domingo, 20 de agosto de 2017

20 agosto: El extranjero

LITURGIA
                        Is 56,1. 6-7 es un canto a favor del extranjero. Y una llamada al extranjero a vivir acoplado a las costumbres y usos del país. El extranjero ha de haberse dado al Señor para servirlo y para amar el nombre del Señor y ser servidor de Dios. Extranjeros que guardan las leyes de Israel, lo mismo en prácticas concretas –el sábado-, como en el plano superior de la alianza. A ellos los traeré a mi monte santo.
            Estamos viviendo un momento histórico que hace actual el tema, unas veces por parte del “país” que –en sus grupúsculos más extremosos actúa contra el extranjero por el hecho de ser extranjero, y otras veces por parte de los extranjeros que constituyen guetos extraños a la cultura de un país, y acaban siendo una amenaza para la sana convivencia e integración.
            Isaías ha hablado de extranjeros que se han dado a Dios para servirlo, y no por caminos extraños a ese Dios que se adora en el país de acogida, sino también con hechos tan concretos como sus fechas de culto (“el sábado, para los judíos), y en todas las leyes que se encierran en la alianza. Habla, pues, de esa integración por la que el extraño acoge el estilo del que le acoge y así llega a hacerse “menos extranjero”, aunque permaneciendo en su ser, por el respeto que el país de acogida concede a esos extranjeros que lo visitan o que se establecen en él.

            Es el caso que nos narra con un hecho singular el evangelio de Mt 15,21-28. Jesús ha salido hasta los límites de Tiro. No es rechazado. Y una mujer extranjera a Israel, reconoce a Jesús y tiene conocimiento de los poderes de Jesús. Lo reconoce “Señor, Hijo de David”… Se adapta la mujer a un concepto hebreo, a un título ajeno a su cultura, y muy propio del país de Jesús.
            Jesús tiene un momento de distancia entre lo que es la aceptación, sin más, de la mujer extraña, y lo que son sus impulsos instintivos de hacer el bien sin mirar el origen étnico de aquella mujer. Por un momento Jesús se encuentra distante porque sólo se siente enviado a las ovejas de Israel, y tiene el impulso de abandonar el lugar sin actuar a favor de aquella petición de ayuda que la extranjera pide para su hija.
            Pero la insistencia de aquella mujer, la fe que muestra, la adaptación a los mismos dichos del país de Jesús: No está bien echar a los perros el pan de los hijos, acaban venciendo la resistencia de Jesús y Jesús “sale” de sus límites (“las ovejas de Israel”), y le concede a la extranjera el deseo que ha presentado. Es más: le alaba su fe, que admira a Jesús…, la de una pagana que se ha adaptado a la creencia de otro país, de aquel “Señor, Hijo de David” y así ella “ha servido a Dios” (aunque no fuera su dios sino el de Israel.
            He aquí lo que nos sitúa ahora ante el momento histórico presente, que estamos viviendo. Los extranjeros que no aceptan las costumbres y modos del lugar que han tomado como sitio de asentamiento, no pueden ser ni bien vistos ni bien acogidos porque no viven la reciprocidad de la acogida y de su adaptación al medio. Y lo que no es admisible es que los que han sido acogidos benévolamente en un lugar, pretendan ahora colonizar a ese lugar desde una cultura y formas extrañas y hasta hostiles. A esos extranjeros se les dice sencillamente que se marchen porque no han acogido las leyes y formas de ese país al que ellos han acudido en busca de un porvenir mejor.

            A esa misma idea nos lleva la COMUNIÓN. Nos unimos a todos nuestros hermanos, incluidos los que no son “de los nuestros”, de nuestra cultura. Pero pedimos que haya correspondencia. No les exigimos que ellos comulguen nuestra comunión sino que la respeten totalmente como nosotros respetamos la suya o sus modales. Y que seamos capaces de tender la mano –ellos y nosotros- en gesto de paz y buena vecindad, y nunca con gesto de guerra, de odios, de rechazo de lo que constituye una sana convivencia. Comunión en la reciprocidad por la que ponemos por delante la paz, la paz verdadera, la paz sin traiciones. Y por supuesto la paz que no hace víctimas de muerte ni de ocultos intentos de colonización invasora.

1 comentario:

  1. En Jesús, Dios se rebajó hasta hacerse hombre con todas sus limitaciones: no lo fingió, fue real que nació pequeñito, que tuvoque aprender a caminar y tuvo que aprender a hablar, como todos los hombres. Nos cuesta creer que Jesús, ya mayor,fuera aprendiendo cosas, pero así nos lo da a entender el Evangelio de hoy.
    Lo que pretendía Jesús era que su mensaje sobre el Reino de Dios provocase la conversión de todo el pueblo santo de Israel que habia sido elegido por Dios para que llevase la Buena nueva al resto de la Humanidad; pero se encontró con la oposición de Israel y con la apertura a la fe de algunos paganos, como es el caso de lamujer cananea. Y así es como fue aprendiendo que el plan divino de la saltvación, discurría por caminos inesperados. Claro que Jesús no tenía ninngun inconveniente en acoger a los paganos: la mujer cananea,el leproso samaritano o la propia samaritana siendo los primeros en tomar la decisión trascendental de acoger como hermanos a los creyentes de origen pagano.

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