lunes, 21 de agosto de 2017

21 agosto: Llegar hasta el final

LITURGIA
            ¡Qué poco le ha durado al pueblo hebreo aquella juramentación que habían hecho de seguir al Señor por encima de todo! Hoy el libro de los Jueces (2, 11-19) nos muestra a aquel pueblo adorando a dioses falsos y apartándose del Dios de sus padres. Y cuando hacía eso, todo le iba mal y no le salía nada a derechas, y le ganaban la partida los pueblos de alrededor. Como es propio de aquella mentalidad, el relator atribuye a Dios esos desastres, pero es evidente que eran las propias circunstancias de un pueblo que abandona a Dios lo que traía consigo esos resultados adversos que cosechaba el pueblo.
            Dios le nombraba Jueces para enderezarles el camino y los jueces conseguían que rectificaran. Mientras vivía el Juez, se comportaban; al morir el juez volvían a las andadas. Es la historia que se repetirá en aquel pueblo. Es la historia que se repite en la vida contemporánea: cuando la vida recupera el tono religioso y fiel a Dios, las costumbres mejoran y Dios actúa en las conciencias, lo que hace que el modo de proceder sea recto. Cuando se deja a Dios y se quiere proceder al antojo de las criaturas, todo se viene abajo porque se ha roto el equilibrio que llega cuando la humanidad tiene un referente que le hace vivir la ley-base que se encierra en el Decálogo.

            Mt 19,16-22 es el muy conocido momento de la venida a Jesús de aquel joven que viene pidiendo conocer lo que tiene que hacer para ganar la vida eterna. Como a buen judío, Jesús le remite a los mandamientos, y precisamente a los que miran a la relación con los demás.
            Aquel joven responde que todo eso lo ha vivido el siempre. Lo que lleva a Jesús a plantearle lo que es necesario para llegar hasta el final. Y en eso entra ya una renuncia al propio yo y a la posesión de las riquezas.  Si quieres llegar hasta el final, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres, Luego vienes y me sigues. Lo que Jesús planteaba era el seguimiento de aquel joven, y que hubiera formado parte del discipulado de Jesús,
            Pero aquel muchacho era muy rico. Le había tocado Jesús en la línea de flotación, y se le vino el mundo a los pies. Y bajó la cabeza y se dio media vuelta y se fue por donde había venido, aunque ahora caminaba con el peso de un fracaso de vida, porque había venido tan decidido a “alcanzar vida eterna”, y encontrarse que se iba con las manos vacías, de puro llenas que las tenía de sus bienes materiales. Se fue triste porque era muy rico.
            El seguimiento de Jesús exige un desprendimiento de sí y está simbolizado en los bienes materiales, que son al fin y al cabo los grandes enemigos del evangelio. Suele ocurrir en algunos que se quedan tan tranquilos al leer el episodio porque saben que ellos no son ricos y por tanto tienen más expedito el seguir a Jesús. Sin embargo habrá que entrar más adentro y examinar las otras riquezas que uno encierra en su vida. Porque puede haber un modo de vida en el que la persona se siente siempre “excepción” pero cree que eso de la “riqueza” no le atañe. Sin embargo, visto desde fuera, tal persona es una engreída que se ve con todas las razones para “ser diferente”, proceder diferente y creerse con patente de corso para vivir la excepcionalidad.

            Eso es riqueza. Y eso entra dentro de la narración que tenemos entre manos. Y el seguimiento del evangelio se hace más difícil, o se vive con sordina, porque en el fondo no hemos vendido lo que poseemos en tan gran medida de nuestro propio YO, y eso dificulta los planes de Jesús sobre cada uno, a quienes quiere Jesús llevar hasta el final.

1 comentario:

  1. El poder nos deslumbra y nos hace creer que somos importantes y que estamos seguros.No está mal ser rico, puedes hacer mucho bien a las personas que estén a tu lado, si lo necesitan. En tal caso, has de tener mucho cuidado para compartir con los que tienen menos, cuidando de que no les falte, respetándolos mucho, sin llegar a creerse superior y mejor que los demás por ser "un cumplidor"

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