martes, 29 de agosto de 2017

29 agosto: Nuestro propio examen

LITURGIA
                  Sigue la 1ª Tes. (2, 1-8) y en esta perícopa San Pablo les da a los fieles de aquella comunidad una identificación de sí mismo, y como ha llegado a ellos desinteresadamente y como su labor entre ellos es siempre altruista. Nuestra visita no ha sido inútil. A pesar de los sufrimientos padecidos en Filipos, tuvimos valor para predicaros el evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Por supuesto que “apoyados en Dios”. Y va siguiendo su exposición constatando que no le han movido motivos turbios sino que Dios ha aprobado la misión que le llevó hasta Tesalónica, por la que buscó agradar a Dios y no por motivos humanos. Y os hemos hablado no autoritariamente sino con cariño. Y no sólo os hemos entregado el evangelio sino que estaríamos dispuestos a entregaros nuestras mismas personas. Habla no sólo por él sino también en el nombre de Silvano y Timoteo, con los que encabezó la carta.

            En el evangelio (Mt 23, 23-26) sigue Jesús poniéndole delante a los fariseos ese espejo en el que se sientan ante su propia realidad: pagáis el diezmo de lo pequeño, pero os descuidáis lo principal… Filtráis el mosquito y os tragáis el camello. Limpiáis los vasos por fuera, pero el corazón está lleno de inmundicia.
            El diezmo del anís, el enebro y el comino está bien que lo paguéis porque es un diezmo como otro cualquiera. Pero eso tendría sentido si luego vivierais atendiendo las cosas de mayor envergadura, las cosas que son principales. Filtráis el mosquito y os tragáis el camello. Os quedáis en la cascara y no hincáis el diente  lo que es más esencial en las obligaciones que tenéis ante Dios y ante vuestros semejantes.
            Vuestra costumbre es limpiar mucho los platos y los vasos antes de comer como un signo de purificación. Pero no limpiáis los robos, el desenfreno, la codicia, que es de lo que estáis rebosando por dentro. Y concluye: Fariseo ciego: limpia la copa por dentro y así quedará limpio todo lo demás.
            Ya decía yo ayer que este evangelio no puede quedarse en ver lo que Jesús le dice a los fariseos. Este evangelio es una llamada de atención a nuestras conciencias, a nuestro modo de vida, a aplicarnos la música aunque sea distinta para nosotros la letra. Es una llamada de atención, una oportunidad para mirar nosotros nuestro modo de ser y nuestra práctica concreta de día en día, porque somos dados a atender detalles nimios en la postura, en el modo de hacer un práctica religiosa… Observemos la variedad de formas, por ejemplo, en la comunión: si de rodillas o de pie, si en la boca o en la mano…; observemos nuestros juicios sobre las personas…, nuestra tendencia a criticar (“comentar”) actitudes ajenas, que nos resultan tan poco acordes a nuestro criterio… Y sin embargo no llegamos a experimentar la exigencia de esa comunión, que no es un mero momento espiritual sino que es que estamos ante el mismo Jesús que nos pone delante un evangelio que hemos de asimilar y vivir en todos sus términos.
            De seguro que tendríamos que ver la semejanza nuestra con aquello que Jesús expone de limpiar por fuera la copa (que es lo aparente), y preocuparnos menos de dejarla limpia por dentro (que es lo sustancial).

            Creo que merece la pena ayudarse de estos textos en los que Jesús  les hizo a los fariseos el examen de conciencia, para ayudarnos a hacer nosotros nuestro propio examen a fondo, llevados de la mano de Jesús.

1 comentario:

  1. Herodes siente mucho respeto hacia Juan el Bautista,porque en Él ve la presencia de Dios; pero tiene un carácter débil y no tiene personalidad y por eso toma la decisión de mandar matar al santo Prfeta. Todos tenemos un poco de Juan y un poco de Herodes...Juan era un defensor de la Verdad; Herodes era un hombre incapaz de vencer el miedo al ridículo y de observar una vida ordenada e intachable. Juan y Herodes eran un puro contraste.

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