo que sea su corazón).  Así:
- Bienaventurados son los que eligen ser pobres..., los que no simplemente sufren la pobreza sino los que hacen de eso su actitud de humildad, de confianza, de abandono en las manos de Dios...Y Dios es su Rey.  Y así ponen en Dios toda su esperanza.  Y aunque tengan dinero como ricos, están a disposición y servicio de las necesidades ajenas..., y no ponen su confianza en sus riquezas..., ni se creen mejores que los demás.
- Son felices y santos los misericordiosos, abiertos a la misericordia y amor, y salen a ayudar ante la miseria ajena..., miserias espirituales que son perores todavía...  Y se acercan así al modo del Corazón de Jesús, que es misericordioso.
- Felices y santos los que viven en paz de alma, que tienen paz en sí y que trasmiten paz alrededor...  Y la PAZ ES LA SEÑAL DE DIOS.  Realmente son hijos de Dios, como decía Jesús de ellos.
- Santos y dichosos los de corazón limpio..., los que buscan a Dios y el agrado de Dios, por encima de todo.  Los que no se dejan atrapar por sus pasiones; los que antes de actuar se preguntan: qué querrá aquí Dios de mí...
- Son dichosos y bienaventurados y santos los que son fieles con ansias de fidelidad, y aun en medio de la incomprensión, las burlas, el sufrimiento y el llanto que les provoca el mal a su alrededor.  Y son sufridos..., que lloran, pero que no toman venganza...   SERÁN CONSOLADOS, HEREDARÁN LA “TIERRA” DE DIOS, POSEERÁN EL REINO...  
             Que también Jesús sufrió, lloró el dolor y la ingratitud y el padecimiento..., y tuvo hambre de hacer siempre lo que agrada al Padre (era “su alimento”), y acabó poseyendo en plenitud el reino de Dios, que le llegó tras su muerte, por su fidelidad al Padre y su amor a los hombres.
             Esta es la síntesis de la vida cristiana, el comienzo de la santidad...  Y nadie se sienta ni excluido de ella,  ni piense que no es para ella.  Porque todos estamos invitados y urgidos a ser santos, y nadie puede abdicar de esa llamada de Jesús en su Evangelio. Los Santos que hoy celebramos no fueron ningunos seres extraños o diferentes, sino personas como nosotros, pero fieles a Dios con responsabilidad de verdad.

             La Eucaristía, semilla de santos en la Tierra, debe hacer crecer en nosotros el tallo que acabará dando su fruto en el Cielo.  Sea, pues, un reclamo de Jesús para que -al Comulgar- nos sintamos ante Él, que nos pregunta y llama. Y alimentándonos con su Cuerpo, manjar de Santos, respondamos a esa llamada que él nos hace. 


          Con la mediación de los Santos nos dirigimos a Dios.
-         Por la Iglesia para que sea semilla de santos del día a día. Roguemos al Señor.
-         Por cada uno de nosotros para que respondamos a nuestro Bautismo. Roguemos al Señor
-         Para que las Bienaventuranzas nos marquen en la vida práctica el camino de la santidad. Roguemos al Señor.
-         Para que la Eucaristía sea la fuerza que nos exija cada semana. Roguemos al Señor.

          Que los santos del Cielo, entre los que tenemos familiares,  intercedan por nosotros y nos ayuden en el caminar diario.
          Por Jesucristo N.S.

1 comentario:

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