lunes, 28 de agosto de 2017

28 agosto: Los "ayes" de Jesús

LITURGIA
                        Hoy no hay historias que contar. Las dos lecturas van más  en el plano de los dichos que en contar hechos. Dejamos las narraciones del Antiguo Testamento y pasamos a la 1ª carta de San Pablo a los fieles de Tesalónica (1,1-5.8.10), en la que Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la iglesia de aquel lugar y le desean paz y la gracia de Dios. Y expresa una serie de motivos de alabanza de aquella comunidad, que le lleva a dar gracias a Dios por la fe, la esperanza y el amor de ellos. En ellos, en efecto, ha actuado el Espíritu Santo y es conocido su valer por parte de otras comunidades, pues ha quedado patente, y que vivís aguardando la venida del Señor.
            Hay, pues, un exordio que alaba a aquellos fieles a los que Pablo se dirige en esta carta. Ya iremos viendo su desarrollo. Lo curioso es que no ha empezado el apóstol con títulos de autoridad, como emplea en otras cartas en las que en el cuerpo de las cartas se hace con llamadas de  atención. Diríamos que ésta es una carta más llana, en un tono más pastoral.

            El evangelio entra en la diatriba de Jesús con los fariseos, a los que les hace el examen de conciencia, poniéndoles los puntos sobre las íes. Mt 23,13-22 es ese momento, ya próximo a la pasión, en que Jesús se lanza a poner por delante aquellos defectos más fuertes que tiene constatados en los fariseos y doctores de la Ley.
-Que cerráis a los hombres el reino de los cielos, y ni entráis ni dejáis entrar. No presentan a un Dios asequible. No ensanchan el corazón de los fieles con una mirada que haga amable a Dios y los proyectos de Dios sobre el pueblo. Estrechan el camino de tal forma que ni ellos lo recorren ni lo hacen posible a los demás.
-Que devoran los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones. El abuso del poder de lo espiritual y de su posición de hombres religiosos, para ir pidiendo dinero a cambio, y así dejar a las viudas esquilmadas de sus pocos bienes.
-Hacer prosélitos, para lo que emplean todas sus influencias. Y una vez conseguido que alguien les siga, lo acaban haciendo a su manera y por tanto, un desgraciado que no puede hallar el gozo del Reino,
-Tema del juramento, por el que caen en absurdos permanentes, pues consideran que jurar por el templo o por el altar no obliga, pero sí obliga si se jura por el oro del templo o por las ofrendas que ee ponen sobre el altar. Jesús les conmina a pensar si será más importante el templo que el oro, puesto que la razón de ese oro es precisamente el Templo de Dios. Y la razón del valor de las ofrendas lo da el altar y no las ofrendas por sí mismas.
Jesús va a la verdad. Y derrota la casuística ridícula de los fariseos.

Yo pienso siempre que  estas reflexiones que Jesús quiere llevar a los fariseos y doctores de la ley nos invitan a nosotros a hacer nuestras propias reflexiones sobre determinadas formas y estilos nuestros en nuestras actitudes y en nuestras vivencias religiosas. No serán las mismas que Jesús describe de aquellos fariseos, pero pueden serlo en otras formas más nuestras. El hecho es que debemos purificar nuestro ámbito religioso; es decir: el modo como nos relacionamos con Dios y su proyección en nuestra vida y en nuestras maneras de actuar con lo demás. Hacernos más verdaderos, más acordes con  el pensamiento de Jesucristo. Y en eso siempre cabrá una finura nueva.

Los próximos días, en los que se prolongan estas advertencias de Jesús, nos deben ir ayudando a ese examen paralelo de nuestra conciencia y por tanto a una llamada de atención sobre posibilidades de purificación de nuestro espíritu y nuestra actuación.

1 comentario:

  1. "¡Tardé en amarte, oh belleza tan antigua y tan nueva! "Tú estaba conmigo; pero yo no estaba contigo..."(S. Agustín). Después de una juventud alocada recibió el Bautismo en Milán; fue Obispo de Hipona, fue un Obispo ejemplar y por su Obra es el más ilustre de los Padres de Occidente.Las palabreas de Jesús las vivió personalmente Agustín de Hipona. Era un buscador de la Verdad; pero, la catequesis no la recibía porque los oradores no eran coherentes : predicaban una Verdad que no la practicaban y esto desilusionaba mucho a S., Agustín. El testimonio es la mejor Catequesis.....Su madre, Santa Mónica, le dedicó todas sus oraciones.

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