viernes, 25 de agosto de 2017

25 agosto: Amor a Dios y al prójimo

LITURGIA
                        Hoy pasamos al libro de Rut (1,1.3-6.14-16-22) muy fragmentado y por lo mismo no fácil de situar a sus personajes. Por lo pronto es una historia que sucede en tiempo de los jueces, y por tanto en total conexión con lo que veníamos viendo.
            Intentamos poner orden para entender el relato: Elimelec es marido de Noemí. Tienen dos hijos que se casan con Orfá y Rut. Mueren esos dos hijos y su padre, y quedan en escena las tres mujeres: Noemi, Orfá y Rut (éstas dos eran extranjeras, de la campiña de Moab adonde Elimelec y Noemí se habían desplazado por causa de un hambre generalizado que se había declarado en su tierra).
            Cuando quedan solas las tres mujeres al cabo de los años, Noemí decide volver a su tierra. Orfá se despide de las otras dos y se queda en Moab. Noemí y Rut quedan en escena. Noemí invita a Rut a quedarse también en su tierra de Moab, pero Rut no quiere separarse de su suegra, y tiene unas palabras muy bonitas de cariño: No insistas en que te deje y me vuelva; donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo será mi pueblo, tu Dios es mi Dios. [Es curioso que hay parejas de novios que quieren expresarse su amor con estas palabras que originariamente fueron de nuera a suegra].
            Así es como Rut, la moabita, llega a estar en la historia de la salvación del pueblo de Dios.

            En el evangelio (Mt 22,34-40)  los fariseos han visto que Jesús ha dejado callados a los saduceos, y vienen a Jesús con el intento de comprobar la ortodoxia de su fe. Y le preguntan a Jesús cuál es el primer mandamiento. Era definitiva esa prueba para saber si se estaba en línea con la fe de Israel. Y Jesús responde lo que un judío aprendía casi desde la cuna: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Éste mandamiento es el principal y primero. Hubiera bastado para saber que Jesús estaba en la ortodoxia de un buen judío, y por tanto no atacable por los fariseos.
            Pero Jesús no se detuvo en ese “primer mandamiento” sino que siguió por el segundo que es semejante al primero y lo hace más realista a la hora de la verdad: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos condensan la ley entera y lo profetas. No continúa San Mateo diciéndonos lo que dijeron los fariseos ni cómo reaccionaron. Es que eso no es lo que importa sino el pensamiento de Jesús, y ese ha quedado claro. Y que Jesús pone el “segundo” al nivel “semejante” al primero, de modo que no habría amor a Dios si no se pone en paralelo el amor al prójimo.
            San Juan lo especificará más tarde en su primera carta, con la conocida afirmación de que quien dice que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un mentiroso, porque quien no ama a su prójimo, al que ve, ¿cómo va a amar a Dios, a quien no ve?

            No veo que yo pudiera dar más claridad en otras explicaciones cuando los textos aducidos son tan claros. Otra cosa es que resulta más fácil el “amor a Dios”, a quien no vemos ni nos echa zancadillas, y que es por todas partes irreprochable, y que el amor al prójimo, con quien uno se roza y con quien se discute, es mucho más complicado en la vida práctica. Pero ahí está la piedra de toque que debe servirnos para comprobar cuál es nuestro verdadero amor a Dios.

1 comentario:

  1. Jesús habia hecho callar a los saduceos y, un grupo de fariseos fueron a encontrarse con Él para ponerlo a prueba:"Maestro,¿cuál es el Mandamiento principal de la Ley?".Amar al Señor con todo el corazón, y con toda el alma es fundamental para el servicio a los hermanos.Hoy celebramos un santo , San José de Calasanz que lo entendía muy bien: cuánto más unido a Dios, más le conmovía la pobreza y el abandono de los más pequeños y al darse cuenta de que muchos niños vivian en la calle, , decidió abrir una pequeña escuela, la primera escuela pública y gratuita de la historia. La escuela la fundó en Roma( Orden de Clérigos Regulares Pobres de las Escuelas Pías(Escolapios). Él era catalán de Lleida. El amor al prójimo empieza con el amor a uno mismo. Transmitimos el amor de Dios por nosotros. aprovechar a los otros y hacerse daño a uno mismo no es caridad cristiana, es necedad( San José de Calasanz).

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