miércoles, 23 de agosto de 2017

23 agosto: Id a mi viña

LITURGIA
                        Hoy tenemos en la liturgia del día dos parábolas en esas dos lecturas correspondientes. En Jue  9,6-13 y en Mt 29, 1-16. En la 1ª lectura es una parábola que enseña la estupidez de pueblos que a la hora de elegirse unos dirigentes, eligen el peor. O también, cómo hay pueblos a los que nadie quiere dirigir, salvo el tirano. Está expuesto como una asamblea de árboles que van a elegirse rey, y empiezan dirigiéndose a los árboles nobles y símbolos de prosperidad: el olivo, la higuera, la vid. Pero esos árboles no están dispuestos a perderse a sí mismos, dejando de dar sus frutos para ponerse a ejercer una misión entre los otros árboles. No se dejan llevar de la ambición por ese reinado que les ofrecen, pues ellos ya dan sus frutos por sí mismos. En cambio la zarza acepta ser rey, aunque ya lo hace amenazante desde el mismo primer momento. Ahí acaba la narración. El breve comentario que hace la introducción a este texto es la realidad de los que rechazan a Dios como rey y se van buscando otros reyes que los gobiernen. Es el caso que viene desarrollando el libro de los Jueces, que nos expone que el pueblo se desvió de su camino y que se fue tras los falsos dioses de pueblos extranjeros, mientras abandonaba a su verdadero Dios. Y los jueces que Dios nombraba (no reyes, porque sólo Dios es Rey) trataban de enderezar a ese pueblo que se había apartado del Señor. Al final el pueblo no hacía caso ni a los tales jueces, porque se empeñaba en que le diesen un rey. La parábola viene a expresar la locura de un pueblo que acaba eligiéndose a “la zarza”, que les tiranizará y les hará pasar por momentos muy malos.

            En el evangelio cuenta Jesús una de las parábolas más consoladoras, que podría equipararse a la del “padre bueno” al mostrar a un amo que tiene el corazón abierto a todos, aunque no todos sean igualmente de fiar. Nos muestra a un Dios que es fiel a su palabra y al mismo tiempo es generoso y da más de lo que cada uno merece.
            Expone Jesús al amo que se concierta con los hombres que están en la plaza para esperar ser contratados, en pagarles  un denario por la jornada de trabajo en su viña, jornal amplio, sin duda, para lo que era habitual en los otros amos que contrataban jornaleros. Aceptan el trato aquellos trabajadores y se van tan contentos a vendimiar en aquella viña.
            El amo sale a las 11 de la mañana y encuentra a otros hombres que buscan trabajo pero que han sido menos diligentes en acudir a la plaza. También a ellos los envía a su viña, pero ya sin contrato previo. Y sale a las 12 y sale a las 3 y a la caída de la tarde y sigue habiendo remolones que, encima de todo se justifican diciendo que nadie nos ha contratado. Pues también a todos ellos los envía a su viña a trabajar. Representa todo esto a Dios que siempre llama, y que a nadie quiere dejarlo fuera. Aunque acudieron tarde, aquellos también son llamados.
            Y cuando llega el momento de pagar, el amo encarga que se empiece a pagar a los últimos. Y a ellos les da un denario. Piensan los de la primera hora que a ellos les darán más, porque ellos han soportado el peso del calor y del trabajo el día. Pero el amo cumple con ellos el contrato que había convenido con ellos y les paga su denario. Protestan. Y el amo responde con toda lógica: ¿No nos concertamos en un denario y estuvisteis de acuerdo y felices? Pues ahí tenéis vuestro denario. Podéis iros contentos. Que yo ahora quiera dar a los otros un denario, eso es ya cosa mía.

            El Corazón de Dios no se ha quedado en dar una parte del jornal a los que trabajaron solo una parte de la jornada. Cuando Dios plantea su llamada, lo único que busca es que se le siga, sin llevar la cuenta de quién llegó antes. El hecho es que llegue, aunque sólo trabajaron “un hora”…, pero acudieron a la viña. Eso es el fondo de la parábola: que sepamos acudir a la llamada de Dios. Los habrá que puedan tener la satisfacción de haber sido diligentes y estar toda su vida al servicio de Dios. Pero esos mismos tienen que tener la grandeza de alegrarse de que otros, aunque haya sido tarde, al final también han acudido a la llamada de Dios. El gozo de un alma noble es que no sólo ellos reciben el “jornal” que les pertenece, sino que su gozo se aumenta cuando ven que los otros acabaron por estar en el ámbito de Dios, sirviendo a Dios y perteneciendo a la viña del Señor.

1 comentario:

  1. Cada uno de nosotros tiene una misión en la tierra. Jesús nos necesita a todos.Cuando nos ponemos al servicio de los demás, atendemos al propio Jesús. No nos pide mucho,se nos pide rendir según el talento que hemos recibido, en el espacio y en el tiempo donde el Señor nos ha colocado. Nos empeñamos en hacer muchas cosas; pero olvidamos fácilmente a los que más nos necesitan. Somos muy necesarios y, a través de nuestra Oración, iremos descubriendo el servicio que debemos prestar en cada momento.

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