miércoles, 28 de noviembre de 2018

28 noviembre: La lucha diaria


Liturgia:
                      Juan tiene de nuevo una visión del Cielo, “definido” con expresiones fantásticas de cristal trasparente o mar de vidrio veteado con fuego (“mar de fuego”, que indica centelleo de estrellas).  Y allí “siete ángeles” para realizar el proyecto de Dios, que salva a los suyos:
          - los que han vencido a la bestia, a su imagen y a la cifra de su nombre (otra vez referencia al Imperio Romano) son los  innumerables mártires, que llevan “arpas que Dios les ha dado”: radiantes y resplandecientes.
          “Cantaban el canto de Moisés” el primer libertador de Israel, contra los egipcios. [Las ideas de ese canto son: 1) Dios actúa prodigiosamente (grandes y admirables son tus obras), 2) derrotando a Egipto  3) Los enemigos quedan espantados, 4) y Dios da a su Pueblo la Tierra de Promisión].
          Cantaban también el “Canto del Cordero”: el definitivo libertador, que libra por su Sangre a los hombres, y crea un “nuevo Pueblo”, que es la Iglesia.
          Es el Cántico de los triunfadores de la bestia: los mártires, la Iglesia, que reconocen en “el Cordero” honores divinos. Es un canto de adoración, de triunfo final, que reconoce la voluntad de Dios, santísima y justísima, que no deja vencer al mal, e invita a observar los mandamientos de Dios y así glorificar su Nombre.

          Seguimos en Lucas su descripción apocalíptica (21,12-19) que entremezcla la destrucción del Templo y de la Ciudad y la realidad a la que estamos abocados todos.
          En la persecución que padecerán los seguidores de Jesús, serán entregados ante los tribunales y les harán comparecer ante gobernadores y reyes. Jesús les exhorta a no preparar su defensa porque yo os daré palabras de sabiduría a las que no podrá contradecir ningún adversario vuestro. Es la historia de los innumerables mártires cristianos, que se han enfrentado a la muerte sin ciencias ni actitudes de fuerza, sino confiando plenamente en la fuerza y la sabiduría que da el Señor.
          Y advierte Jesús que en esa lucha, serán parte de la persecución los mismos padres, parientes, hermanos y amigos que os traicionarán. Todos os odiarán por mi nombre. Y en medio de todo eso, tan duro y cruel, ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
          Es evidente que eso les toca de lleno a los mismos apóstoles y a los que juntamente con ellos van a ir como testigos de la obra de Cristo. Pero no acaba en ellos ni la contrariedad ni la persecución. La vida diaria en un cristiano es una vida de lucha, en la que tiene que dar cuenta de sí mismo y tiene que estar compareciendo ante la presencia de Dios.
          Toda esa descripción evangélica se presenta con tintes extremos que pueden resultar trágicos. La realidad de la vida presenta muchas veces un martirio a fuego lento, y que no hay que salirse fuera para comprobarlo porque se vive en lo cotidiano, en lo familiar. Jesucristo no ha exagerado. ¡Cuántas personas podrían certificar que su vida familiar es dolorosa! Otros lo podrán decir de su mundo social, del mundo exterior, en donde encuentran su lucha y su sufrimiento. El caso es que los datos que aporta este evangelio no son tan fuera de serie.
          Lo que debe quedar en pie es esa palabra final de Jesucristo: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. ¡La gracia de la PERSEVERANCIA, que tenemos que pedir! Empezar una empresa no es lo más difícil. Incluso es una aventura que se emprende con ilusión. Seguir en ella cuando van surgiendo los momentos del cansancio diario, los momentos de la contradicción, es ya mucho menos idílico. Entonces es cuando viene el desánimo y fácilmente se arroja la toalla. Pero entonces es cuando se pide la perseverancia, el continuar en la brecha, el vivir la fidelidad, el sacar fuerza de flaqueza y no dejarse amedrentar. Es el momento de los valientes.
          Todo eso que ya se pide en la vida ordinaria y que distingue a los decididos de los indecisos, también aparece en lo espiritual, en la respuesta a Dios, en la conservación de los valores, en remar contra corriente…, aunque esa corriente adversa pueda venir de la misma familia. Es lo que advierte Jesucristo y para lo que concluye con esa llamada a la PERSEVERANCIA, que será la que nos ponga en situación de salvación.

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